Ni hablar
Tocar la lengua catalana no es asunto político, es dogma religioso
El frustrado golpe de Estado de los fanáticos catalanes está teniendo beneficios colaterales. El primero fue mostrar ante los organismos europeos a qué calaña pertenecen estos patriotas dispuestos a cargarse su patria con tal de seguir en el poder. El segundo ha sido poner en alerta a quienes no se resignan a vivir bajo la bota de los xenófobos. Por eso, el partido de Rivera está obteniendo los resultados actuales y el PSC va menguando. Pero el tercero ha sido el mejor. Resulta que Rajoy ha descubierto que las resoluciones del Tribunal Supremo y del Constitucional deben cumplirse. Esto es una novedad. Hasta ahora, tanto el PP como el PSOE estaban muy conformes con el predominio supremacista en las provincias vascongadas y en Cataluña. Tenían allí una reserva de apoyos para sus chanchullos y negocios, como los calificó Rivera. Siendo ambos partidos unas empresas de colocación bastante ajenas al bienestar de la población, los nacionalistas eran los socios ideales.
He aquí, sin embargo, que ahora Rajoy se ha visto obligado a tomar decisiones que no le gustan nada. Por ejemplo, hacer cumplir la sentencia del Tribunal Supremo que obligaba a los centros pedagógicos de Cataluña a incluir un 25% de español en sus programas. Jamás fue cumplida. ¡Un 25%! Incluso eso es excesivo para los totalitarios. Ellos saben que prohibir a los niños estudiar en la lengua materna crea un dolor innecesario. Los padres y abuelos de los actuales secesionistas lo sufrieron durante el franquismo. Quizás por eso, por venganza y por odio, no aceptan ni un miserable 25%.
Aunque puede ser por otra razón. Un empleado declaró que tocar la lengua catalana era “hollar tierra sagrada”. En efecto, no es asunto político, es dogma religioso.
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