No es una caja de cerillas, es una cabaña de diseño japonés

Cuente cuántos restaurantes conoce que tengan un menú del día sencillo y sano, pero rico y bien presentado, y a un precio razonable. Pocos, ¿verdad? Lo mismo se puede decir de la belleza muda de los objetos cotidianos que vende la cadena japonesa Muji desde 1980. “En Japón lo barato estaba muy mal visto, pero nosotros hicimos un producto de calidad a un precio razonable. Eliminamos el logo y todo lo superfluo, menos lo fundamental”, dice su presidente, Satoru Matsuzaki, horas antes de impartir una conferencia en el IE School of Architecture and Design de Madrid.

“Pensamos desde el punto de vista del cliente, no de la directiva”, añade. El ejecutivo mantiene, además, que Muji no compite con nadie, que su única intención es equiparnos para la vida diaria y que solo apela a esa décima parte de la población que, dice, usa sus productos. Pero esta empresa que expresa su respeto al ser humano a través de sus tostadoras y sus cuadernos marrones ya tiene un hotel, ha amueblado el aeropuerto de Narita e, incluso, ofrece una cabaña prefabricada, Muji Hut.

Esta casita de campo tiene un interior compacto de nueve metros cuadrados, pero si se le suma el porche y el tejado, puede ser habitable para cuatro personas. En la fachada, un ventanal de lado a lado que hace las veces de puerta corredera y el antifaz en la mesilla para que la luz no moleste demasiado.

Muji Hut está realizada íntegramente en madera local, ha sido construida siguiendo el arte tradicional de la industria naval japonesa, con cedro quemado para aumentar su resistencia al que se ha añadido un acabado de aceite.

Un interior virgen, sin tratar, para que sea el huésped el que lo ajuste a sus gustos, y un piso de mortero que protege de la humedad del suelo, para esta cabaña –“fácil de mantener”– que se ha lanzado al mercado por algo más de 22.500 euros. La vida puede llegar a ser Muji. La pregunta es si uno es capaz de ser tan limpio.