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Columna
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Un lazo que se desata

Trump prefiere ver a los europeos como clientes de su industria militar que como aliados

Lluís Bassets
Donald Trump durante una reunión en la Casa Blanca.
Donald Trump durante una reunión en la Casa Blanca.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

Boris Johnson quiere comer la tarta y quedarse con la tarta: un Brexit duro que le salga gratis. Si fuera francés sería la mantequilla y el dinero de la mantequilla. Si español, repicaría e iría a la procesión. Esto es lo que también quiere hacer Donald Trump con Europa. Todas las ventajas y ningún inconveniente.

Hay algo que no ofrece dudas: los europeos deberemos rascarnos el bolsillo y gastar más en nuestra defensa, en vez de confiar en la buena disposición de los soldados estadounidenses a entregar su vida por la libertad europea y de su Gobierno a gastar el dinero de los contribuyentes estadounidenses para contener los peligros que se ciernan sobre nosotros.

Esto fue así durante toda la Guerra Fría y mal que bien ha seguido hasta ahora. El acuerdo entre unos y otros, materializado por la Alianza Atlántica, ha sido bueno para todos. No en vano se atribuye a la OTAN el mayor éxito de la historia en lo que concierne a alianzas militares: venció en la Guerra Fría sin disparar una sola bala y en una sola ocasión ha sido invocado su crucial artículo 5, que compromete a los socios a defender a cualquier otro socio cuando sea atacado. Fue el 11-S, con los atentados contra Manhattan y Washington, cuando la OTAN se prestó a intervenir en defensa de Estados Unidos, cosa que hizo en una fase más avanzada con su participación y dirección de la ocupación de Afganistán.

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Esto se ha terminado. Las intenciones de Trump son claras, aunque luego sus consejeros le obliguen a desdecirse: no le interesa la OTAN, le trae al pairo el artículo 5, y solo piensa en cómo aportar menos dinero y por tanto en que los europeos paguen más, y a la vez, la industria de armamento estadounidense obtenga más pedidos. Eso es todo. Los valores compartidos, las estrategias comunes, la solidaridad transatlántica son campanas celestiales para este presidente disparatado.

La Unión Europea ya está aumentando sus gastos de defensa, pero una de las tareas que debe emprender con urgencia es coordinarse mejor en cuanto a tipos de armamento y a política de compras. Una gestión más racional de sus presupuestos militares, con la creación de un Fondo Europeo de Defensa, mejoraría sustancialmente sus capacidades, algo indispensable si los europeos debemos responsabilizarnos de nuestra propia seguridad, en vez de mantenerla subarrendada a EE UU.

Esto es lo que va a hacer la PESCO, la Coordinación Estructurada Permanente, cuya puesta en marcha ha levantado la alarma entre los fabricantes de armas estadounidenses. Europa es ante todo un mercado para el primer fabricante y vendedor mundial (33% de cuota de mercado). Al parecer, se trata de que gastemos más, pero en armas made in USA.

Un lazo transatlántico en el que ya no cuenten las playas de Normandía, el cerco de Berlín, la victoria de la Guerra Fría y la solidaridad ante el terrorismo será una fría relación comercial por la que nadie estará dispuesto a combatir y que se puede canjear por otra: por ejemplo, con China. No será un lazo, sino un cordón desabrochado que para nada sirve.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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