Una palabra muy corriente
‘Streaming’ no significaba en inglés “descarga progresiva de datos”, sino “riachuelo”, “chorro”, “arroyo”
Buena parte de quienes defienden los anglicismos tecnológicos alegan que cualquier alternativa en español “no significa lo mismo”. Y con ese argumento se sienten satisfechos para seguir adorando al becerro de oro y extender el injusto complejo de inferioridad de los hispanohablantes.
Creen, por ejemplo, que “audio” no puede desplazar en ningún contexto a podcast, y que “programa” no debe sustituir a software, o que “en directo” pierde mucho frente a “en streaming”. Parten para ello de una premisa según la cual las palabras definen en vez de nombrar. Sin embargo, las palabras nombran; y a fuerza de nombrar algo, les damos una definición. Pero no en todos los casos son una definición.
Si las palabras definieran, un cine de verano tendría que cerrar el primer día del otoño y abrir al día siguiente de terminar la primavera, sin posibilidad de saltarse el plazo porque en ese momento dejaría de ser un cine de verano; un “ascensor” no podría descender; no nos comeríamos un “bollo suizo” fabricado en la panadería de la esquina, y “colgar el teléfono” sólo serviría para los primitivos aparatos de pared, por no añadir que la mesilla de noche debería desaparecer cada mañana.
Muchos términos se crearon o llegaron con una evocación inicial que el uso transformó, y que los hablantes adaptaron a sus necesidades.
Pues bien, parece que ese proceso debería prohibirse para las palabras de la tecnología, que de este modo quedarían protegidas desde su nacimiento ante cualquier influencia del sentido común.
Algo así sucede con streaming, que designa en inglés una transferencia digital de datos, audio o vídeo en directo o en diferido, y que en este segundo caso se puede descodificar y reproducir sin necesidad de que se haya completado el proceso de descarga.
Streaming no significaba originariamente en inglés “descarga progresiva” o “transmisión por secuencias”, sino que partió del sustantivo stream: “riachuelo”, “arroyo”, “corriente”, “chorro”…; de donde se formó el verbo to stream: “manar”, “derramar”, “dejar correr”. Por eso el dicho to go with the stream significa “ir con la corriente”, que es lo que hacen los defensores de la invasión anglófila. O sea, que van con el streaming.
A partir de esos significados de stream relacionados con el agua, se creó en el mundo informático anglosajón la moderna acepción metafórica de streaming como chorro de datos o de información digital.
Los técnicos suelen defender la precisión de sus vocablos, y eso está bien para que se entiendan entre sí; pero no pueden pretender que su léxico inunde los textos destinados a personas que sentirán extraños esos términos, a veces desincentivadores.
Así, cuando algo se transmite en directo por Internet se anuncia que se dará “en streaming”. Pero si se ofrece por televisión (incluso si es digital) leeremos la tradicional fórmula en español: “en directo”.
No pasaría nada, sin embargo, si un medio digital comunicase: “Ofreceremos en directo la ceremonia de mañana”. Y si se viera obligado a distinguir entre “en streaming” y “en directo” (aunque la razón técnica le resulte indiferente al usuario), ahí estaría la opción “en flujo”. Pero quien dijese en correcto español “lo transmitiremos en flujo” no podría presumir tanto como si lo hiciera en inglés, y además los sacerdotes de la tecnología y de los complejos le acusarían de amanerado, cursi, antiguo... Vamos, que le caería la del pulpo. Por ir contra la corriente.
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