Estado del malestar
Un ejemplo es la reciente llamada de atención de la Comisión Europea al gobierno español por la ineficacia del sistema de transferencias sociales para proteger a las rentas más bajas
Al leer noticias sobre innovaciones exitosas en políticas sociales uno está tentado de recrearse por momentos en la idea de un progreso que avanza de manera lineal e irreversible. Pero la ensoñación no puede durar mucho, pues las políticas públicas avanzan más bien a trompicones. Algunos éxitos resisten, otros se desandan con fórmulas peores o regresando a viejas recetas cuando la innovación en la organización y prestación de los servicios no funciona.
Un ejemplo del punto circular en el diseño de políticas públicas se está dando en el sistema sanitario británico. Durante los años ochenta, los gobiernos conservadores separaron las funciones de prestación y financiación de los servicios. A esto se le llamó crear un “mercado interno” sanitario y conllevó la creación de unidades más pequeñas con la idea de disminuir la burocracia y promover la competición entre esas unidades o entre estas y el sector privado. Ahora el sistema es inmanejable por su excesiva fragmentación, y las reformas impulsadas apuestan por volver a una mayor integración entre prestación y financiación de los servicios.<QF>
En España, la linealidad en el desarrollo de algunas políticas públicas es la del peor tipo porque avanza sin progreso, persistiendo en el error y resistiendo frente a la contundencia de los datos o las advertencias de los expertos u organismos internacionales. Un ejemplo es la reciente llamada de atención de la Comisión Europea al Gobierno español por la ineficacia del sistema de transferencias sociales para proteger a las rentas más bajas. Este problema se debe sobre todo a que las principales prestaciones en el sistema dependen de las cotizaciones de la Seguridad Social y no de la necesidad de los ciudadanos.
Así, a pocos sorprenderá que los más vulnerables en España no sean particularmente favorables al Estado del bienestar, como muestran algunas investigaciones. Para ellos solo hay un Estado, el del malestar, que los castiga dos veces: primero, les condena a la temporalidad y a la precariedad de su mercado laboral, para luego dejarles solos ante la desprotección a la que les conduce ese sistema. @sandraleon_
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