La realidad contradictoria
Esta semana la empecé con la boca abierta escuchando el discurso de Oprah Winfrey, y la termino igual pero tapándome la nariz con las declaraciones de Rodrigo Rato
Esta semana la empecé con la boca abierta y el corazón en un puño escuchando el discurso de Oprah Winfrey en los Globos de Oro. Y la termino igual pero tapándome la nariz con las declaraciones de Rodrigo Rato. Mientras Oprah, que es presidenta de su compañía de televisión y una de las presentadoras más famosas del mundo, transformaba su discurso de aceptación de un premio honorífico en toda una andanada política, Rodrigo, en Madrid y delante de la comisión que le investiga, desmenuzaba su carrera presidencial a lo largo de casi cinco horas en las que la soberbia lo redujo a un hombre solo, casi quijotesco, enredado por cifras, rodeado de amigos que ahora son enemigos.
Otra realidad contradictoria es la que genera el mundo del entretenimiento, que mezcla mentiras y aspiraciones continuamente. Es sorprendente cómo en ambos discursos los accesorios jugaron un papel importante. En Oprah fueron sus gafas extra large, que enmarcaban sus ojos como detrás de dos televisores. Con ellas, Oprah dejo claras varias cosas. Una, no le preocupa que sepamos que es miope. Dos, el estilo y las gafas son de las cosas más apreciadas por la industria de la moda. No es la primera vez que unas gafas se convierten en algo similar al bolso o los zapatos. Sofía Loren fue la pionera en ponerse grandes anteojos a medida que crecían las arrugas, una elegante manera de desviar la atención sobre la edad y seguir manteniendo misterio. Oprah también las utilizó para dejar claro algo: estaba leyendo su discurso, porque una buena presentadora siempre necesita un guion, una base para luego crecerse y cautivarte con ese fascinante juego entre la palabra y la emoción. Igual que un buen político.
Winfrey empezó recordándose a sí misma, hija de una empleada de hogar, hipnotizada con el triunfo de Sidney Poitier en esos mismos premios cuando ella tenía 11 años, y vio al primer hombre negro, elegante y bello que “era celebrado”. Lo estaba viendo en casa y me levanté para aplaudir emocionado. Al día siguiente todo el mundo hablaba de Oprah Presidente. Puede ser, no tiene tanto dinero como Trump para una campaña pero sí tiene mucha más experiencia que él en televisión. Y a los norteamericanos les encanta la televisión. Trump gobierna como si el país fuera un reality show que él conduce. Oprah es pionera en la televisión pura y dura, de testimonios terribles, de emociones a flor de piel, de esa realidad contradictoria que a veces crees manipulada pero de la que no puedes separarte.
Fue Rato quien nos recordó una realidad contradictoria en su declaración ante la comisión. No se puede decir “pobre Rato”, porque no lo es. El accesorio que escogió para enfrentarse a la historia fue esa bufanda, de fina lana y color convencional, muy de economista pero que en las fotografías parecía más bien una soga. Con esa bufanda de pastor inocente al cuello don Rodrigo, que fue vicepresidente, quiso ajustar cuentas con sus examigos que son el Gobierno actual. Mientras que Oprah miraba al mundo con esperanza, sin rencor y con el recuerdo de una vida dura, Rato con su bufanda se volvía un paria adinerado y soberbio.
Personalmente, soy más de gafas que de pañuelos. A pesar de que uno de los lugares comunes que más escuchas es lo de que el mundo es un pañuelo.
Esta misma semana, Carla Bruni, cantante y ex primera dama de Francia, acudió a El Hormiguero donde, más que un recital, dio una extraordinaria clase de política y entretenimiento con toque europeo. Bruni aclaró, como si fuera la primera vez: “La gente que viene a mis conciertos, viene a ver a la cantante. Pero aquellos que quieran observar a la ex primera dama de cerca, también son bienvenidos”, rió. Volví a aplaudir delante de mi tele.
Mientras ensayaba la conducción de los Premios Forqué, junto a Elena Sánchez, empezamos a observar cierta incomodidad entre las estrellas de nuestro cine por tener que compartir protagonismo con los chicos de OT, que vuelven a ser un fenómeno. Los Forqué son unos premios organizados por productores de cine que confían en la tele. Otra realidad contradictoria, ¿quién mezcla a Maribel Verdú con Nerea? La pequeña pantalla, que tiene ese magnífico poder. Se escuchaban murmullos diciendo “Lo hacen para tener audiencia”. Los chicos de OT estaban encantados de formar parte del show. Saben, como Bruni, que con audiencia todo suena mejor.
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