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Columna
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El tridente romo

Los constitucionalistas nunca establecieron un grado mínimo de entendimiento

Antonio Elorza
Albert Rivera e Inés Arrimadas en la reunión del Comité Ejecutivo de Ciutadans.
Albert Rivera e Inés Arrimadas en la reunión del Comité Ejecutivo de Ciutadans.EL PAÍS

La victoria del bloque independentista en las elecciones del 21-D tuvo lugar, entre otras causas, porque enfrente no encontró nada parecido. Los comentarios de prensa insistieron hasta la saciedad en que habían existido dos bloques enfrentados, e incluso la estrategia de un grupo constitucionalista se basó en su superación, convirtiéndose en el puente que había de evitar el choque.

Lo cierto es que intervinieron en las elecciones tres partidos constitucionalistas, contrarios a cualquier tipo de declaración de independencia, solo que eso nunca significó que los mismos establecieran un grado mínimo de entendimiento, habida cuenta de la gravedad de la situación.

No se trataba de formar un muro de hierro; sí de alcanzar una articulación de estrategias, donde la competencia entre las formaciones fuese compatible con un denominador político, en un espacio de debate común. Tan razonable aspiración no se vio realizada, de manera que PP, PSC y Ciudadanos combatieron en formación dispersa. Y según pudo resaltar Borrell para el PSC, con el buenismo de marketing ocultando la exigencia de reconocer la realidad.

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El resultado es sabido. Una organización se impuso a las otras dos, sustrayéndolas votos. Así, Ciudadanos alcanzó una amarga y por ahora inútil victoria, en tanto que PSC y PP acentuaron su crisis política. Y los culpables de todo, de un callejón sin salida política, del hundimiento de la economía catalana, de una fractura en la convivencia social, tan felices.

Después de la derrota nadie parece haber aprendido nada. Siguen ignorándose en vez de buscar plataformas de debate conjunto para analizar lo ocurrido, y pensando ante todo en las futuras elecciones a nivel municipal y estatal. Lo más importante es desgastar al competidor.

Transcurrió una semana hasta que PP y Ciudadanos se decidieran a entrevistarse, mientras por su parte el PSC-PSOE sigue encerrado con el solo juguete de que si falló fue porque los bloques se encontraban ya consolidados y nada pudo hacer. Ciudadanos se convierte en blanco, a efectos de recuperar los votos perdidos.

Conviene advertir que, fuera del círculo, la confusión no es menor: Ada Colau cuelga lazos amarillos por doquier y Podem se contenta con afirmar que nunca apoyará a Ciudadanos, ya que la formación de Arrimadas carece de “agenda social”. Iglesias ignora a Bescansa. Consecuencia: los independentistas tienen todo su tiempo para continuar sus luchas de poder, sin que su hegemonía resulte afectada.

Ahora, el PSC recuerda que sus rivales constitucionalistas carecían de una solución como la suya, en el sentido de una reforma federal de la Carta Magna. Pero es que ni ellos ni PP y Ciudadanos ofrecieron nada concreto frente al caos, y el castillo de mentiras soberanista siguió siendo el único banderín de reclutamiento.

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