Paseos, compras y viviendas cooperativas contra la gentrificación
La reconstrucción del Mercado Agrícola de Montevideo y su entorno convierte un zona roja de la capital uruguaya en una referencia comercial
El perímetro del Mercado Agrícola de Montevideo (MAM) era en los noventa un reconocido punto de venta de drogas, un foco de violencia y pillaje. Una zona roja enclavada en un olvidado abasto de frutas, verduras y carnes en decadencia que mantenía en pie un puñado de comerciantes. El recinto, que condensa la tradición estética y funcional de los mercadillos vecinales europeos de finales de siglo XIX, estuvo a punto de desaparecer. Pero una decidida intervención urbana lo remozó junto a todo su entorno. La barriada de Goes —donde se sitúa el mercado— estaba herida de muerte. Hoy es punto turístico, de encuentro y lugar de compras para los uruguayos.
Su esqueleto, ahora, está adornado por filigranas modernistas, finas balaustradas, figuras bovinas, mosaicos y vitrales. Pero hasta hace ocho años aquel mercado, inaugurado en 1913, estaba desvencijado, parecía un galpón raído en medio de tres manzanas de terrenos baldíos con casas ruinosas y ocupantes hacinados.
Goes: una zona roja en auge
Adriana Berdía entró a la intendencia de Montevideo a finales de los años ochenta. Es asistente social y, por entonces, le mandaron renovar las casas ruinosas que coronaban las tres manzanas alrededor del mercado agrícola. Recuerda casas desvencijadas, ocupantes amontonados, sin luz ni agua, viviendo en sótanos, improvisando techos y paredes con materiales de desecho. Vivían entre los esqueletos de las viviendas expropiadas en 1974 por la dictadura, que prometió ampliar el mercadillo, casas y lugares de esparcimiento, aunque nunca lo ejecutó.
El amontonamiento “era la consecuencia inconclusa de la inacción del estado. Se expropió para el mercado, pero no se hizo nada y las tres manzanas se tugurizaron”, lamenta Berdía, hoy asesora del departamento de Desarrollo Urbano en la Intendencia de Montevideo.
“Por fuera tenía aspecto de galpón abandonado en ruinas, tenías que entrar para ver que algo funcionaba acá adentro y el interior tampoco estaba en buenas condiciones”, recuerda Antonio Bianco. En 1983 consiguió montar su puesto de frutas y verduras en el mercado. La lluvia entraba por el techo. Los ladrones no daban tregua. Le robaron varios vehículos de la puerta del mercado. Llegaban a hurtar automóviles dentro del predio. También lo despojaron de varias balanzas. Los momentos de crisis, cuando caía la venta, no lo hicieron dudar tanto de si debía abandonar su comercio como los robos.
El primer día que entramos era difícil creer. Hoy el MAM es un buen ejemplo de territorio apropiado por la comunidad
Cada vez había más casas abandonadas, tapiadas. Nadie quería vivir ahí. Bares, almacenes, tiendas, pequeñas fábricas, todo terminó cerrando. En parte por el entorno cada vez más hostil, en parte por sucesivas crisis económicas. En los noventa, cuando en la capital uruguaya avanzaron los supermercados y empezaron a cerrar los almacenes que el mercado abastecía, el entorno era decadente y algunos comerciantes resistían, agazapados.
Fabricio Canto tiene una carnicería frente al MAM desde hace 40 años. Vivía amedrentado. “Las pasamos. Y las pasamos feo”, recuerda. Evoca con pesar el día que le robaron la caja y le dieron un culatazo de revólver en la cabeza. Ahora ve bajar turistas brasileños de excursión. Según sus autoridades, el MAM recibió más de tres millones de visitantes en 2015. Por eso, Canto expandió su horario comercial, remodeló la fachada, cambió las luces interiores, la marquesina, tiene nuevos productos en góndola y piensa contratar más empleados si el movimiento crece. “Todo el entorno del mercado cambió. Revolucionó el barrio”, exagera.
De zona roja a zona habitable
En 2007, la administración municipal anunció la restauración del MAM y la intervención en las viviendas priorizando las ocho manzanas que rodean al mercado. Los esfuerzos se concentraron en las más precarias y en renovar los más de 5.000 metros cuadrados del mercadillo con productos frescos, como lugar de compras y centro cultural.
La Intendencia quería “dar una señal clara”. “Recuperar el territorio para la sociedad”, dice Berdía. Se buscaba densificar el desparrame, hacer atractivo el barrio para familias jóvenes, terminar de liberar el suelo y levantar apartamentos.
“La cosa no era fácil”, admite Verónica Adler, economista y especialista en desarrollo urbano del BID. Se necesitó una fuerte coordinación: mejorar y construir vivienda, así como cambiar la cara al mercado y sus alrededores para hacerlo un lugar de compras y encuentro. “No tenía sentido recuperar el mercado si el entorno seguía siendo una zona roja”, añade Berdía.
De ocupa a propietario
Los ocupantes dejaron que las topadoras municipales tirasen abajo su techo y se constituyeron en cooperativa. En Uruguay, el sistema de acceso a hogar cooperativo puede ser por ayuda mutua o por ahorro previo. Estos apartamentos no pueden alquilarse y su venta, aunque es posible, debe ser aprobada por una asamblea y tiene estrictas condiciones.
También hubo préstamos blandos para refaccionar 120 viviendas del entorno. Los ocupantes de las manzanas en discordia, recibieron un subsidio de alquiler durante los casi tres años que duró la construcción de sus propios apartamentos, con sus propias manos. La mayor parte de las cooperativas se inauguró en 2012.
Otras dos cooperativas, que se inaugurarán el próximo año, están siendo construidas en otra manzana frente al MAM. Una vieja fábrica de alpargatas, que vio nacer al viejo mercado, se terminó de reconvertir en apartamentos construidos por inversores privados. Cuando todo se inaugure, habrá 900 viviendas nuevas en esas cuatro manzanas.
En el bloque libre se creó una plaza con juegos infantiles, arbolado y cancha de baloncesto. Y se levantarán otras dos cooperativas de viviendas. Se remodeló una plaza de deportes a pocas cuadras, una guardería infantil y hasta retocaron una cancha de bochas que los vecinos pidieron no demoler.
Después de que la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Gobierno de la capital uruguaya y el nacional se aliaron para remodelar el barrio, el mercado es el mismo, pero es otro.
Sustituyeron las centenarias vigas metálicas, cambiaron techos y tirantes respetando y realzando el modernismo francés del novecientos. Se reconstruyeron las fachadas, los vitrales, las maderas, todo. El mercado tenía celosías que fueron sustituidas por vidrios. Se instaló calefacción. Los arquitectos replicaron piezas ornamentales que faltaban, se restauraron balaustres, zócalos, cornisas y cada pieza de ese puzle modernista.
Ni shopping, ni mall
En 2013, el MAM se inauguró con 107 locales. Además de frutas y verduras frescas, ahora hay una carnicería chic, chocolatería, cafetería, plaza de comidas, tiendas de conveniencia, un vivero de especies nativas, supermercado, heladería, cervecería, parrilla, pizzería y decenas de tiendas con aspiraciones gourmet.
En cuatro años, el MAM se convirtió en epicentro comercial para miles de uruguayos, mientras el gasto en consumo crece sin parar desde hace tres lustros en el país. Es un punto de encuentro y de compras para los vecinos y los montevideanos, además de captar turismo. Nueve cada diez ciudadanos de la capital saben dónde queda y cuál es su oferta.
Aunque todavía está en obras, el aire ya cambió en Goes. El MAM es más que un mercado de barrio. Además de pagar una cuenta, comprar un libro, una licuadora, nueces o avellanas, bailar o silbar un tango, comer un asado o tomar un helado; el MAM “es un conjunto, no pierde su esencia”, resume Elisa Areán, directora del mascarón de proa de la revitalización de Goes. Un barrio del área central de Montevideo a 20 minutos caminando del centro de la ciudad y a un kilómetro del puerto capitalino.
La intervención en Goes trató de buscar el delicado equilibrio entre el mercado y el comercio manteniendo un lugar de uso público en la ciudad
“Para bien, cambió todo”, dice Bianco, el verdulero que pasó de seis a 14 empleados. “Ya pasé todas la verdes, ahora que vienen las maduras, a cosechar”, dice seguro. El mercadito podría haberse convertido en un shopping o un mall, pero prefirió quedarse como mercado de barrio con capacidad de atraer a otros vecinos.
La intendencia de Montevideo administra el uso del suelo en la capital uruguaya. “Los proyectos cooperativos garantizan más el valor de uso que el valor de cambio. La forma de garantizar que una zona no se gentrifique ni se transforme en lugar de venta, es que el destino sea vivienda. Eso lo garantizan estas cooperativas. Además, buscamos a un público de ingresos medios, medios bajos”, explica Berdía. La intervención en Goes trató de buscar el “delicado equilibrio entre el mercado y el comercio manteniendo un lugar de uso público en la ciudad”, resume la asistente social que en los años ochenta veía hacinamiento y hoy va de compras al MAM.
Mientras el mercado construye su imagen de lugar emblemático en Montevideo, nace un intento contra la gentrificación que inevitablemente ocurre en zonas remodeladas que ganan valor y reputación. Ocurre en Montevideo y en cualquier capital de América o Europa.
El MAM, “sin ser un shopping mall es un reconocido lugar de compras, de encuentro. Aprovechar los espacios públicos es una necesidad cada vez mayor. Es necesario volver atrás con eso”, opina Adler, en referencia a la crisis de las grandes superficies comerciales por las ventas en internet.
Un policía que patrulla la zona dice que pasan “cosas”, pero son incomparables al pasado. “Andar por la calle a cualquier hora es recuperar la ciudad para sus ciudadanos. La gente era bastante incrédula. El primer día que entramos era difícil creer. Hoy el MAM es un buen ejemplo de territorio apropiado por la comunidad”, sentencia Berdía.
100 años después de su creación, el MAM alimenta la ciudad con algo más que verduras, frutas y cárnicos. Goes reinventa su identidad. El todavía proyecto tiene la posibilidad de mostrar que es factible mejorar la convivencia integrando a los vecinos de siempre, trayendo otros y haciendo un uso razonable del espacio público.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.