La República ha ganado al 155. Aplaudid
A la plañidera más eficaz del procès, Marta Rovira, le asiste la virtud de los apuntadores


A la plañidera más eficaz del procès, Marta Rovira, le asiste la virtud de los apuntadores. Además de ubicua, pues pasa de la fidelidad al líder propio, Oriol Junqueras, a la lealtad al expresident de la república de los suspiros, está dotada de la facultad de dirigir a las masas desde la fluctuación de sus estados de animo en función de la calidez de los auditorios.
Cuando se vieron en peligro su líder y los otros encarcelados, además de los huidos a, como dijo Puigdemont, “la capital de Europa” (cuando Europa le molaba), Rovira dio el primer discurso de las lágrimas. Lucharían fins el final. Como no quería quedarse en vano, cuando la gente le paró a destiempo (había gritado fins el final dos veces) les atajó con un golpe de manos: “¡No he acabado!”, avisó; y entonces dio por terminada su alocución con el tercer grito: Fins el final!
Esa simetría de sus armonías esconde un carácter propenso a decirle a la gente lo que tiene que hacer en los escenarios que dirige. Ahora ha afrontado una situación en la que ya no hay sólo culpables del “bloque monárquico”, como llama a los que no votan por ellos. También se les ha abierto un muro entre los republicanos perfectos, ellos mismos, y los aliados imperfectos, los independentistas de Puigdemont I el Admirable. Y ella no encontró nada mejor en la noche electoral que establecer lo que había pasado en las urnas: “Hay suma independentista y republicana”. El hallazgo tenía intríngulis semántico y debió abrir dudas del auditorio, confundido aún porque ERC no hubiera arrasado. En ese momento, la mejor Marta Rovira de los escenarios añadió, para animar al respetable:
—“La república ha ganado al 155. Aplaudid”.
En Operación Triunfo y en otros concursos de la televisión aparece un regidor con un cartel parecido: “Aplaudid”. Y la gente aplaudió, tuvo nítido el mensaje. A veces los políticos de esta índole suben el tono y entienden que el pueblo no está a la altura y tienen que sacar el cartelito: “Aplaudid”. La didáctica no acaba ahí. Ella la adobó con una retahíla que parece reinaugurar lo que el escritor Sergio del Molino llamaba ayer en Twitter “la matraca”. Dijo Rovira, celebrando la suma gloriosa para la que pedía aplauso: los ciudadanos (leo el resumen en La Vanguardia) “han votado independencia y república pese a la ofensiva policial, judicial y mediática de tantos y tantos días del Estado”.
Examinemos, antes de aplaudir: ¿el mismo Estado que permite que un señor que dice estar exiliado en Bruselas se presente de cabeza de lista de unas elecciones y que participe en ella desde su exilio entre comillas? ¿El Estado que acepta que el jefe de filas de ERC mande desde la cárcel las consignas de su campaña? En cuanto a los jueces y a los medios, ¿en qué momento de la función tendrían que ponerse a aplaudir, según el manual de teatro de Marta Rovira?
Reemprende su curso la matraca. Que se fastidie Sergio del Molino y que se chinche el Estado, es decir, el bloc monàrquic.
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