Cómo sobrevivir a las navidades si te acabas de divorciar
Estas fiestas movilizan en ocasiones frustraciones y pesadumbres soterradas
Bien pareciera que, en Navidad, tal como relatara en su famoso cuento Charles Dickens, todos debemos transformarnos en seres angelicales, altruistas y amorosos, incluso en el caso de que la amargura rebose el corazón y el ánimo. Estas fiestas constituyen para muchos una oportunidad y un tiempo de introspección para evaluar una etapa que se cierra. Las celebraciones, además de ser motivo de distensión y divertimento, movilizan ocasionalmente soterradas frustraciones y pesadumbres.
Los reiterativos mensajes que encontramos en publicidad, en las películas de género, en el ambiente que se respira van encaminados a procurarnos una inevitable felicidad y una bonhomía de las que posiblemente nos encontremos alejados en nuestro vivir cotidiano.
Sin embargo, no podemos desprendernos del todo de esas pequeñas vilezas o de esas arraigadas animadversiones que conviven con nuestra condición humana y siempre existe una persona de nuestro más cercano entorno que deseamos evitar en todo momento.
Este objetivo de concordia, cuyo bien superior es lo que se ha venido en denominar tener la fiesta en paz, no siempre se puede conseguir y normalmente, en esas multitudinarias reuniones familiares, debemos compartir mesa, mantel y hasta regalos con una compañía no tan deseada.
La dificultad que comporta el abordar antiguos temas de fricción, tan inveterados que parecen de hoy y de siempre, conduce a muchos asistentes a estas fiestas de familia a plantearse nuevas estrategias de gestión emocional.
Luisa llega a nuestra sesión de coaching muy preocupada por el hecho de que su trigésimo cumpleaños coincide con el día de Navidad y con el temor de revivir una vez más, en tan señalada fecha, una situación que ya le resulta insoportable:
"Tengo una tía que me reitera, cada vez que la veo, que tengo cara de agotada y que con tanto estrés me será imposible encontrar una relación estable, a diferencia de ella, que a los treinta ya tenía dos hijos... Cuando me observa molesta y enojada por tan arriesgada opinión, siempre acaba añadiendo un latiguillo: pero mujer, que es broma, pensando que tan infantil salvedad le vaya a liberar del daño ocasionado."
Isabel nos narra su experiencia en la sesión: "Durante la comida de Navidad, en la mesa nos agrupamos las mujeres solteras de un lado y de otro las que tienen hijos, pareciendo que -más que una simple tabla- un abismo fuera el que nos separara. Me resulta imposible asumir la superioridad moral desde la que hablan las madres con frases del tipo cuando tengas hijos te darás cuenta de las cosas, mi vida carecía de sentido antes de mi maternidad o si ahora dices que estás cansada, imagínate con familia..."
Lo cierto es que en estas reuniones se muestran mucho más patentes las diferencias personales derivadas de las diferentes elecciones en la vida y hay que hacer un esfuerzo de adaptación y flexibilización para poder disfrutar del encuentro.
Ana, en su sesión grupal, nos comentaba que le desagradan profundamente los excesos navideños: comer opíparamente, beber desaforadamente, regalos innecesarios, gastos suntuarios; pero mucho más el que las reuniones familiares sean un perfecto entorno para la crítica acerva y los reproches velados acerca del tipo de vida que lleva o sobre su recalcitrante soltería.
“Tuve una infancia feliz, hice una carrera, viajo y, de vez en cuando, me enamoro … Sin embargo, parece que no soy una persona completa a los reprobatorios ojos de las demás mujeres de mi familia, ya que no pienso casarme ni tener hijos”.
Cada vez más, en las sesiones de coachingque impartimos en nuestro centro, se escucha ese conocido comentario de personas que dicen sentir una auténtica fobia a las Navidades.
El clima de excitación y euforia que se percibe en estas fiestas estimula la sensibilidad y la emotividad de los individuos, lo que provoca la evocación de recuerdos tristes y la aparición de la nostalgia y la angustia al focalizar nuestro pensamiento en las vivencias más negativas o centrarnos en aquellos familiares que viven y escogen un estilo distinto para vivir como los que nos esbozan Luisa, Isabel y Ana.
El trabajo a estimular y el objetivo a conseguir es desplazar ese epicentro mental hacia lo bueno que obtuvimos, hacia la tolerancia, hacia la aceptación de mi propio proyecto vital y también el de los demás; el poder aprender a compartir con otras personas que estén atravesando otras experiencias o tengan distintos tipos de vida sin juzgar ni juzgarme a mí mismo
Algunos consejos prácticos para disfrutar más y mejor
- Asumir que uno no se adapta a lo que no quiere y no tiene por qué forzarse a ser otra persona.
- A los seres queridos que ya no están físicamente con nosotros podemos encontrarlos en la rememoración de los instantes compartidos, más vívidos que nunca en estas destacadas ocasiones.
- Agradecer y valorar todo lo que SÍ tenemos.
- Focalizar la atención en lo positivo, en lo bueno, mirar “la mitad del vaso lleno”.
- Permitirnos estar en contacto con las diferentes emociones: la tristeza y la alegría.
- Plantearnos nuevos desafíos que nos motiven.
- Acercarnos mucho más a dos preguntas clave ¿qué necesito? y ¿cómo puedo atender mejor mis necesidades?
Verónica Rodríguez Orellana es psicoterapeuta y directora en Coaching Club. Ernesto de Antonio Hernández es coordinador en Coaching Club.
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