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Bronquiolitis, la infección viral propia de los niños de menos de dos años

Afecta a más de un tercio de estos menores y es la causa más común de ingreso hospitalario en su primer año de vida

Getty

Después de disfrutar de un otoño casi primaveral, el mes de diciembre se antoja gélido. Una estación que, este año, se caracteriza por unas temperaturas extremadamente bajas y la ausencia de lluvias. Un factor, el frío, que dispara la aparición de episodios agudos de dificultad respiratoria con sibilancias, generalmente, precedido de un catarro de vías altas y que afecta, sobre todo, a bebés. Se trata de bronquiolitis, una enfermedad que padecen especialmente los bebés prematuros, los niños que van a guarderías o los niños cuyos padres son fumadores. Una enfermedad que suele provocar durante esta época del año el colapso de las consultas y de las urgencias pediátricas. Francisco Basanta, coordinador del Servicio de Pediatría y Neonatología del Hospital La Milagrosa de Madrid, señala que “es en esta época del año cuando la patología se convierte en una de las más frecuentes en los Servicios de Urgencias Pediátricas”.

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La bronquiolitis es una infección viral de las vías respiratorias inferiores propia del lactante (menores de 24 meses, aunque es más frecuente durante el primer año de vida). Se caracteriza por una obstrucción de las vías respiratorias más pequeñas y se produce por la inflamación aguda, edema y lesión de las células epiteliales que recubren las vías aéreas pequeñas, así como una mayor producción de moco. Según los expertos, se han propuesto diversas definiciones , pero generalmente se acepta como el primer episodio de sibilancias (pitos) en el contexto de un cuadro respiratorio viral, que afecta a lactantes menores de 24 meses, y del que el Virus Respiratorio Sincitial (VRS) es el principal responsable.

Santiago Rueda Esteban, neumólogo pediatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, manifiesta que “la bronquiolitis afecta a más de un tercio de los niños en los 2 primeros años de vida y es la causa más común de ingreso hospitalario en su primer año de vida. El aumento de ingresos supone una morbilidad significativa y un considerable impacto en las familias”. Rueda apunta que existe una población de riesgo que padece bronquiolitis de manera más severa, “los niños prematuros, con edades inferiores a 12 semanas, aquellos que padecen enfermedad pulmonar crónica, enfermedad cardíaca congénita, inmunodeficiencia y enfermedad neurológica”. Además, según indica Rueda, “existen otros factores o condiciones vinculadas a una mayor probabilidad de padecer una bronquiolitis grave como son la exposición al humo de tabaco, estado de hacinamiento, tener hermanos mayores, ir a la guardería y no recibir lactancia materna. Esta última reduce el riesgo de padecer bronquiolitis por la transmisión de anticuerpos antiVRS específicos a través de la leche de la madre. No hay estudios de prevalencia pero sí de que el riesgo es menor”.

Una opinión, la del carácter protector que tiene la lactancia materna frente a esta enfermedad, que coincide con la expuesta por Francisco Basanta, quien destaca que “los beneficiados por haber recibido lactancia materna son receptores de mayor maduración inmunitaria, a través de la leche”. Además, explica Basanta, “los últimos estudios realizados sobre la misma, presentan menores índices de patología respiratoria y menor tasa de hospitalización en los 6 primeros meses de vida. Un efecto que parece atenuarse a partir del año de vida”.

En relación con los efectos perjudiciales que tiene el humo del tabaco en la adquisición de la bronquiolitis de la población infantil, Basanta recalca que “los hijos de fumadores padecen un mayor número de enfermedades respiratorias (incluida la bronquiolitis). También, afecta sobremanera a aquellos niños cuyas madres han fumado durante la gestación, e incluso, a aquellos que no han sido expuestos directamente al humo del tabaco (solo a través de la ropa)”. Además, “algunos estudios señalan que el humo del tabaco multiplica por 4 el riesgo de padecer una infección por VSR”, afirma Basanta.

El diagnóstico es fundamentalmente clínico e inicialmente cursa con un catarro de vías altas que, en 2 o 3 días, afecta también a las vías respiratorias inferiores produciendo tos, fiebre, secreciones, dificultad respiratoria progresiva, aumento de la frecuencia respiratoria y disminución de la saturación de oxígeno en sangre. Además, provoca dificultad para la alimentación y rechazo de las tomas en el caso de los bebés.

Una vez diagnosticada la enfermedad por el pediatra, esta debe ser tratada mediante una serie de recomendaciones básicas en el domicilio. Santiago Rueda enumera los consejos que las familias deben poner en práctica en el hogar una vez diagnosticada la bronquiolitis: asegurar la toma suficiente de líquidos fraccionando la ingesta de los mismos; si hay obstrucción nasal, realizar lavados nasales con suero fisiológico; evitar factores que empeoren los síntomas como el humo de tabaco, contaminación atmosférica e irritantes ambientales. También, es conveniente tomar la temperatura varias veces al día, realizar un seguimiento por parte del pediatra y, por último, se deben vigilar los signos de empeoramiento clínico y acudir a urgencias en caso de mal color, empeoramiento de la dificultad para respirar, agitación o somnolencia no habituales, rechazo del alimento o vómitos.

En los casos en los que los niños estén escolarizados, es importante que los centros pongan en práctica algunas medidas higiénicas para prevenir la infección y que esta se propague:

Finalmente, como apunta Franscisco Basanta, “los niños mayores pueden padecer episodios de broncoespasmo de repetición (asma infantil), muchas veces presentado como secuela de una bronquiolitis. Los síntomas y el tratamiento son muy similares. En general, estas crisis suelen desaparecer con la edad (5-7 años). En algunos casos, está indicado hacer estudios por si hubiese otros factores, como alergias u otra patología pulmonar, que pudiesen influir en la aparición de estos episodios”.

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