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No soy borde, soy alfa

Vale, pero tenga claro si es usted un líder o simplemente un dominante: uno de los dos envejece antes

Cada vez con más frecuencia recurrimos a la etología tratando de encontrar respuestas a nuestros comportamientos, actitudes e incluso poses. Muy resumidamente, esta ciencia trata sobre la psicología animal y cómo se desarrolla el individuo dentro de un grupo, partiendo de la base de un fuerte instinto de reproducción con el que trataremos de dejar huella en este mundo en forma de genes.

La psicología animal, por tanto, nos llama especialmente la atención a la hora de explicar factores como el atractivo físico, la supremacía sexual y, en el caso de las personalidades alfa, la dominación sobre las grandes masas —léase el ejemplo de Donald Trump—, o sobre los seres que los rodean. Con independencia del alcance que tenga esta persona alfa, las características son siempre las mismas: arrogancia, dominación y exigencia, regadas de hostilidad.

El título de "macho alfa", posteriormente extendido también a la "mujer alfa", se lo debemos en origen a la etología. Sin embargo, no es un término muy apropiado, explica Miguel Ibáñez Talegón, doctor en Veterinaria y especialista en Medicina del Comportamiento y Psiquiatría Animal de la UCM: "El culpable de un uso inadecuado del término es el científico David Mech, en su libro publicado en 1970 The Wolf: ecology and behavior of an endangered species".

Tras muchos años de investigación, se ha cambiado la interpretación del concepto de alfa, que tiene sentido en el reino animal cuando los individuos se encuentran en cautividad. "Si bien alfa se entiende siempre como sinónimo de un rango superior, en el reino animal se relaciona con la reproducción, y surge dentro de grupos en cautividad, en los que no hay estabilidad y continuamente aparecen situaciones de competencia", aclara Ibáñez. "En libertad el macho alfa no necesita luchar y competir fuertemente para poder liderar a la manada; la lucha solo se da en grupos artificiales donde existen varios machos y hembras reproductores de diferentes grupos sin ninguna relación entre ellos. En ellos se formará una jerarquía de dominancia para tener orden en la manada".

¿Como la vida misma? Sí, y no. En términos animales no, porque "en la sociedad actual el hombre vive en grupos compuestos por una pareja y su prole, y está dentro de un contexto de familia, por lo que no sería extrapolable", continúa Ibáñez Talegón. Pero si insistimos en hacer una analogía humana para este hecho animal, actualmente "el estado alfa se utiliza para referirse a la persona dominante dentro de un mundo de competencia empresarial o social, donde se establece una lucha en la conquista de la pareja. Se da tanto en mujeres como en hombres, a veces buscando ser el objeto de deseo, y haciéndose uso de la mentira", resalta el etólogo.

¿La mentira? "Se utiliza mucho porque constituye un mecanismo de camuflaje y de defensa necesario para la supervivencia". Así, se ve tanto en insectos que intentan ocultarse de sus depredadores, como en el ser humano, "donde el complejo entramado de las relaciones humanas persigue un objetivo, ya sea el amor y el sexo, o el reconocimiento social y el bienestar económico". En suma: tantos aires que se dan los alfa y, ¿será que al final es sólo una pose?

Neus García Guerra, psicóloga clínica, psicoterapeuta en la Unidad Sant Pere Claver de Barcelona y miembro de Top Doctors, es también de esta opinión, y prefiere hablar de "falsos alfas", por oposición a los líderes que se lo ganan de verdad, sin estrategias retorcidas ni violencia. Mientras que el alfa "mantiene un comportamiento típicamente agresivo, cortante y arrogante, y acostumbra a descalificar al otro para salir ganando en las discusiones, un líder natural no se impone, sino que el grupo le otorga el reconocimiento sabiendo que será beneficioso para todos", asegura.

La personalidad agresiva que persigue imponerse a los demás a toda costa tiene otra cara: la de personas que no están bien consigo mismas. "Debajo de esa coraza es frecuente encontrar aspectos muy blandos, carencias afectivas, complejos, y malestar interno", prosigue la psicóloga. "La organización de su personalidad se puede comparar a la de los animales con caparazón tipo tortuga o caracol, en los que no hay estructura interna, sino una coraza que protege su fragilidad".

Sintiéndolo mucho por los alfa, el resultado de su comportamiento no puede ser peor, según concluye García Guerra: "Los alfa adoptan una actitud dominante, pero a largo plazo la gente se aleja de ellos porque no los soporta". Resultará mucho más atractiva, e incluso efectiva, una actitud más moderada y realista con la situación que nos ha tocado vivir. Así lo cree Ángel Fernández Sánchez, psicólogo de Grupo Laberinto.

La personalidad alfa, apunta este experto, despunta temprano y "es especialmente evidente en la adolescencia, donde la competición abierta para ser el más llamativo cobra especial relevancia". Sin embargo, ya como adultos debemos entender que "la relación de supremacía que puede ejercer una persona sobre el resto es algo sistémico y contextual", explica. Por un lado, "ser un líder no te convierte en una persona con derecho a cometer abuso sobre los demás" y, por otro, "en una sociedad democrática como la nuestra, las normas que regulan el comportamiento de los individuos no vienen impuestas por personalidades dominantes, sino por las instituciones, y son los individuos quienes legitiman su valor y quienes las respetan para evitar el rechazo del grupo y la exclusión".

Envejecen antes

La conquista del éxito social y empresarial, o el convertirse en el gran Donjuán serial o de masas exigirá estar siempre a la altura de las circunstancias y no flaquear. Todo ello "implica un esfuerzo y un desgaste físico que pueden llevar a envejecer antes o incluso enfermar, con lo que el alfa terminará perdiendo su estatus social", nos recuerda Ibáñez Talegón. ¿De verdad merece la pena este desgaste, y que encima todo el mundo te odie?

Volviendo a la etología, lo más práctico es dejarse de borderías, e incluso hacerse el bueno si la situación lo requiere. Al fin y al cabo así lo hacen tanto los despóticos alfas como los subordinados betas cuando "utilizan la mentira para conseguir sus objetivos sin confrontación". Esto será especialmente útil si los humanos, como los animales, en realidad nos reducimos al impulso de nuestro potencial reproductor, o si, como decía Schopenhauer, "el fin último de todo amor sexual es realmente más importante que todos los otros fines de la vida humana".

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