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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las redes sociales, un inagotable surtidor de odio

La tecnología permite rastrear a quienes insultan, acosan o denigran en la web. Poner filtros de antemano puede ser la antesala de la censura

Rosario G. Gómez
Logotipos de varias redes sociales.
Logotipos de varias redes sociales.Thomas White (REUTERS)

El profesor del Instituto de Tecnología de Georgia Melvin Kranzberg formuló las seis de leyes rigen la relación entre la sociedad y ese nuevo ecosistema digital construido por programadores e ingenieros. Este historiador estadounidense, que combatió en Europa durante la II Guerra Mundial y fue galardonado por su eficacia a la hora de interrogar a los prisioneros alemanes y obtener información de los emplazamientos de armas nazis, sabía que lo importante de las innovaciones tecnológicas es el uso que se les da. Pueden ser utilizadas para desarrollar terapias médicas o para crear armas de destrucción masiva. De ahí que la primera ley de Kranzberg rece: “La tecnología no es ni buena ni mala, ni tampoco neutra”.

Con las grandes herramientas de la comunicación digital ocurre algo parecido. Twitter y Facebook pueden ser grandes aliados de los medios de información tradicional para alcanzar una audiencia global o convertirse en un peligroso surtidor de noticias falsas. Pueden ser el vehículo a través de cual los ciudadanos lanzan al mundo sus ocurrencias (simples, sesudas, alambicadas, irrelevantes) o un lugar en el que escupir odio, quebrantar la privacidad de las personas o insultar a diestro y siniestro.

Políticos, periodistas, actores, deportistas, presentadores de televisión o toreros son la diana de millones de usuarios de las redes sociales que se escudan en el anonimato para lanzar mensajes injuriosos con los que manchar la imagen del rival. Los comentarios soeces, las bravuconadas o las ocurrencias deleznables que antes se vertían en la barra de un bar ahora se suben a Twitter y a Facebook o se comparten en foros de WhatsApp. Policías municipales de Madrid despellejan en un chat a la alcaldesa Manuela Carmena mientras las redes se llenan de mensajes ofensivos y machistas contra Inés Arrimadas, Ada Colau o Alicia Sánchez-Camacho.

El odio se ha instalado en Internet amparado en una engañosa impunidad. Cada vez son más las denuncias contra esos usuarios que piensan que en las redes sociales cabe todo. Los tribunales han empezado a poner coto a aquellos comentarios vertidos en las redes sociales que atentan contra el honor, la intimidad y la propia imagen. Los mismos delitos que rigen en la vida real se replican en el mundo digital.

Por si no bastara con la acción de la justicia, el PP ha propuesto que las redes sociales dejen de ser un territorio donde los usuarios se escudan en un nombre falso y se obligue a que cada perfil corresponda a una identidad. Habrá que calibrar bien propuestas como estas porque obligar a los usuarios a que emitan sus comentarios bajo su nombre y apellido real iría contra el derecho a publicar bajo seudónimo. La tecnología permite rastrear la dirección electrónica de los que insultan, acosan o denigran en la web. Poner filtros de antemano a las redes sociales puede ser la antesala de la censura.

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