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ENTREVISTA

“En las ciudades que funcionan, ricos y pobres conviven en el mismo espacio”

Eduardo Moreno, director de investigación y desarrollo de capacidades de ONU-Habitat, insiste en que hay que actuar para lograr una convergencia real entre agendas de desarrollo

Eduardo Moreno, director de investigación y desarrollo de capacidades de ONU Habitat.
Eduardo Moreno, director de investigación y desarrollo de capacidades de ONU Habitat. KIKE PARA
Tiziana Trotta
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Hay una expresión que le gusta mucho a Eduardo Moreno, director de investigación y desarrollo de capacidades de ONU-Habitat: "Ponerse las pilas". El experto del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos insiste en que las cosas por sí mismas no van a cambiar y hay que actuar para que las intervenciones en distintos ámbitos de desarrollo estén coordinadas y la convergencia entre las agendas sectoriales no se convierta en un bonito lema, pero distante de la realidad.

Moreno (Guadalajara, México, 1956) viajó desde su despacho de Nairobi a España para ofrecer la ponencia Planificación urbana: construyendo hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el pasado 22 de noviembre en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. "Mi papel aquí no es venir para decirles ‘están bien, sigan por ahí'. Si alguien viene con esta idea y se va decepcionado… ¡Qué bueno!".

El representante de ONU-Habitat se rebela ante la tendencia que, en su opinión, existe en algunos contextos a construir consenso. "Si bien hay un discurso de unificar las agendas de desarrollo, la realidad es que no hemos definido muy bien el camino a seguir. Muchos sostienen que la Nueva Agenda Urbana y los ODS van juntos, pero una cosa es que lo digas y otra es que metodológica, conceptual y técnicamente estés hablando de cosas que realmente puedes unir".

Pregunta. ¿Qué hace falta para que esta convergencia sea real?

Respuesta. Se necesita una reflexión seria sobre en qué consiste esta unión, qué se articula con qué y qué se sacrifica. Una fusión no se puede dar solo por voluntad, sin un análisis muy claro de qué aporta cada una de las partes y en qué condiciones, bajo qué recursos y formas. Y esta discusión no ha tenido lugar. Debemos crear una especie de escalera y pensar que un paso nos va a llevar al siguiente. No puedo decir exactamente cuál es el orden a seguir, pero un escalón claro tiene que ver con la participación de las instituciones sociales en las distintas agendas, con un reparto claro de las responsabilidades. Todavía hay tensiones no resueltas, por ejemplo, sobre el papel de las autoridades locales. La Agenda Urbana y la meta 11 de los ODS otorgan un papel rector también al Gobierno local, pero muchas veces el Ejecutivo central intenta apoderarse del proceso.

Otro peldaño es una discusión sobre gobernanza. Algunas agendas son principalmente locales, pero no hay sistemas de monitoreo y captación de informaciones nacionales. ¿Cómo hacer para que los datos recolectados a escala local sean representativos de todo el país? ¿Cuántas ciudades constituyen el país? ¿Son suficientes los datos de cinco urbes, 10, 15…? ¿Y cómo representan al país? ¿Hablamos en función de la escala o de geografía?

La tecnología en sí misma no va a cambiar la desigualdad

P. ¿Cómo es posible que aún se dé esta situación dos años después de la aprobación de los ODS?

R. Es un proceso que está avanzando en determinadas áreas, aunque habría que avanzar más. Los indicadores no son datos, ni informaciones, sino que ofrecen evidencias de políticas públicas. Escoger prioridades siempre conlleva un coste político, al definir a qué y a quién incluyes o dejas fuera. Los ODS y la Nueva Agenda Urbana brindan una oportunidad única para diseñar un nuevo contrato social en el que los recursos y las acciones tomen forma de un bien público.

P. Seguimos subiendo por la escalera…

R. Nos encontramos con la pregunta: ¿Con quién te acompañas? ¿Cuál es el papel del sector privado, de las asociaciones, del colegio de arquitectos, por ejemplo? Otro escalón tiene que ver con la tecnología. ¿Cómo se integra en la ecuación de desarrollo y la implementación de las agendas? Existe una tendencia a creer que la tecnología es un fin en sí misma, no un medio. Es un error muy grave, porque la tecnología en sí misma no va a cambiar la desigualdad, no permitirá que grupos que han sido excluidos sean de repente incluidos. Es importante también marcar la línea de dónde estás para medir cambios y definir un sistema de monitoreo, seguimiento y evaluación. Hay que diseñarlo hoy, no a posteriori.

P. ¿En este análisis dónde queda el ciudadano de a pie?

R. En muchos lugares del mundo, como Latinoamérica, ha calado la idea de que la responsabilidad es de todos. Hay países como Colombia o Brasil donde la participación ciudadana es muy importante. En otros muchos, los ciudadanos son relegados o incluidos simbólicamente, son consultados cuando ya se decidió. En muchos lugares, se podría recolectar la información a través de la comunidad y pedir a los ciudadanos cuáles son las intervenciones que, desde su punto de vista, tienen que ser prioritarias. Además, tiene que estar informado para que lo que se le está implementando tenga validez y aprobación y se convierta en estrategia de cambio real.

P. Acaba de mencionar el caso de Colombia, un país que afronta el reto de renovar sus infraestructuras tras décadas de conflicto. ¿Cómo puede la Nueva Agenda Urbana contribuir a la construcción de paz?

R. Durante el proceso de negociación de paz, ONU-Habitat preparó un informe en el que, entre otras medidas, se recomendaba no alimentar la dicotomía campo-ciudades. Las políticas que funcionan alrededor del mundo son aquellas que articulan las dos áreas. La planificación urbana no es un instrumento técnico, sino político y está al servicio del bien público. Ayuda a dirimir conflictos, muchos de los cuales están vinculados a la distribución y el uso de la tierra o las decisiones sobre quién se beneficia con la urbanización o no. La planificación desempeña un papel muy importante de reconciliación social, al servicio de una prosperidad compartida. En Colombia, las ciudades presentan profundas divisiones, por ejemplo, entre ricos y pobres. Esta estrategia perpetúa desigualdades y el espacio se convierte así en un vector de cambio negativo. Hay que romper con eso. En las ciudades que funcionan, ricos y pobres conviven en la medida de lo posible. Una ciudad bien planeada, con densidad de población elevada, te lleva a integrar grupos sociales y económicos.

La planificación urbana no es un instrumento técnico, sino político

P. ¿Está cambiando la tendencia de situar las viviendas de interés social en la periferia?

R. Madrid es uno de los peores ejemplos en este sentido. En los últimos 20 años creció tres veces más de lo que necesitaba en relación con su población. La expansión fue propiciada principalmente por la existencia de una infraestructura de conexión y transporte, así como por la presencia de tierra barata. Sin embargo, se dio un mecanismo de especulación de vivienda impresionante que explica que hoy existan tantas casas vacías. La densidad de población también se ha reducido, lo que se refleja en un incremento de gastos y en una mayor producción de gases responsables del efecto invernadero. Todas las políticas ecológicas y medioambientales chocan porque la ciudad misma conspira en su diseño —o en su falta de diseño— con esta visión medioambiental y de cambio climático. 

P. Las ciudades africanas están creciendo de manera muy rápida. En muchos casos, son también las más vulnerables ante el cambio climático. ¿Qué medidas se están adoptando para poner coto a esta expansión sin control?

R. Las ciudades africanas también crecieron tres o cuatro veces más de lo que necesitaban. Solo el 30% de la ciudad se planificó. En África subsahariana, el 60% de la población vive en asentamientos informales. Hay ejemplos de buenas prácticas en ciertas ciudades, pero solo en algunas áreas. Por ejemplo, Lagos y Johannesburgo están registrando buenos resultados en el ámbito del transporte público.

Vehículos circulan bajo una densa niebla en Peshawar, Pakistán.
Vehículos circulan bajo una densa niebla en Peshawar, Pakistán.BILAWAL ARBAB (EFE)

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Sobre la firma

Tiziana Trotta
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, principalmente en Planeta Futuro y en la Mesa Web. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Urbino (Italia), Máster en Ciencias Históricas, Filológicas y de las Religiones por la Universidad Sorbona (Francia) y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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