Ni agencia ni medicinas para ciertos ‘indepes’
Los hechos demuestran que en la Agencia del Medicamento preocupaba el traslado a Barcelona por el secesionismo
Son tan burdas las mentiras del independentismo catalán que desenmascararlas es ya un juego de niños. La última que ha intentado colar para la causa es culpar a la “violencia del Estado” del 1 de octubre pasado y a la aplicación del artículo 155 de la decisión de la Unión Europea de dejar fuera a Barcelona como sede de la Agencia Europea del Medicamento (EMA). El procés, dicen sus dirigentes, no habría sido la razón de la espantada. Tal argumento lo desmiente el sentido común, pero también los hechos.
El 2 de mayo pasado, la ministra de Sanidad Dolors Montserrat, el consejero de Salud Antoni Comín y el ex segundo teniente de alcalde de Barcelona Jaume Collboni se reunieron en Londres con los trabajadores de la EMA y ahí ya se percibió la preocupación por el reto independentista. Interpelado por ello, Comín tranquilizó a los empleados asegurándoles que Cataluña seguiría formando parte de la UE y que la agencia no corría peligro en caso de trasladarse a Barcelona. Algunos le abuchearon.
El 19 de julio, el director de la EMA, Guido Rasi, desayunó en Barcelona, entre otros, con el vicepresidente Oriol Junqueras y la ministra. La candidatura catalana era técnicamente impecable, pero Rasi confesó que era difícil de digerir que la EMA aterrizara en una Cataluña que quería cambiar su statu quo cuando esta abandonaba el Reino Unido justamente por su deseo de cambiar ese statu quo respecto a la UE. Junqueras le aseguró que pasara lo que pasara el 1-O todo sería negociado y acordado con el Gobierno español. Rasi no quedó satisfecho y aconsejó a los españoles que hicieran más visible su unidad de criterio. Pero Junqueras se negó a la propuesta de Montserrat de hacerlo en plena campaña secesionista reuniendo en Barcelona a Mariano Rajoy, Carles Puigdemont y Ada Colau. Así lo cuentan testigos de todo el proceso y así lo relató un periódico catalán en su momento sin que fuera desmentido.
Desde mediados de agosto estaba cantada la derrota de Barcelona y se temía que el riguroso trabajo de las tres administraciones (Gobierno central, Generalitat y Ayuntamiento de Barcelona) durante meses no fuera recompensado. Pero el lunes, cuando la UE descartó Barcelona, el expreisdente Puigdemont y su consejero Comín, conocedores del proceso de selección y de las preocupaciones reales de los implicados, echaron la culpa desde su exilio en Bruselas a “las porras del ministro Zoido” el 1-O y aseguraron que hasta ese día Barcelona era la favorita.
Así, de farsa en farsa, muchos políticos independentistas han construido su quimera destruyendo la credibilidad de Cataluña. Se niega la evidencia, se manipula la realidad y se defienden los intereses propios a través de performances en el Congreso a cargo del saltimbanqui Gabriel Rufián. Hace años, Cataluña era el destino soñado de miles de europeos. Hoy, una agencia comunitaria huye despavorida. Pero no hay más ciego que el que no quiere ver y para esta dolencia no hay medicamento que valga.
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