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Por qué los bebés de seis meses no solo entienden ‘mamá’ y ‘papá’

Desde muy pequeños, los niños agrupan las palabras que oyen en campos semánticos

Los investigadores utilizaron seguimiento ocular para medir la comprensión de 51 bebés.
Los investigadores utilizaron seguimiento ocular para medir la comprensión de 51 bebés.Pixabay

“¿Dónde está el pañal?”, recita una voz en los auriculares del padre. Éste, con los ojos vendados para no estropear el experimento, repite en voz alta. La pregunta, formulada por investigadores en un laboratorio de psicología, va dirigida a su hija, que está sentada en su regazo observando una pantalla con fotografías de objetos cotidianos. Ella no puede hablar —con tan solo seis meses, ni siquiera señala todavía— pero lo entiende, porque su mirada obvia la fotografía del libro y se desvía hacia el pañal. Todo queda registrado por las cámaras del laboratorio, que están equipadas con tecnología de seguimiento ocular.

Éste experimento es el primero en demostrar que los niños, incluso a los seis meses, utilizan redes de vocabulario sencillas para reconocer palabras que han oído antes. Los investigadores estadounidenses Elika Bergelson y Richard Aslin, de las universidades de Duke (Carolina del Norte) y Rochester (Nueva York), respectivamente, realizaron la prueba de seguimiento de ojos a 51 bebés neoyorquinos para medir su comprensión de sustantivos concretos. Varios estudios de los últimos años han demostrado que los bebés de seis meses ya entienden nombres propios y algunos sustantivos concretos. Sin embargo, los investigadores desconocían si las primeras palabras se aprenden como "islas" de conocimiento inconexas o si el vocabulario temprano ya está dotado de estructura semántica, como ocurre en niños mayores y en adultos.

El vocabulario temprano ya está dotado de estructura semántica, como ocurre en niños mayores y en adultos

En este estudio, publicado hoy en PNAS, los autores mostraron a los bebés varias parejas de imágenes. Algunas eran de objetos relacionados semánticamente (por ejemplo, libro y pelota), mientras que otras eran de objetos dispares (como libro y pañal). Los bebés muestran mejor comprensión —es decir, miran más a la foto correcta después de oír el sustantivo— cuando los objetos no están relacionados. El resultado es mucho más claro de lo que cabría esperar si observasen las imágenes al azar, lo cual demuestra que se apoyan en las relaciones semánticas de las palabras para decidir su significado. “Este estudio indica que los modelos de aprendizaje que tenemos para edades más avanzadas ya se aplican a estas edades tan tempranas”, explica Ruth Tincoff, una psicóloga del College of Idaho (EE UU) ajena a este estudio.

La explicación más intuitiva para justificar el resultado es que los niños muy pequeños saben suficiente acerca de los sustantivos citados como para descartar un objeto que no está relacionado semánticamente, pero no los conocen con suficiente detalle para distinguirlos de otra palabra relacionada. Por ejemplo, un bebé podría saber que nariz nunca se refiere a un libro, pero no saber si nariz puede referirse a una boca. Sin embargo, hay otra hipótesis que los expertos no descartan: quizás los niños realmente reconocen el objeto nombrado, pero los estímulos de oírlo y verlo en pantalla activan sus conocimientos de otras palabras relacionadas, distrayéndolos.

Del laboratorio al hogar

Este estudio es pionero al integrar datos de laboratorio con observaciones de bebés en sus hogares: Bergelson y Aslin dieron grabadoras de sonido a los padres de 41 de los bebés que habían puesto a prueba, para medir la influencia del entorno familiar en la comprensión general que habían demostrado estos niños en el laboratorio. Durante un día completo, los investigadores grabaron todo lo que les decían los padres a sus hijos, y además pudieron ver desde el punto de vista de los pequeños gracias a cámaras que les pusieron en la cabeza durante una hora.

Así, los investigadores midieron varios parámetros que se asocian con un vocabulario amplio en niños mayores, como la cantidad de sustantivos que oyen de los padres a lo largo del día, la variedad de contextos en los que se oye cada palabra, o la presencia del objeto nombrado en el campo de visión del niño. Éste último factor es el que más fuertemente se asocia a la comprensión de sustantivos en niños de seis meses. Es decir, los bebés que estaban acostumbrados a que les nombrasen objetos de su entorno demostraron mejor comprensión en la prueba de las fotografías que los que oían una cantidad similar de palabras en casa pero sin ver a qué hacían referencia éstas.

Bergelson se percató de este fenómeno hace unos años, lo cual le permitió explicar por qué los niños aprenden sustantivos antes que otras categorías léxicas, como verbos. Sin embargo, ésta es la primera vez que ha podido demostrar que la presencia de los objetos nombrados en el campo de visión refuerza el aprendizaje dentro de la propia categoría léxica de los sustantivos, y en niños tan pequeños como estos.

Hay una brecha entre lo que pueden medir los métodos de laboratorio y la riqueza de la información que los niños reciben en sus interacciones del día a día

Cabría esperar que los otros factores —como la cantidad de veces que los niños escuchan una palabra en casa— también tuviesen un gran efecto sobre su comprensión, dada la importancia de estos componentes para el aprendizaje en edades más avanzadas. No parecen tenerlo a los seis meses, pero Tincoff cree que esto podría deberse a la falta de madurez de los métodos de investigación, no la de los bebés. “Hay una brecha entre lo que pueden medir los métodos de laboratorio y la riqueza de la información que los niños reciben en sus interacciones del día a día”, señala.

Las mejoras en nuestro conocimiento de los procesos de aprendizaje tempranos podrían ayudar a predecir y tratar problemas cognitivos con antelación. “¿Hasta qué punto estos conocimientos tempranos predicen la evolución del aprendizaje en el futuro, y hasta qué punto influye el entorno del hogar en todo esto?”, se pregunta Bergelson. “Tendríamos que ver si un experimento más representativo sería capaz de predecir que un niño tenga mayor probabilidad de ser autista, o si un niño en un entorno de pobreza tendrá problemas de aprendizaje”, sugiere la investigadora.

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