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MIRADOR
Columna
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La matraca

A cierta edad, uno ya no aguanta tanto las confidencias interminables y los discursos ensimismados de los demás

Julio Llamazares
Los presidentes de ANC, Jordi Sánchez, y Omnium, Jordi Cuixart a su llegada a la Audiencia Nacional.
Los presidentes de ANC, Jordi Sánchez, y Omnium, Jordi Cuixart a su llegada a la Audiencia Nacional.Jaime Villanueva

El mejor resumen del procés político catalán lo ha hecho el compañero de celda de uno de los Jordis en la cárcel de Soto del Real al pedir el cambio de celda porque ya no aguantaba más “la matraca independentista” de éste. Prefería que roncase, declaró.

Como sufridor experimentado de grandes matraquistas de la noche, de los más variados temas, en mis años noctámbulos, que fueron muy largos, comprendo perfectamente al pobre preso, cuya condena ya es suficiente como para que le añadan otra como es la de aguantar día y noche y sin escapatoria la paliza del compañero de celda. En los bares, al menos, uno tiene la opción de irse o de cambiar de sitio en el mostrador. Aunque tampoco esto último te garantice del todo la libertad: “Vengo contigo —me dijo en una ocasión un profesional de las chapas nocturnas pegándoseme de nuevo después de haber huido de él— porque todos esos de ahí (señaló el otro extremo del mostrador) son unos palizas”.

A cierta edad, uno ya no aguanta tanto como de joven las confidencias interminables y los discursos ensimismados de los demás, que suelen ser repetidos, por lo que acabas por aprendértelos de memoria y a lo que aspira es a que le dejen tranquilo. Supongo que, si estás preso, la necesidad de que te dejen en paz es mayor aún, puesto que bastante tienes con tus pensamientos como para que venga otro a contarte los suyos. Así que entiendo que el compañero de celda del Jordi independentista, no sé si Cuixart o Sànchez, tanto da, pidiera el cambio a la dirección de la cárcel y que ésta se lo concediera al instante, compadecida de su situación. Yo también me he compadecido muchas veces de mí mismo sin poder optar a lo mismo que el preso por carecer del valor de él. Por no ofender uno aguanta a veces cosas que el otro no le aguantaría a uno.

Le atribuyen a Winston Churchill, el primer ministro británico en la II Guerra Mundial, la afirmación de que la vida es demasiado corta para aprender alemán. Mutatis mutandis yo afirmaría que la vida es demasiado corta para ser independentista. Pero aquí sigue uno con el raca raca después de toda una vida aguantando, primero, la matraca nacionalista española de la dictadura, luego la vasca y ahora la catalana… y de nuevo la española, con las banderas de unos y otros colgando de los balcones como si todavía siguiéramos en aquella. Y, lo que es mucho peor, para seguir. Fue el propio Churchill el que afirmó que un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión, pero tampoco quiere cambiar de tema.

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