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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La caja de Pandora

Preocupa que el secesionismo catalán contribuya a desintegrar Europa

El País
Manifestación en Barcelona contra el arresto de los dos líderes separatistas catalanes.
Manifestación en Barcelona contra el arresto de los dos líderes separatistas catalanes. Cristobal Castro (EL PAÍS)
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Pandora’s box

La aventura secesionista en la que el Govern y parte del Parlament han embarcado a Cataluña tiene consecuencias que trascienden las fronteras españolas y que, con toda justificación, están generando honda preocupación entre los socios europeos de España.

Aunque las autoridades catalanas presenten su desafío al Estado como una festiva aventura con final feliz asegurado, fuera de España son percibidos como unos irresponsables que manipulan imprudentemente una caja de Pandora que a Europa le ha costado siglos e inmensos sufrimientos cerrar y que nadie quiere volver a ver abierta.

Cada día que pasa, los responsables políticos europeos tienen más claro que el proyecto de los independentistas catalanes de reinstaurar el mapa medieval de la península Ibérica les va a afectar negativamente. Temen, con razón, que Cataluña sea el anticipo de un movimiento disgregador contrario al esfuerzo integrador que ha garantizado el bienestar y la paz a Europa tras el final de la II Guerra Mundial, causada precisamente por el triunfo de los nacionalismos irredentistas.

Así lo han entendido los líderes actuales de la UE y también destacadas figuras políticas que han contribuido a su construcción. Como señaló desde las páginas de este periódico el exministro alemán de Exteriores Joschka Fischer —que habla desde la izquierda europea— sería absurdo desde el punto de vista histórico entrar en una fase de secesión y desintegración en el siglo XXI.

Desde los Balcanes, donde las heridas de la terrible guerra que se vivió tras la ruptura de la desaparecida Yugoslavia podrían reabrirse y reanimar los conflictos fronterizos, hasta los bálticos y Ucrania, donde Rusia ha mostrado una y otra vez su deseo de revancha por haber perdido su área de influencia, la vía ilegal y rupturista catalana hacia la independencia está siendo observada con mucha atención.

La constante agitación proveniente de Rusia, patente en las actividades de Julian Assange y las granjas de trolls rusos, las declaraciones de Putin recordando sus admoniciones sobre Kosovo, y la reciente visita de los líderes de Osetia del Sur, a invitación del independentismo, para estrechar relaciones con el procés, revelan con toda claridad quién está alentando y cómo espera beneficiarse del caos sembrado por el soberanismo catalán.

La Unión Europea tomó como base los Estados-nación para construir una estructura que los superara a la vez que garantizaba la pluralidad y las identidades. Destruir uno de esos Estados —como lo haría una hipotética independencia catalana— es un golpe letal no solo para España sino para toda Europa. No se extrañen los independentistas de que en vez de solidaridad, en el resto de Europa solo generen ansiedad y preocupación.

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