Una alternativa creíble
Una opción posible es un acuerdo de mínimos sobre una reforma federal de la Constitución
Me siento como el gafotas y cabezón atropellado en el colegio por los acosadores de turno, encelados unos por sus exhibiciones de poder matonil y encelados otros por su convicción de encarnar a un pueblo al que le falta la mitad de la ciudadanía. La diferencia con los matones de colegio es que la mayoría de catalanes, según las encuestas, somos ese gafotas indefenso, consternados ante la intrusión abusiva y de máximos programada con el artículo 155, y a la vez desafectos a una independencia sin mayoría reforzada e inspirada en el vejatorio estrangulamiento democrático del 6 y 7 de septiembre en el Parlament.
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Mientras tanto, el estropicio es ya masivo pero sigue metida en un cajón la alternativa política creíble al doble bloqueo catalán. El absurdo dramático en el que los dos fundamentalismos nacionalistas nos han instalado es que todo pasa por la victoria de uno y la derrota del otro. Pero es falso. Lo que está en el cajón y debería estar a la vista de todos es un acuerdo de mínimos sobre una reforma federal de la Constitución que evidenciase en su luminosa sensatez que sí hay solución. La causa real para no activarla son dos nacionalismos a la greña, cada uno hipertrofiando perversamente la cuota menor de razón legal y política que les asiste.
La gestión prepotente del 155 puede arruinar del todo la credibilidad internacional de Rajoy. Pero en ese mapa, el 1 de octubre tampoco gana nada porque su insolvencia democrática no la redimen ni las abominables porras ni el encarcelamiento injustificado de dos líderes sociales. La única vía para escapar a esa pesadilla gore es la política, y la política empieza con un pacto de negociación convincente y poderoso: es real, existe y tiene el aval mayoritario de la población en Cataluña. Quien tiene la madeja para esa salida política es un PSOE apoyado por el PSC, desligado de sus cuadros más numantinos y capaz de desautorizar al sector plateado y su tácita ambición de un gobierno de concentración, como ha ofrecido ya Rajoy. No enjugará el daño del apoyo del PSOE a un 155 desaforado, pero al menos le liberará del abrazo del oso del PP, mientras pone rumbo firme a una salida política.
El bloqueo actual abre paradójicamente el campo a la inteligencia táctica del PSOE y de Podemos si de veras ambos asumen que existe solución y no una sola, sino muchas
La reforma federal del Estado, con propuestas claras de financiación de las autonomías y adaptada a la sociedad de hoy, puede no ser la solución celestial y divina de un problema terrenal y humano. Pero frente a la apisonadora política del 155 parece herramienta mejor dotada para generar el inicio de un cambio de ciclo que atraiga a las fuerzas políticas que comparten ese proyecto, y sobre todo Podemos, además de un muy alto porcentaje de catalanes ahora sin alternativa creíble a la vista. En siete años, y por vías democráticas ordinarias y extraordinarias, el independentismo no ha convertido su minoría mayoritaria en una mayoría reforzada. La táctica actual pasa por el desmadre intervencionista de Rajoy como fuente para una nueva legitimidad moral y emocional, con la consiguiente cosecha en caliente de independentistas. Es una vía agónica: o sigue fiel a la siniestra ley del cuanto peor, mejor, y el 155 es la coartada para una DUI insensata, como quieren los integristas de ambos gobiernos, o adelanta Puigdemont las elecciones, en un acto de auténtico voltaje democrático.
El bloqueo actual abre paradójicamente el campo a la inteligencia táctica del PSOE y de Podemos si de veras ambos asumen que existe solución, y no una sola, sino muchas, con una amplísima gama de matices y de grados, de plazos y de intensidades. La izquierda en España tiene suficiente fuerza como para defender sin reservas que su ley de conducta política no es el nacionalismo sino la acción que propicia el bien de las mayorías sin abrumar a las minorías.
Esas mayorías, juraría que catalanas y españolas, están esperando el signo, la señal y hasta el programa articulado para escapar al diabólico pacto en que están Rajoy y Puigdemont. Sí hay solución, es una solución negociada, difícil y ambiciosa, pero hace falta que salga del cajón y hasta del armario para poner en marcha el juego político y observar pacientemente cómo funciona puesta ya sobre la mesa. Obviar que existe esa solución condena a la izquierda por omisión a actuar con la misma mezquina y devastadora irresponsabilidad que están exhibiendo, a día de hoy, los gobiernos de Rajoy y de Puigdemont.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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