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Verdades y mentiras en el ‘caso Pinto’

Documentos relacionados con los dos procedimientos judiciales abiertos para investigar este caso.
Documentos relacionados con los dos procedimientos judiciales abiertos para investigar este caso.James Rajotte
Mónica Ceberio Belaza

Lunes, 2 de octubre de 2017. Planta octava de los juzgados madrileños de Plaza de Castilla.

Un hombre con traje azul y corbata da vueltas de un lado a otro. Está esperando para entrar en la sala. Se aprecia desde lejos que está muy nervioso. Es un conocido empresario de 53 años cuya vida se trastocó por completo hace cuatro, cuando fue acusado de acosar, amenazar y agredir a una mujer en un caso que ha inundado periódicos y por el que ha quedado retratado como el malo perfecto: rico de nacimiento, amigo de los Reyes y capaz de hacer lo que sea para conseguir sus propósitos. Se llama Javier López Madrid./

En la planta de abajo espera una mujer, Elisa Pinto. Viste traje de chaqueta y falda, camisa blanca y altísimos tacones y va acompañada de una amiga. También desprende nerviosismo. Esta dermatóloga tiene una larga melena rubia, 49 años y está extremadamente delgada. Ha sido calificada por algunos como psicópata de manual y por otros como víctima de manual. Acusa a López Madrid de haberla vejado y acosado durante dos años y de haber pagado para que la apuñalasen dos veces. Él a su vez la acusa a ella de haber hostigado y amenazado a su mujer, a sus hijos, a sus amigos, a los amigos de sus hijos, a él mismo, y de haber organizado una complicadísima trama basada en mentiras y manipulaciones.

La doctora Pinto baja de un coche.

Hoy se van a encontrar cara a cara delante de una de las juezas encargadas de averiguar la verdad de este intrincado caso que ha tocado de lleno a la alta sociedad madrileña y que tiene todos los ingredientes para convertirse en un cóctel informativo perfecto: sexo, dinero y poder y, en medio de todo ello, las cloacas del Estado.

Cuando te acercas por primera vez a este asunto, es fácil pensar una cosa por la mañana y otra radicalmente distinta por la tarde. Los giros de guion son constantes. Por eso, para entender algo, lo mejor es ordenar los hechos. Y comenzar por el origen de todo: la visita de un matrimonio a la consulta de una dermatóloga.

Abril de 2012. El encuentro.

Javier López Madrid y su mujer, Silvia Villar Mir -hija del marqués Juan Miguel Villar Mir, presidente del grupo que lleva su nombre-, eran pacientes del prestigioso dermatólogo Joaquín Soto Melo. A principios de 2012, el doctor, de 80 años, enferma, cierra la consulta, y pasa muchos de sus clientes a Elisa Pinto, que había trabajado con él durante casi dos décadas. Ella se convierte en la dermatóloga de la familia López Madrid.

El caso tiene todos los ingredientes para convertirse en un cóctel informativo perfecto: sexo, dinero, poder y, en medio, las cloacas del Estado.

El empresario tiene en ese momento 47 años; la doctora, 43. Ambos están en la cúspide profesional, económica y social. López Madrid, abogado y economista, es en ese momento consejero de la constructora OHL y CEO de su grupo matriz, el grupo Villar Mir, el holding empresarial de su suegro que incluye también la metalúrgica Ferroglobe y el grupo Fertiberia. Además ha fundado Tressis, una agencia financiera que va como un tiro. Es un ejecutivo con fama de encantador, carácter nervioso, amante del lujo, con cargos en distintos consejos de administración y una agenda frenética en la que se incluyen viajes constantes y reuniones con políticos y banqueros. Pertenece al círculo íntimo del rey Felipe junto a los hermanos Álvaro y Ricky Fuster. Su padre, Germán López, ya fallecido, había sido un importante empresario, fundador en España de la importadora Volvo Concesionarios y de la cadena de almacenes Simago.

Elisa Pinto procede de  un universo radicalmente distinto. Hija de un judío sefardí nacido en Tetúan y nacionalizado español en 1968, y de una mujer de origen soriano, su infancia de clase media transcurrió en el barrio de Ventas, en un piso de ladrillo visto. Su padre estaba jubilado y su madre era ama de casa. Fue una niña introvertida, lista y muy estudiosa, siempre la primera de la clase en el colegio concertado de monjas de enfrente de su casa. Tras estudiar Medicina en la Universidad Complutense de Madrid aprobó el examen MIR en 1993 e hizo la residencia en dermatología en el Hospital Gregorio Marañón con Soto Melo. Se doctoró y contrajo matrimonio con Carlos Sánchez Cabezudo, especialista en cirugía general y digestiva, con quien sigue casada.

Cuando conoce a López Madrid, su trayectoria económica y social ha dado un paso de gigante. Vive en un lujosísimo y amplio ático-dúplex en la calle Pío XII, en el barrio de Chamartín,  sus hijos (dos niños y una niña de nueve, ocho y cinco años en 2012) acuden a prestigiosos y caros colegios británicos de la zona y sus vecinos son, por ejemplo, Konstantin Sajonia-Coburgo y una de las nietas de Franco, Arancha Martínez-Bordiú. Viste carísimos vestidos y zapatos y luce bolsos de Hermès y anillos de Cartier.

Cuando el empresario la conoce, le parece que es una mujer interesante y muy inteligente -adjetivo recurrente en la gente que la ha tratado-. Ella le quita un lunar, intiman y pronto empiezan a hacerse confidencias. La relación avanza, tiene su punto álgido, y en un momento dado se va apagando.

Junio de 2013. Comienza el acoso.

Mientras la relación entre López Madrid y Pinto experimenta sus vaivenes, durante el verano y el otoño de 2013 un grupo de mujeres empieza a recibir decenas de llamadas inquietantes. A veces escuchan a alguien colgar. Otras, una voz distorsionada, como de niña, las amenaza:

Al poco, a sus maridos e hijos les empiezan a sonar los móviles también.

Las llamadas son constantes, a cualquier hora del día. Muchas veces, de madrugada. Las mujeres tienen un punto en común: todas son guapas, y más o menos amigas de López Madrid.

El empresario también recibe llamadas. Le insultan. A su mujer le dicen que él es infiel, un ser despreciable.  A su hija, que su padre solo está con su madre por dinero. Alguien quiere hacer mucho daño a López Madrid volviendo loco a su entorno con acusaciones de carácter sexual. La situación se prolonga durante meses.

La calle de Triana, en Madrid, lugar en el que la dermatóloga dice haber sido apuñalada por el comisario Villarejo.

¿Extorsión? ¿Sicarios? ¿Una amante despechada? Los amigos de López Madrid no tienen ni idea de lo que está pasando, pero no aguantan más. Viven angustiados sin saber exactamente quién les está acosando y hasta qué punto es peligroso. Unos son muy amigos del empresario; otros, no tan cercanos. Una en concreto, con la que parecía especialmente obsesionado el acosador o acosadora, sufre un auténtico calvario. Cuando las llamadas empiezan a mencionar los nombres de sus hijos, algunos, con miedo, dan un ultimátum al empresario: o lo denuncia ante la policía o lo harán ellos.

López Madrid no quiere que la historia trascienda. Prefiere que alguien investigue el tema de forma discreta y tratar de frenar el acoso sin denunciar. Por consejo de un amigo, va a ver a un detective: José Villarejo, un personaje peculiar, desconocido entonces para la opinión pública, que es a la vez comisario de policía en activo, abogado y empresario que maneja un complejo entramado societario. Él es el tercer protagonista de esta historia.

El 10 de diciembre de 2013, acompañado de un abogado, López Madrid se presenta por sorpresa en la consulta de la doctora Pinto y la acusa de ser la autora de las llamadas. “Elisa, por favor, olvídate ya”, le dice, según se escucha en la grabación del encuentro, colgada en El Español. “Yo no sé qué te he hecho para merecer esto, ni sé cómo puedes mirar a tus hijos por las noches. Métete en un centro, mira, pero déjame en paz, deja en paz a la gente. No hay derecho a lo que estás haciendo”.

Le asegura que hay muchas denuncias puestas contra ella, aunque no es cierto. Que va a tratar de pararlas, pero que la policía irá a verla porque tiene pruebas de su culpabilidad. Todo es un farol. La doctora responde con voz queda: “No sé qué decirte, no sé de qué me estás hablando”. “Ya me has hecho suficiente daño”, insiste el empresario. “Como ves, y eres una buena dermatóloga, lo puedes ver en mi cara: ya has hecho suficiente daño. Ya está, ya está ¿vale? (…) Olvídate”.

13 de diciembre de 2013. Se desata la violencia.

Hasta ese momento las llamadas injuriosas no se habían hecho a través de un operativo muy complejo: todas procedían de cabinas telefónicas o de un único teléfono prepago comprado en un locutorio a nombre de una mujer de 39 años residente en Toledo cuyo DNI aparece en Internet. Y la tarjeta que había comprado el autor de las amenazas era de Lebara, una compañía con controles de identificación más laxos que el resto. En algunos locutorios, basta con decir que se te ha olvidado el DNI o que la tarjeta es para tu padre, madre o hermano para que la obtengas sin problema si llevas el número del documento anotado en un papel.

José Villarejo en la foto del álbum fotográfico de la policía que enseñaron a Elisa Pinto cuando ella lo reconoció como su agresor. Y una foto actual del comisario.

Pero, a partir de aquella visita a la consulta, todo cambia. Tres días después, alguien compra una segunda tarjeta prepago, esta vez a nombre de Javier López Madrid. Más tarde se adquieren otras, una de ellas a nombre de uno de sus hijos, menor de edad. En total se van a usar más de ocho, compradas todas en dos locutorios de Madrid (uno de ellos, el mismo en el que se había adquirido la primera, la de la mujer de Toledo). Se utilizan para verter insultos telefónicos cada vez más brutales. Aparecen mensajes SMS en los que unos extraños sicarios acusan al empresario de ser quien les paga. Y desde esos mismos teléfonos se empiezan a mandar amenazas también a Elisa Pinto.

Un grupo de amigos de López Madrid, él mismo y su familia comienzan a recibir amenazas telefónicas entre junio y septiembre de 2013.

La doctora, por otro lado, acude a la policía antes de Navidad a poner una denuncia. Dice a los agentes que ha visto a dos personas en la terraza de su lujosa casa. Regresa otro día y asegura que alguien ha amenazado a su hijo a la salida del colegio; luego, que recibe constantes amenazas de muerte por teléfono y SMS; finalmente, que le han clavado un cuchillo mientras estaba en su coche. Todo esto lo hace sin mencionar ante los agentes a López Madrid. Solo les dice que el agresor es muy poderoso y que no puede revelar su identidad. Finalmente, descontenta por la actuación policial, Pinto acude a la Guardia Civil, da el nombre del empresario y asegura que lleva dos años acosándola sexualmente. Tres días después, denuncia que la han acuchillado de nuevo, en plena calle y en presencia de su hijo mayor, de 10 años, agresión de la que meses después acabará acusando al comisario Villarejo.

La doctora asegura que vive en pánico, que ha tenido que contratar seguridad privada y que López Madrid le ha hecho padecer un infierno. Él, que ha sido renuente a hacerlo, también la acaba denunciando. Dice que él, sus hijos, su mujer, sus amigos y los hijos de sus amigos viven inmersos en una película de terror organizada por Pinto, a la que califica de obsesiva desequilibrada.

La doctora Elisa Pinto habla por teléfono en la calle.

Hoy siguen abiertos dos procedimientos judiciales: uno, en el juzgado 39 de instrucción de Madrid, por el acoso y agresiones presuntamente infligidos por Javier López Madrid a Elisa Pinto –en el que está imputado el comisario Villarejo por el segundo apuñalamiento de la mujer, que le ha reconocido como su agresor-; otro, en el juzgado 26, por el presunto acoso y amenazas de Elisa Pinto a Javier López Madrid y su entorno. La juez del 39, Belén Sánchez, archivó el caso contra López Madrid por falta de pruebas en su contra y por falta de credibilidad de la denunciante, pero lo reabrió tras una resolución de la Audiencia Provincial de Madrid que daba la razón a un recurso de Pinto y determinó que se practicaran nuevas diligencias.

Las pruebas del acoso.

Elisa Pinto asegura que, al poco de conocerse, el empresario traspasa todos los límites, que ella le para los pies y que él entonces comienza a acosarla. Que se presenta por sorpresa en lugares en los que ella se encuentra y que a lo largo de 2012 y 2013 le manda de día y de noche chats interminables de carácter sexual y violentos en los que también la amenaza con destruirla social y profesionalmente si no accede a sus requerimientos. Retrata a un hombre acostumbrado a tener lo que quiere que no acepta un no por respuesta.

Pero la doctora no ha aportado aún ninguno de estos mensajes a los jueces. En una conversación grabada por la Guardia Civil que ella mantiene con una paciente en junio de 2014 -en la que le pide ayuda para filtrar su caso a la prensa-, asegura que tiene peritados algunos de los chats de Whatsapp que ha recibido. Este peritaje, sin embargo, no ha llegado a ninguno de los dos juzgados que llevan el asunto y ella dice ahora que en realidad borraba los textos para que no los vieran sus hijos.

¿Qué pruebas presenta ella entonces para acreditar el acoso? Fotos, audios y regalos de López Madrid. Algunas imágenes son de escenas cotidianas y viajes; otras, sexualmente explícitas. Hay también siete audios de contenido sexual y algunos regalos como un Ipod o dos anillos de Tiffany’s y Cartier (este último, encargado por ella en la tienda y recogido y pagado por él). Todo ello podría ser algo normal en el marco de un affaire. Por eso es importante determinar si lo hubo.

Al principio los dos lo negaron. López Madrid reconoció más tarde ante la policía, en 2015, que hubo algo entre ellos –no “relación sentimental”, pero algo-. No así Elisa Pinto, que ha mantenido desde el comienzo que solo se vieron una vez fuera de la consulta, en una cafetería, y que la relación se ciñó a un flirteo a base de mensajes de Whatsapp durante el verano de 2012. Sin embargo, algunas grabaciones reproducidas en sede judicial chocan con su versión. En una conversación con una amiga se le escucha decir:

La charla, grabada por la Guardia Civil, es bastante clara. Sin embargo, las dos mujeres, tras escucharla en sede judicial y a pesar de que se les advirtió de su obligación de decir la verdad y de que podían incurrir en falso testimonio, negaron en julio pasado que haya habido nada más que un flirteo entre López Madrid y Elisa Pinto.

Javier López Madrid.

López Madrid por su parte, ha aportado en su defensa una serie de correos electrónicos (52) que ella le escribió, fechados entre febrero y octubre de 2013, cuando la doctora asegura que estaba siendo acosada de forma terrible por el empresario. Algunos  son consejos médicos o de nutrición sin más. Pero en otro, de febrero de 2013, Pinto reenvía un enlace a un artículo con dibujos de posturas sexuales de la revista Men`s Health; en marzo, le manda un link a un artículo de medicina y, cuando él responde que es “un lujo tenerla de médico de cabecera”, la doctora contesta a su vez: “¿sólo como médico de cabecera?”. En dos correos de mayo incluye unos enlaces a unos artículos de Fernando Sánchez Dragó sobre la lujuria y en otro le envía su nueva dirección de correo. Todos son extremadamente amistosos.

A finales de julio y en agosto, cuando según la doctora el acoso era más intenso que nunca y él amenazaba con arruinarle la vida, ella sigue mandando correos.  En uno le pregunta cuándo vuelve de las vacaciones y en otro le habla de un “regalo toscano” que le iba a hacer.

El 5 de septiembre, según la doctora Pinto, él intenta asfixiarla en plena calle (algo que no denuncia ante la policía). Dos días más tarde, ella le envía un correo con un texto sobre la amistad y lo bueno que es rodearse de personas mejores que uno mismo. Otros dos días después le manda de forma muy cordial una información sobre una app para celiacos (un hijo de López Madrid lo es) y el 16 un enlace a un artículo de Salvador Sostres sobre el hotel Costes de París.

¿Por qué mandó esos correos? La doctora ha declarado muchas veces que aceptó mantener una relación por esa vía como mal menor, para reconducir hacia una amistad la supuesta obsesión sexual de él, y uno de sus abogados ofreció una explicación para cada uno de ellos en uno de sus escritos. Otro día, sin embargo, Pinto cambió su versión y dijo a la juez que en realidad no los recordaba, que quizá estaban manipulados.

Por otro lado, durante esos meses de supuesto acoso, la doctora Pinto depositó en Tressis, la agencia de valores fundada y presidida entonces por López Madrid, un millón de euros. Luego, en diciembre, días después de que él la visitara en la consulta acusándola de ser la autora de las llamadas que hostigaban a sus amigos y a su familia, la doctora abrió un plan de pensiones en la misma empresa, con 10.000 euros.

A partir de diciembre de 2013, el caso se convierte en un galimatías de tarjetas prepago, correos, audios y unos supuestos sicarios que aparecen en escena.

¿Por qué crear nuevos vínculos e invertir en la compañía de alguien que te está acosando? La doctora asegura que cuando fue a Tressis desconocía que era de López Madrid; que se lo encontró allí por sorpresa, que ella entonces quiso retirar el dinero y que él le rogó que no lo hiciera. Frente a esto, el consejero delegado de Tressis declaró ante la juez que fue López Madrid quien concertó la cita inicial y quien introdujo a la mujer. Y un correo de la propia Elisa Pinto confirma más esta versión que la suya: El 5 de junio, un día después de abrir la cuenta, de forma totalmente cordial ella le explica por mail a López Madrid que va a mandar su DNI a Tressis para formalizar la inversión -mientras le cuenta una enigmática historia sobre porqué en su documento pone que ha nacido en Madrid en 1968 en vez de en Chicago en 1973 (algo que le había dicho al empresario con anterioridad, pero que no es cierto: según los registros, la mujer nació en la madrileña maternidad de Santa Cristina).

Torre Espacio, sede del grupo Villar Mir.

La defensa del empresario ha presentado también, como prueba de descargo, regalos que la doctora le hizo durante la época del presunto acoso. Dicen, por ejemplo, que “el regalo toscano” al que hace referencia en el correo de 25 de agosto de 2013 consistió en unos chocolates que ella le envió a Tressis. Y aportan la carta manuscrita que supuestamente los acompañaba: “No podía no enviártelas… estas tabletas llevan tu nombre desde julio (aunque acaben de llegar de Toscana). Dicen los entendidos que es el mejor chocolate del mundo”.

Aportan otro regalo, también con carta manuscrita, que dice lo siguiente: “Contenido de la caja sorpresa: 1) Libro de bolsillo y tapa blanda!!!!!! Ya no tienes excusa!!!! 2) Luz… (sin comentarios) 3) una tableta para endulzar el día de las únicas tres que conseguí en Milán”. La doctora Pinto ofrece la siguiente explicación: la caja y la letra sí son suyas… pero porque el día que López Madrid fue a su consulta acusándola de estar hostigando a sus amigos, el empresario, al ver allí una caja de regalo que no era para él, la robó.

Abril de 2014. La Guardia Civil investiga.

El servicio de atención a mujeres y menores de la Guardia Civil (EMUME), donde Pinto acude a denunciar el acoso, investiga a fondo durante meses. Finalmente, en tres informes, los agentes señalan que los posicionamientos de los teléfonos desde los que se han hecho las llamadas amenazantes apuntan a Elisa Pinto y no a Javier López Madrid.

El primer informe, de diciembre de 2014, sobre dos de los teléfonos que se han usado para acosar, concluye que tanto el teléfono de la doctora como el que hace las amenazas “casi siempre conectan desde antenas próximas entre sí y siempre cercanas tanto al domicilio de Elisa como a su lugar de trabajo”. En dos ocasiones el teléfono con el que se amenaza activa repetidores en San Martín de la Vega (Madrid) y en Quintana de Gormaz (Soria), justo coincidiendo con visitas de la doctora a esas localidades.

A la izquierda, correos enviados entre Elisa Pinto y Javier López Madrid. A la derecha, mensaje amenazante mandado por los presuntos sicarios.

Los agentes reflejan además que la dermatóloga les mintió cuando acudió a San Martín de la Vega: la llamaron cuando estaba allí y aseguró que se encontraba en su consulta. En realidad había ido a ver a un santero llamado Antonio. Se lo reconoció después a los investigadores y les confesó que les había mentido porque le daba vergüenza contarlo.  Las grabaciones de las conversaciones con el santero revelarían después que la doctora le preguntaba al santero si le estaba dando caña a “él” (en medio de una conversación sobre López Madrid) y que, para justificar su desesperación, le había contado que habían tratado de secuestrar a uno de sus hijos en la Iglesia, algo que jamás denunció ante la policía.

Pinto se defiende del informe sobre los posicionamientos de los teléfonos argumentando que los supuestos sicarios la seguían día y noche, y que por eso los mensajes de acoso se mandaban desde donde ella estaba. La Guardia Civil dice que tras examinar las cámaras de la DGT descartaron que alguien la hubiera seguido a San Martín de la Vega y que comprobaron también sobre el terreno que en el pueblo de Soria, de 147 habitantes, nadie había detectado personas ajenas a la localidad esos días. También verificaron que el coche de la doctora carecía de balizas de seguimiento.

Tres meses más tarde, La Guardia Civil emite un segundo informe sobre otros tres teléfonos que hacían llamadas amenazantes y las conclusiones son similares: los móviles activan las antenas próximas a las que activa el teléfono de Pinto y, salvo en dos ocasiones, siempre están cerca de su domicilio y de su lugar de trabajo. Un tercer informe de abril de 2015 indaga quién estuvo hablando cerca del locutorio en el que se compró uno de los teléfonos el lunes 17 de noviembre de 2014, a esa hora. Y el número que aparece activando repetidores cercanos es el del marido de Elisa Pinto, Carlos Sánchez Cabezudo.

Julio de 2015. Los informes policiales.

Elisa Pinto, por otro lado, descontenta por la investigación que habían llevado a cabo los agentes de policía de la comisaría de Chamartín, había puesto una queja ante la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior.

La brigada de extorsiones y secuestros de la Comisaría General de Policía Judicial investiga los hechos bajo el paraguas del juzgado de instrucción 26 de Madrid, y no da credibilidad al relato de la doctora. Las agresiones de arma blanca que dice haber sufrido en enero y abril de 2014, señalan en uno de los informes, se producen siempre en circunstancias extrañas. “Nunca hay testigos, nunca queda constancia en las cámaras”, y “las heridas son siempre superficiales”. Según el documento, tampoco es coherente el hecho de que dos de los teléfonos desde los que se realizan las llamadas de acoso estén a nombre de Javier López Madrid y de su hijo, porque resulta muy extraño comprar una tarjeta prepago para delinquir y ponerla a nombre de uno mismo. Además, algunos mensajes intimidatorios enviados a Pinto deletrean el nombre del supuesto culpable: “nuestro jefe Villarejo estará contento”, algo de todo punto inusual, según los investigadores.

Los agentes creen que todo es un rastro preparado de antemano para guiar a la policía. Otro ejemplo: un día apareció junto a la comisaría de Chamartín uno de los teléfonos empleados para acosar, que estaba a nombre de López Madrid. Lo encontró una mujer poco después de que Elisa Pinto abandonara las dependencias para poner una denuncia. “O el agresor siguió a la doctora hasta la misma puerta de la comisaría, o ella lo abandonó ahí”, ha declarado el inspector jefe.

Además, añaden que algunos de los mensajes mandados desde las inmediaciones de la casa de Elisa Pinto son de madrugada. Si ella no es culpable, esto supondría que un grupo de sicarios pasaba todas las noches bajo su casa mandando Whatsapps. El informe sostiene que es raro que viviendo al lado un embajador y estando la vivienda a 500 metros de una comisaría nadie haya detectado la presencia de gente extraña apostada en un lugar de forma constante y durante noches enteras.

La policía investiga a fondo otro episodio peculiar. Elisa Pinto aseguraba que ella también había recibido algunas llamadas durante el otoño de 2013 (cuando el entorno de López Madrid empezó a ser acosado). La primera, en septiembre. Pero que esta no procedía de un número anónimo… sino de una de las amigas del empresario, una mexicana. La doctora afirma que esta mujer la llamó para decirle: “Aléjate de López Madrid, me vale madres llevarte por delante”.

La versión de la amiga mexicana de López Madrid, que era una de las que recibía más llamadas amenazantes, es muy distinta. Dice que días antes le había llegado un catálogo de Chanel donde se le decía que llamara a una tal Rocío para preguntar por un evento. Y le daban un número de teléfono. Ella llama, otra mujer responde y le dice que no se escucha bien. Vuelve a llamar y en esta ocasión la misma voz le dice que se ha equivocado. El número escrito resultó ser el de Elisa Pinto. Es decir, según esta versión, alguien le estaba tendiendo una trampa para que llamara a la doctora.

La calle del Comandante Franco, en la que se produjo el primer apuñalamiento que dice haber sufrido Elisa Pinto.

La policía verificó después con Correos que, efectivamente, días antes de la llamada, la amiga mexicana de López Madrid había recibido ese paquete en su domicilio. Los agentes hablaron además con gente de la empresa de moda para que les confirmara si le enviaban a ella ese tipo de catálogos y le respondieron que no, que no estaba en sus bases de datos. Quien sí figuraba era Elisa Pinto. A ella sí se los mandaban.

Por otro lado, y ante unas similitudes que habían observado entre la letra del hijo mayor de la doctora y la de tres anónimos amenazantes recibidos (uno por la mujer de López Madrid, otro por un amigo suyo y otro por Elisa Pinto), la sección de Documentoscopia de la Policía Nacional elabora una pericial caligráfica completa. Y concluye que los anónimos y los exámenes del niño han sido escritos por la misma persona.

Frente a estas imputaciones, Pinto acusa a la policía de cometer constantes irregularidades. Se queja, por ejemplo, de que un informe dice que su coche no aparece el día del segundo acuchillamiento en las cámaras de videovigilancia de la calle Triana, el lugar de la agresión, cuando el vehículo sí se ve circulando en la grabación; y afirma que se le ha imputado injustamente haber lavado el coche y sus heridas antes de denunciar cuando no ha sido así.

“Fuimos desgranando los hechos durante meses con total objetividad”, ha defendido ante la juez el inspector jefe responsable de la investigación, que señala que esas dos inexactitudes (procedentes de los atestados y de un informe sobre las cámaras que había leído y que no era correcto) en nada alteran sus conclusiones, basadas en  muchísimos más datos y averiguaciones. Y reitera que  a lo largo de la investigación han constatado muchas otras mentiras e incongruencias de Elisa Pinto, como inventarse haber recibido llamadas que después la compañía de teléfonos ha demostrado que nunca recibió.

El policía ha declarado también que su equipo y él mismo creen que alguien ayudó a la doctora; que probablemente no pudo ejecutar sola toda esta complicada trama.

Villarejo y los contactos policiales de López Madrid.

La doctora, por su parte, insiste en que las investigaciones policiales protegen a López Madrid y manipulan la realidad –aunque hay que recordar que parte de la investigación la llevó a cabo otro cuerpo: la Guardia Civil-. ¿Por qué lo sostiene? Por la presencia en esta historia de una persona que se ha convertido en una marca que todo lo contamina: Pepe Villarejo.

López Madrid contacta con Villarejo no como policía sino como detective, según ha explicado, en septiembre de 2013, cuando empezaron las llamadas a su familia y amigos. Según el empresario, su trabajo se ciñó a asesorarle cuando él aún se resistía a denunciar. Posteriormente, Villarejo le dijo que lo hiciera y le puso en contacto con otros policías; algunos, mandos como el comisario Enrique García Castaño, quien a su vez le orientó sobre dónde y cómo poner su denuncia.

Según Elisa Pinto, la participación de Villarejo en el caso es mucho mayor. No solo lo ve como el hombre que está detrás de todos los mensajes y el jefe de la supuesta banda de sicarios, sino que asegura que fue él el autor de su segunda puñalada.

El 10 de abril de 2014 ella marchaba en su todoterreno con su hijo sentado en el asiento del copiloto. En un momento dado cambió de ruta, se metió por la calle Triana, de una sola dirección, y se bajó un momento para coger el alzador del niño, que no lo llevaba puesto. En ese momento, y según su relato, alguien se le acercó y la apuñaló en el abdomen diciendo: “López Madrid quiere que cierres la boca”. Su hijo no vio a nadie porque estaba dentro del vehículo. Ella volvió al coche, el niño llamó al Samur y, como no sabían el nombre de la calle, se fue conduciendo cerca de su casa, donde fue atendida.

La descripción que da en un primer momento Pinto del agresor es la  de un “varón español de 45 años, 1’75, complexión fuerte, pelo corto canoso y ropa negra”. Cuando va a declarar al día siguiente a la policía, los años ya no son 45, sino 50-60 (Villarejo, un señor con cojera, tenía 64 en ese momento). Dice que las características físicas son “coincidentes” con las del primer apuñalamiento, pero que no está segura. Más tarde dice que los autores del primer y segundo apuñalamiento son con total seguridad personas distintas y que el del segundo puede ser la persona que había acompañado  al empresario a su consulta (que ella asegura que no fue el abogado Rafael Redondo, como dice López Madrid).

A Villarejo lo menciona después. ¿Quién le pone sobre su pista? Uno de los abogados de Pinto, que visita al comisario para ver si pueden llegar a un acuerdo, le dice que ha sido un ex del CNI que la ayuda en temas de seguridad quien le ha contado que él está metido en el asunto (la reunión está grabada y aportada a la causa). Por otro lado, en junio de 2014, en una conversación telefónica grabada por la Guardia Civil, la doctora dice algo parecido a su interlocutora, la paciente que la estaba ayudando a hablar con periodistas sobre el caso.

Meses más tarde, Elisa Pinto explica ante la Guardia Civil que fue el propio López Madrid quien le dijo en junio de 2013 que había contratado a un comisario de policía para que le ayudara a “gestionar su resistencia” (sexual, se entiende) y que era un experto “en poner en su sitio a las chulas” como ella. Asegura que durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2013 él le hablaba sin parar de Villarejo y que ella estaba asustadísima por “el pánico” que le “inspiraban las informaciones que sobre ese comisario leía en Internet” (aunque en ese momento apenas había en la red información sobre Villarejo, que empezó a ser portada de los periódicos como parte de las cloacas del Estado más de un año después por su vinculación con el caso del ático de Ignacio González, el pequeño Nicolás o la policía patriótica). La doctora empieza a pedir hacer un reconocimiento fotográfico.

La clínica madrileña en la que trabaja la doctora Pinto.

Después de los informes de la Guardia Civil, el caso vuelve en 2015 a la comisaría de Chamartín. El periodista Eduardo Inda, que es quién da a conocer el caso públicamente en su blog en mayo de ese año, va a hablar con el comisario, Jaime Barrado, para informarle de que hay una orden de alejamiento dictada contra López Madrid (de noviembre de 2014) y que la doctora cree que el autor del apuñalamiento es Villarejo. Se hace poco después la diligencia de reconocimiento en sede policial y la doctora lo identifica en una foto como su segundo agresor. El detective-policía-empresario en ese momento ya es un protagonista habitual de las noticias y su foto ya se ha publicado.

A partir de ahí el caso se retuerce. El comisario Barrado acaba suspendido de funciones tras una extraña maniobra contra él de una persona relacionada con Villarejo que, según el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que revocó la suspensión del policía, pudo ser una encerrona. Una más de las múltiples derivadas de este enrevesado caso.

Villarejo defiende que el relato de hechos de la doctora Pinto sobre la puñalada es absurdo: que no tiene sentido que él haya estado siguiéndola de manera permanente y haya aprovechado un descuido de ella para bajarse del coche, apuñalarla, decir en voz alta el nombre del culpable e irse corriendo sin dejar rastro (el comisario tiene cojera). Sostiene, también, que la herida es pequeña y se la hizo ella misma como parte de su plan para incriminar a López Madrid. La médico del Samur que atendió ese día a la doctora Pinto puso en el atestado que la herida tenía un centímetro y que, en su opinión, no era compatible con arma puntiforme. En el Gregorio Marañón, después, calificaron la herida como de no penetrante, pero dijeron que era de cuatro centímetros. Este punto quedará sin aclarar. La doctora del Samur no ha podido declarar en el juzgado porque murió de forma súbita, a los 46 años, el pasado abril.

El comisario Villarejo, por otro lado, declaró que el día del apuñalamiento, a esa hora (sobre las ocho de la tarde), estaba con los periodistas Esteban Urreiztieta y Eduardo Inda en una reunión en el hotel Holiday Inn Bernabéu. Inda, sin embargo, señala que en ese momento estaba en una tienda comprando un regalo, y que lo sabe porque ha mirado sus movimientos de tarjetas bancarias para comprobar qué había hecho ese día. Urreiztieta, por su parte, asegura que, aunque en esa época se reunía a menudo con Villarejo, no guarda las notas del 10 de abril de 2014 ni lo tiene apuntado en la agenda, y que por tanto no puede confirmar si estaba o no con él.

¿Un pasado extorsionador?

Cuando el asunto salta a los medios de comunicación el blog de Inda, con las iniciales de E. P. como la doctora acosada, entra en escena otra persona: Alejandra, hija de Joaquín Soto Melo, mentor de Elisa Pinto desde que coincidieron en el Hospital Gregorio Marañón cuando ella hizo la residencia en dermatología. La mujer lee la información y va a declarar ante la Guardia Civil. Asegura que Pinto tuvo “una relación sentimental puntual y esporádica” con su padre y que este sufrió un chantaje durante muchos años por parte de ella. Señala que su padre no quiso denunciar “por las posibles consecuencias que ello pudiera originar, ya que podría comprometer su vida laboral”.

Los posicionamientos de los teléfonos que se usan para amenazar conducen a Elisa Pinto. Ella asegura que es porque la siguen día y noche.

 Cuando Soto Melo dejó el Hospital Gregorio Marañón y empezó a trabajar para Sanitas y a coordinar el servicio de dermatología del Hospital La Zarzuela, contrató a su hija. Le dijo que tenía que contar con la doctora Pinto, “que era de su confianza y era muy buena”. Ella dice que empezó a ver “cosas muy raras” entre ambos y que un día su padre le contó que había mantenido una relación sexual esporádica con Elisa Pinto y que a partir de ese momento le había sometido a numerosos chantajes: le dijo que estaba embarazada de él y le pidió mucho dinero para ir a abortar a París; que en otra ocasión le chantajeó con unas fotos juntos diciéndole que las iba a publicar y a enseñar a los clientes de la clínica y a los amigos de su padre (entre ellos los Villar Mir); y que su madre recibía llamadas en su casa por la noche desde número oculto: en algunas colgaban sin decir nada y en otras le decían palabras obscenas. Afirma que le dijo muchas veces a su padre que la denunciara, pero que él nunca quiso hacerlo por miedo. El doctor falleció en diciembre de 2012.

Pinto dice que todo es falso y que obedece a que ella había tenido problemas con Alejandra; que se llevaba muy bien con Soto Melo  y que él la recomendó a todos sus pacientes cuando se jubiló. Ha puesto en entredicho el testimonio de la hija del doctor por la estrecha relación de la familia Soto Melo con los Villar Mir. Alejandra, por su parte, ha asegurado que conoce a los Villar Mir de toda la vida pero que a López Madrid lo ha visto dos o tres veces, que no pertenecen al mismo círculo, y que en qué cabeza cabe que vaya a involucrar a su difunto padre en algo así para ayudar a un señor al que apenas conoce. Insiste en que fue a contar lo que sabía a la Guardia Civil por responsabilidad.

Octubre de 2017. ¿Qué dicen los jueces?

La juez del 39 archivó el caso de Pinto contra López Madrid en 2016. Siguió el criterio de la fiscal, que señalaba que no es creíble que Pinto diga que la acosan sexualmente desde julio de 2012 y que a la vez mantenga conversaciones y envíe correos como los aportados y que invierta un millón de euros en su empresa; que tampoco resulta creíble que diga que López Madrid trató de ahogarla en la calle, que no lo denuncie y que dos días más tarde le mande un correo sobre la amistad; que no es creíble la errática descripción que hace de su segundo agresor y que va variando de 45 años a 50 o 60 y de ser el mismo de la primera puñalada a no parecerse en nada y luego a ser, con total seguridad, el abogado que había acompañado a su consulta a López Madrid. La fiscal y la juez, además, se apoyan en los informes de la Guardia Civil, de la policía y en la pericial caligráfica que asevera que fue el hijo de Pinto quien escribió los anónimos amenazantes.

La Audiencia Provincial de Madrid entendió sin embargo que sí había indicios de delito, que el relato de Pinto merecía más crédito, y que debían practicarse más diligencias. En ello están. Ahora la policía está analizando el volcado del disco duro de la doctora, que se obtuvo con una gran resistencia por su parte (López Madrid también entregó el suyo parcialmente borrado, aunque los investigadores lograron recuperar muchas cosas, entre ellas los famosos mensajes de la Reina Letizia llamándole compiyogui, que fueron publicados en marzo de 2016 por eldiario.es).

Elisa Pinto llega a los juzgados madrileños de la plaza de Castilla el pasado 2 de octubre.

El caso de López Madrid contra Pinto, del juzgado 26, sigue en fase de instrucción.

El empresario, por otra parte, se enfrenta a otras dos imputaciones en dos procedimientos por corrupción, Púnica y Lezo, y el pasado febrero fue condenado a seis meses de cárcel por gastar 34.800 euros, que luego devolvió, en el caso de las tarjetas black. En mayo dejó de ser consejero de OHL, aunque sigue siendo consejero delegado del grupo Villar Mir y presidente del gigante metalúrgico  Ferroglobe. Se ha trasladado a vivir a Londres (Reino Unido) y dice que ha pensado en quitarse la vida por este asunto que es, sin duda, el más turbulento y oscuro de todas sus citas con la justicia.

La doctora mantiene su consulta y sus pacientes. Asegura que ella no se traslada de país porque no se lo puede permitir y que su vida -y la de su familia- ha sido una pesadilla desde que comenzó todo.

Se suele atribuir a Abraham Lincoln la frase de que se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todo el mundo algún tiempo, pero que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. En manos de la justicia queda ahora establecer al menos una verdad judicial sobre una historia plagada de mentiras.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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