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La carrera para revolucionar el diagnóstico de la tuberculosis

Parte de la culpa de que el bacilo de Koch cause la infección que más vidas se cobra en el mundo es la dificultad para detectarlo

Cultivo de tuberculosis en el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM).
Cultivo de tuberculosis en el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM).ALFREDO CÁLIZ
Pablo Linde
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Buena culpa de que una vieja conocida por la humanidad como es la tuberculosis sea la enfermedad infecciosa más mortal en pleno siglo XXI la tiene su diagnóstico. Por lo general, es necesario un cultivo del esputo del enfermo, que tiene que ser analizado por técnicos especializados de laboratorio para hallar el bacilo. Para simplificar su detección se han probado imaginativas ideas que van desde usar ratas para captarla con el olfato hasta videojuegos en el teléfono móvil. Pero se seguían basando en el esputo, algo que complica y ralentiza todo el proceso.

Varias investigaciones están tratando de solucionar esto. Dos de ellas se han presentado en la 48ª Conferencia de la Unión Internacional contra la Tuberculosis y Enfermedades Respiratorias (The Union), que se celebró la semana pasada en Guadalajara (México). Los métodos son bien diferentes: una es tomar muestras de células de la boca con lo que se denomina frotis bucal, un raspado indoloro con una pequeña espátula de la lengua, los carrillos y las encías. Es algo muy simple, pero que no se había intentado hasta ahora. La otra, analizando la sangre, un proceso bien estudiado, pero que no ha dado resultados suficientemente satisfactorios.

La primera sería especialmente útil para niños, ya que en ellos la recolección de muestras es mucho más complicada que en adultos. Entre los más pequeños, la característica tos de la tuberculosis es menos frecuente porque tienen menos carga bacteriana en los pulmones, así que son necesarios métodos invasivos, como aspirarles el jugo gástrico en ayunas o inducir con sueros la tos, para poder extraer los mocos con un aspirador nasal.

El estudio se está desarrollando en Sudáfrica, con el mismo equipo que busca una vacuna que prevenga la enfermedad. Una de sus investigadoras, Angelique Luabeya, explicó en Guadalajara que los primeros experimentos están dando resultados “muy esperanzadores”. El 92% de los enfermos que se sometieron a esta prueba dieron positivo. En la primera fase de este ensayo han hecho el test a 49 pacientes, así que para determinar su idoneidad, todavía tendría que avanzar y aumentar la cohorte del estudio. De confirmarse la efectividad, habría que hacer los cálculos para comprobar la costo-efectividad del procedimiento e implantarlo, aunque Luabeya señaló que la idea es que sea “muy económico”. No se atrevió, sin embargo, a establecer plazos en los que podrían refrendarse los primeros resultados.

Análisis de sangre y raspado bucal están dando resultados muy esperanzadores para diagnosticar la enfermedad más fácil y rápidamente

Una prueba así podría revolucionar la forma en la que se diagnostica la tuberculosis. Sobre todo en niños, cuya magnitud se desconoce precisamente por las dificultades para detectarla, aunque la Organización Mundial de la Salud calcula que ronda el 6% de los más de 10 millones de casos anuales. Pero no solo, también podría ser un cambio de paradigma para los adultos, sobre todo para aquellos que viven en zonas donde no hay personal entrenado para extraer y analizar muestras. “Cualquiera puede tomar una con esta técnica”, aseguraba la investigadora. Lo sorprendente del método es que no se hubiera probado antes. “Se había experimentado con saliva, con sangre, pero nunca raspando la boca. A veces tienes delante de ti lo más sencillo y no te das cuenta”, reflexionaba.

La otra prueba que se presentó en el congreso de The Union consiste en análisis de sangre. Este sí que era un territorio explorado, pero su falta de fiabilidad había hecho que la OMS recomendara específicamente que no fuera usado. La empresa Omunis, sin embargo, continuó investigando y encontró un biomarcador de los lípidos de la molécula que permite detectarla en un análisis de sangre. En el primer experimento, realizadas con 20 personas, ha habido un éxito del 100%, según explicó Pierre-Alain Rubbo, uno de los investigadores. Se probó con 15 pacientes infectados y cinco sanos; en todos los casos este nuevo test acertó. Eso sí, solo es capaz de identificar la tuberculosis activa, no la latente (se calcula que casi una cuarta parte de la población tiene la enfermedad en este estado, de los infectados, uno de cada 10 la desarrollará).

“De confirmarse los primeros resultados sería una prueba mucho más rápida que la actual, en 10 minutos podría saberse el resultado”, aseguraba Rubbo. Esto también sería revolucionario, ya que los cultivos tardan entre dos y cuatro semanas en aportar un veredicto, tiempo en el cual el enfermo puede seguir contagiando la enfermedad.

De nuevo, habrá que esperar para seguir experimentando y confirmar su efectividad, para tener la evidencia necesaria y expandir el test, algo que, en opinión del investigador, podía llegar en 2020. También habría que analizar su costo-efectividad, puesto que la tuberculosis es una enfermedad que afecta sobre todo a zonas muy deprimidas económicamente y cualquier coste añadido puede inhabilitar la utilidad de un avance.

Lo que está claro, en opinión de Paula Fujiwara, directora científica de The Union, es que progresos como estos son completamente imprescindibles si la humanidad quiere deshacerse de un lastre que cada año se cobra casi dos millones de vidas en el mundo, y cumplir así con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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