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Bonaventura Clotet, cuatro decenios combatiendo el sida desde Badalona

Bonaventura Clotet, fotografiado en las dependencias del Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa en el hospital Germans Trias i Pujol, de Badalona.

EL DOCTOR Bonaventura Clotet (Barcelona, 1953) está acostumbrado a que le pregunten cuándo dará con la vacuna contra el sida. La respuesta corta es que en cinco años puede tener algo demostrable, y en diez, el preparado podría haberse extendido a un número considerable de afectados. La respuesta larga es más compleja y, como suele suceder, es la buena.

En realidad, el equipo de Clotet en el hospital Germans Trias i Pujol, de Badalona, formado por más de 120 personas, no trabaja en una vacuna sino en dos: una terapéutica, dirigida a personas portadoras del VIH, y que ya está probándose con humanos, y otra preventiva, que también podría generar anticuerpos neutralizantes y tener así utilidad como vacuna terapéutica —“como un 2 × 1”—, y que se encuentra en fase de test animal. En paralelo, persiguen una serie de estrategias adicionales, como el desarrollo de inmunoglobinas —“consiguen despertar al alien escondido dentro de la célula y atacarlo con sus flechas”, explica para los no iniciados— y varios fármacos. “La combinación de todo esto es lo que ayudará a erradicar el sida”, resume este doctor, hijo y nieto de médicos y padre de los actores Marc y Aina Clotet.

El equipo de Clotet formado por más de 120 personas, no trabaja en una vacuna sino en dos: una terapéutica y otra preventiva.

La enfermedad que ha marcado su carrera se cruzó en su camino en 1981, cuando acababa de terminar su tesis sobre el sistema inmunitario y, en una ronda en el hospital Vall d’Hebron, vio al primer afectado por sarcoma de Kaposi. “El virus no se detectó hasta 1983 y ese mismo año empezó el goteo de casos. Era una época de desconocimiento. Nos encontrábamos ante algo que fundía a la persona, una condena a muerte segura. Además existía el estigma social, y algunos enfermos, al estar enganchados a la droga, eran muy conflictivos. Recuerdo la impotencia, la angustia de aquella gente que se ahogaba, se quedaba ciega… Ante todo eso te paras y piensas: ¿qué puedo hacer yo?”. Su respuesta fue montar el primer centro que atendía todas las patologías de los afectados sin necesidad de ingreso, y en 1987 arrancó con los primeros ensayos clínicos.

Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa en el hospital Germans Trias i Pujol, de Badalona.

A Clotet no le incomoda hablar de dinero. Ni pedirlo. Su instituto, IrsiCaixa, funciona desde los noventa —“cuando era mucho más difícil apostar por esto”— como un consorcio público-privado impulsado por la Generalitat de Cataluña y la Obra Social de La Caixa, y además recibe fondos del Estado, de la Unión Europea y de diversas fundaciones privadas, entre ellas la de Bill Gates. Además, desde hace una década, la Fundación Lucha Contra el Sida, que preside, organiza junto a Miguel Bosé una gala anual para recaudar fondos. En siete ediciones se han embolsado más de cuatro millones y medio de euros.

Porque, según Clotet, el calendario para acabar con una enfermedad que afecta a unos 37 millones de personas en el mundo depende casi exclusivamente de la financiación. “Un ensayo clínico para demostrar si funciona una estrategia tarda unos dos años y cuesta en torno a 15 millones de euros”.

Bonaventura Clotet ha celebrado 64 años y tres décadas dedicado a la lucha para erradicar el sida, pero reconoce que alberga pocas o ningunas ganas de jubilarse: “Me iré el día que no pueda aportar nada bueno. Tengo muy clara mi sucesión”.

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