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Coordinado por Lola Huete Machado
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Chimamanda y la expresión de un feminismo natural

La autora nigeriana antepone la asertividad en el movimiento feminista frente a los tecnicismos

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi, en Barcelona.
La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi, en Barcelona. MARTA PÉREZ (EFE)

Las mujeres de carácter fuerte, decididas e inconformes abundan en sus novelas. Ellas cuestionan el modo en que funcionan las cosas, que expresan lo que sienten y que sienten con todo el alma. Sin filtros, o complejos. Son auténticas. Para Chimamanda Ngozi Adichie, estas mujeres son muy normales. Los ejemplos sobran a su alrededor y en su vida cotidiana. Y así lo plasma en su obra literaria, que se ha ganado el reconocimiento de una gran audiencia que ve en ella la portavoz de un feminismo natural exento de academicismos.

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La autora nigeriana brilla por su voz cálida, y los colores vivos de sus vestidos respaldan esta primera impresión. Tras los aplausos entusiastas de un público multitudinario, Chimamanda desvela en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) este octubre el relato de su vida. Ella explica que no sabe realmente cuando se hizo feminista. Fue algo que se afirmó a lo largo de su juventud. Posiblemente lo haya sido siempre. Enseguida le llegan a la mente escenas muy cotidianas de cómo transcurrían los días en la casa de sus padres, y cómo se refuerzan involuntariamente los papeles de los niños y niñas. Sus padres siempre fueron muy amables, pero eso no impedía que ella tuviera que aprender a cocinar cuando sus hermanos iban a jugar a fútbol.

“Yo quería jugar al futbol como ellos”, explica Chimamanda. En esos momentos le afligía especialmente el ver que las mujeres tuvieran que aceptar una injusticia y vivir con ella. Pronto sintió que le gustaba cuestionar todas esas reglas no escritas. “Suelo causar problemas”, reconoce con una sonrisa. “En Nigeria, la gente tiende a decir que las feministas son infelices”, sostiene Chimamanda.

“Yo quería jugar al futbol como ellos”, explica Chimamanda

La definición de feminismo se ha desviado. Ha caído en un pozo lleno de negativismo. Fruto de los excesos, de los estereotipos, y de la incomprensión. “Feminismo se ha convertido en el sinónimo de su definición más extrema”, reflexiona. Y sin embargo, Ngozi Adichie no encaja en ninguno de estos calificativos. Ella se ve tranquila -agotada por un viaje de más de 20 horas, es cierto-, pero feliz y, sobre todo, orgullosamente femenina.

La asertividad es uno de sus puntos fuertes, de eso no cabe duda. Su humor también. Entre una pregunta y otra, Chimamanda deja caer algunas anécdotas de cómo creció o cómo es ella. Espontánea. Original. “Generalmente, te dicen siéntate como una niña”, manifiesta. Pero, ¿qué es sentarse como una niña y por qué se definen estos conceptos desde tan temprano? “A mí me gusta estirarme en el sofá”, explica y luego sonriendo: “Aquí, delante de ustedes, estoy tratando de comportarme”.

Ese gusto por la libertad es posiblemente lo que le invita a abrazar la literatura con todas sus fuerzas. “Creo en el poder de las historias, sólo sueño un mundo diferente”, explica Ngozi Adichie y ese poder reviste la posibilidad de renombrar las cosas, darles una dimensión más profunda y matizada, encauzar las energías hacia una dirección o, simplemente, hacer que ciertas palabras suenen de manera distinta.

“Necesitamos que los hombres estén a bordo”, explica Ngozi Adichie

Desde su apartamento, donde suele escribir con toda la tranquilidad (y en pijama), Chimamanda experimenta la magia de la escritura. Ese espacio temporal en el que todo desaparece o reaparece pero con una luz poderosa, le permite comulgar con su ser y con todo el universo. Es un momento de expansión. “Veo la escritura como un regalo de mis ancestros –explica la autora–. Me reconforta muchísimo la presencia de los ancestros”.

En ese estado de lucidez, se expresa la creatividad de Ngozi. La flor púrpura, Medio sol amarillo o Americanah -novelas que han hecho un recorrido honorable- son el fruto de estos momentos de inspiración y dedicación. En ellas se plasma la realidad de la mujer africana, la historia de Nigeria pero también las nociones de raza y racismo en Estados Unidos. Conceptos que tienen que ver íntimamente con su identidad.

Pero de todas las palabras pronunciadas en este encuentro es la de “racismo” la que la deja sin aliento. En Nigeria, Ngozi Adichie nunca se había definido como negra, sino como parte de la etnia igbo. Fue al viajar a Estados Unidos que se halló ante la realidad de su color de piel y las asociaciones que conlleva. La mirada del otro fue tan dura y estigmatizadora que hasta le costó aceptar en un principio ese concepto de negritud. “En las primeras semanas en Estados Unidos, pude comprobar que el término negro estaba lleno de negatividad –comenta la escritora antes de añadir: "América te impone una identidad. ¡Una identidad política!”. Las polémicas ligadas a la elección del presidente Donald Trump, sus declaraciones racistas y sexistas la disgustan profundamente. “Hay algo tan patético [en él], tan pueril… Me da ganas de llorar”. Y como consecuencia de todo esto, su discurso feminista también se ha teñido de un mensaje anti-racista.

En Nigeria, Ngozi Adichie nunca se había definido como negra

Ante los retos del feminismo moderno, Chimamanda responde con calma y confianza. Los libros teóricos llenos de tecnicismos pueden ayudar pero no son imprescindibles. Lo primero es sentir la causa. Crecer desde el diálogo y la consciencia. Abrir caminos para que el entendimiento sea mutuo. Por eso ella ve en la cooperación masculina un futuro: “Necesitamos que los hombres estén a bordo, porque los hombres escuchan más a los hombres”.

Johari Gautier Carmona es un escritor y periodista franco-español nacido en París (Francia). Es autor de El Rey del mambo, Cuentos históricos del pueblo africano y Del sueño y sus pesadillas.

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