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LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
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Quién quiere ser un 'it boy'

Creemos más influyente a una persona 'influencer' que a una persona influyente

Álex Grijelmo

 

Ellie Goulding, Alexa Chung y Kylie Minogue en un desfile de Stella McCartney.
Ellie Goulding, Alexa Chung y Kylie Minogue en un desfile de Stella McCartney.Pascal Le Segretain (Getty Images)

Uno de los anglicismos más usados últimamente en las páginas frívolas de la prensa puede crear cierta frustración si se busca en un diccionario inglés tradicional, porque seguramente no figurará en él: it girl. Se trata de una extraña mezcla incluso para quien conozca aquella lengua, porque conviven en tal expresión el pronombre it (él, ella, ello, eso, esto…) y el sustantivo girl (chica, joven, muchacha). Pero de las dos palabras unidas no podemos extraer una traducción como “ello muchacha”.

Una de las informaciones que he leído en las que se usaba ese barbarismo aclaraba que tal expresión se refiere a “las chicas que visten bien, van a saraos y que no hacen realmente nada”. Eso se parecería a la niña bien, la niña pija o la niña bitonga de toda la vida; tal vez rozando la personalidad de la zangolotina (aunque lejos de la niña pera, porque no se le añade la condición de cursi). Pero sin duda no quiere decirse nada de esto, porque el inglés da prestigio (prestigia lo nombrado o prestigia a quien lo nombra), y por tanto it girl no se considerará nunca un insulto.

No obstante, encontré luego en Vogue una definición distinta de las it girls: “Publican libros, lanzan líneas de belleza, escriben blogs para revistas…”. Caramba, eso no coincide con aquello de que “no hacen realmente nada”. En este otro reportaje, una it girl, Alexa Chung, explica incluso que diseña vaqueros y que va a fiestas luciendo estilismos.

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Pero me topo con un tercer texto periodístico (sobre Chiara Ferragni) donde se identifica a una it girl con una influencer. Ah, podían haberlo dicho antes.

La locución inglesa it girl viene de lejos. Sin embargo, sólo en nuestros días la hemos copiado aquí para los titulares y los textos de crónica social.

Los demostrativos (adverbios o pronombres) adquieren a veces un valor metafórico que trasciende su puro sentido deíctico (o señalador). Por ejemplo cuando un narrador deportivo dice “un buen delantero tiene que saber ponerla justo ahí”. O si decimos de alguien que es especial porque “tiene eso”. O sea, como si en la pareja propone alguno: “¿Nos lo hacemos?”. Y todos sabemos qué significa lo.

Pues algo así sucede también en inglés con ese it. Por ejemplo, he’s got it se puede traducir como “tiene talento”. O sea, “lo tiene”, “tiene algo”, “tiene un aquél”. Y de ahí parece proceder la expresión it girl.

Ahora bien, esa formación léxica sólo se reserva en la prensa a mujeres. No se ha visto todavía a ningún lechuguino con la aspiración de que lo llamen it boy. Como mucho, boy scout. En todo caso, también a él le gustaría ser un influencer, igual que las it girls.

Traducir influencer no parece difícil (influyente, prescriptor...), pero el complejo de inferioridad ante el inglés nos hace ver más influyente a una persona influencer que a una persona influyente.

Y todo esto sucede por lo común en el mundo de las celebrities, otro anglicismo que suena bien porque se parece a “celebridades” y provoca de ese modo que el público desavisado lo entienda erróneamente con el sentido de su clonación en español. Nada más lejos, porque en celebrities encajan lo mismo Vargas Llosa o Nadal que la muchachada de Gran Hermano, y más nos valdría huir de términos que confunden el prestigio con la popularidad.

Así pues, it girl, influencers o celebrities son palabras de significado confuso. Y por tanto cabe pensar que algunos periodistas no las usan para hacerse entender, sino para hacerse los entendidos.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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