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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuestión de tamaño

No importa quién empezó primero, como en las peleas infantiles, sino quién tiene la grandeza y la sabiduría para tender la mano y cesar el enfrentamiento

Dos jóvenes, una con la bandera independentista catalana y otra con la bandera española, caminan abrazadas durante la protesta del pasado martes en Barcelona.
Dos jóvenes, una con la bandera independentista catalana y otra con la bandera española, caminan abrazadas durante la protesta del pasado martes en Barcelona.Santi Palacios (AP)

Cuando el primer ministro de Islandia Geir H. Haarde y su gabinete dimitieron a raíz de una gravísima crisis bancaria, TODA Islandia supo que Johanna Sigurðardóttir era la única persona que podía salvar el país de la quiebra. La convicción era unánime, pero ¿cómo pudo TODO un país saber que la Sra. Sigurðardóttir no sólo tendría la visión de Estado que el grave momento requería, sino también la entereza y la valentía necesaria para liderarla? Lo supieron porque, como Ministra de Asuntos Sociales y Seguridad Social nueve veces reelegida, quedó bien probada su honestidad y su incorruptibilidad. Lo supieron porque su frase ¡mi momento llegará! (minn tími mun koma!), pronunciada cuando perdió una candidatura para dirigir el partido socialdemócrata, expresó su fe y su tenacidad. Lo supieron y no se equivocaron, porque, efectivamente, como primera Ministra supo anteponer el interés del Estado a su propia popularidad y a su felicidad personal.

Sigurðardóttir fue una inestimable Oikonomou (del griego, administración de la casa, origen etimológico de economía): constituyó el primer gobierno paritario de su historia, administró con justicia los recursos de la casa de TODOS, salvó el país de la bancarrota causada por el excesivo riesgo en la gestión de cuatro de los cinco bancos islandeses (el único presidido por una mujer estaba sano), no cargó la deuda al pueblo, evitó la insurrección popular y lideró la demanda ciudadana que exigía más democracia y una nueva Constitución. ¿Les suena? A los que entonces admiramos su gestión se nos dijo que su éxito no era exportable por una cuestión de tamaño. Pues bien, hablemos de tamaño.

Hoy les escribo desde una pequeña isla mediterránea. No es la isla de Utopía, aunque su marketing turístico lo dé a entender. Desde este pequeño y divino lugar, quisiera transmitir un mensaje de tranquilidad: no es cuestión de tamaño. (Ni de hirsutismo, ni de chulería). Es cuestión de VOLUNTAD POLÍTICA. Porque cuando se quiere, se puede. Es cuestión de VALENTÍA, porque el heroísmo no consiste en ofrecerse en vano martirologio o en atizar primero y más fuerte, sino en saber tender la mano y frenar el tren antes de colisionar. Porque todo tren que discurre por vía no consensuada, tarde o temprano, descarrila, y toda ley que se imponga por la fuerza, genera resistencia. Porque no importa quién empezó primero, como en las peleas infantiles, sino quién tiene la GRANDEZA y la SABIDURÍA para tender la mano y cesar el enfrentamiento. Cesar y dialogar. Porque vivimos en una tierra bella y nadie quiere volver a cruzar la frontera. Porque deben respetarse TODAS las posturas políticas, sea cual sea el tamaño numérico de las personas que las respaldan.

En una sociedad civilizada no es el tamaño lo que importa. Importan las manos que se alzan para reparar y negociar, para crear condiciones para la vida y para acariciar. Importa la inteligencia y el saber al servicio de la sociedad. Importa la generosidad de escuchar al que no te entiende y explicarte. Importa la empatía que respeta la divinidad de las pequeñas cosas.

En este grave momento, se impone una revolución gentil que dé paso a la mediación y a la diplomacia. La concordia sólo surgirá del reconocimiento tranquilo de la vulnerabilidad y de la diferencia, con más escucha, más diálogo y más cuidado. No queremos enfrentamientos sin más salida que la violencia, si es que a la violencia se la puede llamar salida. Los marcos legales no son parapetos sagrados grabados en piedra, sino marcos de convivencia imperfectos – como los humanos que los escriben – y, por tanto, mejorables. Las vacuas declaraciones unilaterales no conducen a ninguna parte y el autoritarismo de cualquier signo no pertenece al siglo XXI. No se la midan más. Que las DECENAS de MILLONES de muertes del siglo XX no sean en vano. Acometamos la síntesis entre contrarios, una síntesis que deseamos europea, democrática, pacífica y feliz.

Nuestro momento llegará. Nuestro momento está llegando.

El desafío independentista catalán

MANIFESTACIÓN LLEVADA A CABO EN LA PLAZA DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA

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