La escurridiza hormiga dinosaurio
Historia de un fósil viviente y su azarosa búsqueda
En Australia viven cerca de noventa especies de hormigas bulldog (Myrmecia), himenópteros de hasta cuatro centímetros, dotados de enormes mandíbulas y un aguijón venenoso con los que propinan dolorosos picotazos y mordiscos. Son tan agresivas como las avispas, están por todas partes, tienen muy buena vista y no vacilan en atacar en grupo —aunque sus hábitos son solitarios— cuando alguien se aproxima a sus nidos. El Museo Australiano de Sídney les da una puntuación de cinco sobre diez en su ranking de australianos peligrosos.
Se trata de un género de himenópteros muy primitivo, con un aspecto muy similar al que debió tener un antepasado ancestral de todas las hormigas que apareció hace unos cien millones de años. Un pariente lejano que todavía vive en Australia, aunque se deja ver poco: la Nothomyrmecia macrops u hormiga dinosaurio. Esta protohormiga, una reliquia viva de la época en la que las hormigas evolucionaban a partir de las avispas, fue descubierta casualmente por unos naturalistas aficionados en 1932 en el parque nacional de Cabo Árido, en Australia occidental.
El hallazgo causó gran excitación: “En términos entomológicos, era tan extraordinario como que alguien hubiera encontrado una manada de tricerátops pastando en alguna verde y remota estepa”, escribe Bill Bryson. Los científicos tardaron más de medio siglo en ver otro ejemplar de Nothomyrmecia. La expedición enviada por Museo Nacional de Melbourne fue incapaz de dar con la colonia de Cabo Árido, y posteriores búsquedas también acabaron con las manos vacías. Hasta que el azar, en forma de avería, volvió a entrar en juego: un equipo de científicos cruzaba el desierto del sur de Australia en un último intento de dar con la hormiguita. Se les estropeó el coche, tuvieron que acampar y uno de los científicos, llamado Bob Taylor, fue a hacer pis junto a un árbol. ¿Adivináis lo que encontró en el tronco? Exacto: una colonia de Nothomyrmecia.
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