8 fotos¿No liga? Siete razones por las que usted no se come un colín (según la ciencia)Las señales del amor están el aire, pero hay que saber emitirlas correctamente. Interpretarlas sabiamente también es cosa suyaSalomé García23 sept 2017 - 21:19CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceY fueron felices y comieron perdices. Así nos enseñan que terminan los cuentos de parejas con final feliz, una boda de ensueño con toda la fanfarria y dos amantes haciéndose arrumacos cual tortolitos. Imaginamos que tanta felicidad romántica llega algo así como determinada por nuestro código genético, que sucederá sí o sí. Y no. De hecho, tal vez usted esté saboteando sin saberlo sus posibilidades de probar las mieles del amor por su propia incompetencia al ligar. Psicólogos y antropólogos le echan una mano para evitarle el fracaso.Una cosa es que usted se conozca bien y otra que sea capaz de que el resto de los mortales sepa cómo es usted por dentro. Si es usted algo talludito recordará aquellos matrimonios puestos en evidencia en aquel programa de televisión llamado Su media naranja donde tres parejas de concursantes exponían ante los telespectadores su grado de conocimiento mutuo. Que en ocasiones era tirando a bajo. Por extrañas cosas del azar, pese a desconocer mucho el uno del otro, estaban juntos. Y podría no haber sido así porque uno no siempre se acerca a alguien a quien no deja entrever nada de sí mismo. Es lo que la psicóloga Jacquie Vorauer, de la Universidad de Manitoba (Canadá) denomina la distorsión en la señal de amplificación: la tendencia a creer que comunicamos más de nosotros mismos de lo que realmente lo hacemos. ¿Es usted ateo o de misa de domingo? ¿Podría recitar de carrerilla todos los pintores cuyas obras cuelgan en El Prado? ¿Pasaba los veranos de su infancia en una granja escuela? Su interlocutor no tiene por qué saber ciertos aspectos de usted. Si los descubre tarde y no le gustan, malo. Si le hubieran encandilado pero usted no se los hace saber, peor.Olvídese del ‘¿estudias o trabajas?’ o del ‘¿vienes mucho por aquí?’. Son fórmulas rancias y abren la puerta a respuestas que no desea escuchar. Haga como los animales del National Geographic: practique el cortejo corporal. En el libro El Lenguaje de la Seducción, del antropólogo David Givens encontrará un ramillete de pautas de movimiento corporal para aproximarse a su objetivo y anunciarle que anda buscando guerra (tocarse mucho el cabello en el caso de ellas, mantener una postura erguida nivel macho alfo en el caso de ellos). Otra pauta obvia: acérquese a sus gustos y gestos. “Copiar las maneras hace que nos parezcamos más a la otra persona y da una impresión subliminal de ser más atractivo. Quienes hacen las mismas cosas tienen el camino allanado para hacer más cosas juntos en el futuro”, señala Givens. En lenguaje experto se denomina isopraxis. Si su potencial pareja sale a correr, cálcese las zapatillas, que le gusta el fútbol, haga un esfuerzo por acercarse a la Liga. Mantenerse en sus trece le augura una larga y solitaria soltería.Tendemos a avergonzarnos de una reacción tan natural como el rubor. Mal empezamos: ese cambio de color forma parte del tonteo amoroso. “El trasero de un chimpancé hembra se vuelve rosado para mostrar su receptividad a los machos. Un caballito de mar se pone naranja cuando quiere atraer a su pareja. La cara de un hombre o una mujer excitados en esta primera parte del cortejo se pone roja”, explica Givens. Su propio sistema nervioso simpático se encarga de dilatar los capilares de la cara anunciando que la persona que tiene delante le hace tilín. Además cierto nivel de rojez favorece, “por eso en muchas partes del mundo las mujeres se aplican pigmentos rojos en los pómulos. Así emulan el brillo rosado de la atracción sexual que evidencia este sofoco”.Ligar es como el mus: hay muecas que dicen mucho. No se trata de que le entre el baile de San Vito, pero moverse menos que el portero de un futbolín es malo para entablar relaciones. Givens apunta que “cuando un hombre encuentra atractiva a una mujer, en vez de decírselo con palabras puede alargar el brazo sobre la mesa, como si se dispusiera a tocarle el antebrazo o la mano. Si una mujer se agarra las rodillas cuando pasa un hombre cerca, está comunicándole su intención de seguirle, aunque sin llegar a hacerlo”. Otra señal es inclinar el tronco hacia esa persona. De paso, calle de vez en cuando y entreabra la boca. “Refleja el deseo provocado por la atracción sexual. Los labios separados son comunes en las escenas románticas, cuando los miembros de pareja se acercan para darse el primer beso”. No parar de hablar o fruncir los labios son pasaporte a regresar a casa sin comerse un colín.Asúmalo: por muy partidazo que sea, puede que a su interlocutor no le interese. Y hay que saber captarlo a la primera para evitarse chascos. “Cuando una mujer se ve ignorada, rápidamente cambia su atención hacia otra parte aunque no se desplace. El hombre, menos habituado al lenguaje corporal, cree que ella sigue interesada solo porque sigue físicamente allí. Absorto en el rostro y la figura de ella, presta una menor atención a su comportamiento. Esta reacción psicológica masculina se conoce como pigmalionismo: enamorarse de estatuas”. Sepa que las estatuas decoran una barbaridad, pero son frías y poco apasionadas en la cama. ¿No le prestan atención? Sea sabio y cambie de objetivo antes de llevarse una decepción. “Algunos hombres siguen haciendo la corte tanto si la mujer les presta atención como si no. Mientras tanto pasan por alto a las personas que les envían señales de aproximación. Son los hombres que tienen mala suerte con sus citas”.¿Su interlocutor parece un témpano? Puede que sufra timidez. “A raíz de esta inhibición en el lenguaje corporal (rehúye la mirada, se queda tieso…), podríamos pensar que una persona retraída es desagradable, aunque de hecho es más bien lo contrario. Le gustaría ser agradable si pudiera desbloquear su expresión facial y la rigidez de sus miembros. Son esas parejas que luego se dicen la primera vez que nos vimos, pensé que no te gustaba”. Si usted es más desinhibido, Givens sugiere que se acerque con tacto. Intente arrancar una conversación y vea si su contrario va relajando. Este autor sugiere empezar mencionando algo que se pueda ver. “Como tienen un vínculo externo, diferente a ellos mismos, la conversación no parecerá invasiva o demasiado personal”. Si está en un museo, sugiera algo sobre los celestes del cuadro que tienen ante los ojos, jamás preguntando la opinión del otro sobre el arte pictórico flamenco del siglo XVI. Menos aún que si está solo y desea compañía. Es posible que al principio el más tímido hable en voz baja, tartamudee o le salgan gallos. Si el tono mejora y la charla se anima, va por buen camino. Si zanja de forma abrupta, considérelo su estatua y perpetre una retirada a tiempo.No se avergüence de lo que es. Y mucho menos, intente mimetizarse con el resto. Tarde o temprano se le verá el plumero y sobrevendrá un cataclismo sentimental. “Para algunas personas la autorrepresentación consciente es una forma de vida. Monitoreando de continuo su propio comportamiento y registrando la reacción de los demás, modifican su comportamiento social cuando no ejerce el efecto deseado. Son esas personas que tienden a ser lo que espera de ellas y que actúan como auténticos camaleones sociales”, explica David G. Myers en el libro Psicología Social. Si solo busca mambo para una noche, adelante. Si pretende lograr el amor de su vida, olvídelo. Cuando muestre su verdadero yo, el otro se sentirá decepcionado y huirá.