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¿Es la soprano Julia Lezhneva la nueva Cecilia Bartoli?

Virginia López Enano

JULIA LEZHNEVA nació hace 27 años en la isla rusa de Sajalín, al norte de Japón. Y emitió un grito tan intenso que el médico que la sujetaba sentenció: “Esta niña va a ser cantante de ópera”. Aquella recién nacida es hoy una de las mejores sopranos del mundo. De cuerpo menudo, cintura fina y cabeza grande, con ojos eslavos y esquivos, su complexión conjuga los rasgos propios de una muñeca de porcelana. Cuando habla, sorprende su voz frágil. Hay que insistir en que suba el volumen porque, si por ella fuera, la iría apagando poco a poco hasta resultar inaudible. Se encuentra en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, poco antes de salir a escena en el rol de Zerlina, de la ópera Don Giovanni, de Mozart. En los inicios de su carrera, fueron frecuentes las comparaciones con la mezzosoprano Cecilia Bartoli. “Es verdad que tenemos cosas en común”, confiesa ella. “Pero no está a mi alcance. Nadie puede ser como ella. Es única”.

La soprano ha compartido escenario con grandes de la lírica, desde Plácido Domingo hasta Juan Diego Flórez.

Lezhneva no ha cumplido tres décadas y ya ha pisado las tablas de templos de la música como el Royal Opera House y el Royal Albert Hall de Londres, el Concert­gebouw de Ámsterdam o el teatro Bolshói de Moscú. Su carrera empezó a despuntar hace siete años. Cuando dejó atrás Rusia para continuar su formación en Reino Unido. En 2010, cuando cursaba segundo en la Academia Internacional de Voz de Cardiff, en Gales, Kiri Te Kanawa, una de las grandes sopranos del siglo XX, pasó por el centro para impartir una clase magistral a los alumnos. Entre todas las voces que la cantante neozelandesa escuchó allí, la de Lezhneva la dejó impresionada por su luminosidad y técnica. Te Kanawa andaba buscando un joven talento que la acompañara en la gala de los Classic Brit Awards, ceremonia anual de premios de música clásica de Reino Unido. Tras oír a la rusa, se empeñó en que debía ser ella. Tenía 20 años y ese hito supuso un ascenso fulgurante. Meses después debutó en el Festival de Salzburgo, en 2011 fichó por el prestigioso sello discográfico Decca (Bartoli y Pavarotti figuran en su catálogo) y con ellos ha publicado ya tres discos en solitario.

Julia Lezhneva, en el Liceu de Barcelona, donde este verano ha interpretado a Zerlina en un Don Giovanni conducido por el director de orquesta Josep Pons. / ALBERT JÒDAR

Ha compartido cartel y escenario con pesos pesados de la lírica como Plácido Domingo, Joyce DiDonato, Juan Diego Flórez o Philippe Jaroussky. También ha seducido a los expertos de medio mundo. A las manos del crítico Alex Ross, de la revista The New Yorker, llegó una grabación de la ópera de Vivaldi Ottone in villa en la que participó la soprano rusa. Cuando Lezhneva entró en escena, Ross sintió la necesidad de parar el disco y acudir corriendo a Internet para buscar más información sobre aquella voz. Descubrió que tenía poco más de 20 años y escribió en su blog: “Tiene un grandísimo potencial para la música barroca y el bel canto [estilo que se desarrolló en Italia a principios del siglo XIX]”.

Los ecos que la comparan con la mezzosoprano italiana aún se escuchan e incluso se han vuelto más fuertes con la publicación, este año, de su último disco, dedicado a recuperar la obra del compositor alemán Carl Heinrich Graun. La revista especializada en lírica Ópera Actual publicó la reseña del álbum y la tituló: “Tiembla, Bartoli: viene Lezhneva”. Y en el texto: “Su dominio del estilo la encumbra como una digna sucesora en el campo imbatible de las florituras. (…) Sí. Lezhneva se corona como la sucesora de Bartoli por su técnica y expresión infalibles”.

Ensayos de la ópera Don Giovanni en el Liceu de Barcelona.

La rusa tiene en común con la italiana el repertorio, el virtuosismo, el dominio de la técnica, el interés por bucear en los archivos musicales para resucitar figuras de compositores olvidados. Destellan en sus recitales gestos de la Bartoli. La rusa tiene incluso el valor de empezar sus conciertos con arias que hasta ahora parecían propiedad de la italiana. Fragmentos que el público le pide a gritos a la mezzo si esta no los incluye en el programa. Piezas que la osada Lezhneva usa como carta de presentación. Porque la conoce. La ha investigado a fondo. “De niña descubrí su disco dedicado a Vivaldi”, dice. “Para mí fue una revelación escucharlo. Un shock. No podía entender que eso pudiera existir. Me pasé años estudiándolo. Me lo aprendí de memoria. Bartoli fue el primero y el mayor de los ejemplos de mi vida musical, quizá por eso he cogido mucho de ella, cosas que seguro se pueden reconocer cuando canto. Creo que es lógico y estoy orgullosa de ello. Su disco me llegó en un momento clave de mi vida y se convirtió en algo sagrado. Descubrí en su canto todo el rango de emociones: celos, enfado, llanto… Todo aquello que estaba tan lejos de mi alcance pero que, a través de su música, comprendí que necesitaba”.

Pero Bartoli es fuego; la expresividad, su virtud. Lezhneva, en camboi, ha recibido críticas por su frialdad sobre el escenario. Reconoce que la interpretación es su punto flaco: “No tengo mucha pasión por actuar. Me gusta aprender sobre ello, pero no soy de ese tipo de cantantes que no pueden vivir sin interpretar. No es mi caso. Yo soy más de descubrir la música. Para mí, ésta viene primero, y luego, si hay oportunidad de actuar, pues mejor”.

En 2011, la soprano fichó por Decca, el mismo sello que edita a Cecilia Bartoli.

Minutos después de la confesión, Lezhneva se mete en su camerino del Liceu. Debe prepararse para su debut en el gran teatro de Las Ramblas. Al otro lado de la puerta se la escucha ensayar los pasajes de Zerlina del Don Giovanni. Va y viene el equipo de peluquería y maquillaje. Y cuando por fin sale la soprano, lo hace de blanco pulcro y con una corona de flores sobre una peluca de rizos cobres. Divertida, corretea con su vestido de novia por los pasillos, con el velo ondeando al viento.

No es la primera vez que Lezhneva viene a España. Este 2017 ha sido también el de su debut en el Festival Internacional de Música Castell de Peralada, en Girona, y el pasado mes de febrero homenajeó a Händel con un concierto en el Auditorio Nacional de Madrid. Hace tiempo que la rusa despuntó entre los cantantes de su generación. Ya consolidada, la pregunta ahora es hacia dónde evolucionará. “Yo creo que mi voz crecerá, pero eso es algo que nunca se sabe con seguridad, es un misterio. Pase lo que pase, lo que sí deseo es que siga manteniendo su frescura y ligereza”.

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Sobre la firma

Virginia López Enano
Trabaja en el equipo de Redes de EL PAÍS. Ha pasado por varias secciones del periódico, como la delegación de Sevilla, Nacional o El País Semanal, donde ha escrito temas de música y cultura. Es Licenciada en Historia y Graduada en Periodismo por la Universidad de Navarra y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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