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MIRADOR
Columna
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Ranas secas

Con excepciones tan honorables como escasas, los productos de la medicina china tradicional son una superstición.

Javier Sampedro
Mercado de medicina tradicional china, Bozhou. China.
Mercado de medicina tradicional china, Bozhou. China.GERTY IMAGES

¿Hay algo más caro que el oro? Oh sí, el hongo que infecta a las orugas tibetanas, apodado “la viagra del Himalaya” por sus fabricantes, que venden el gramo a un precio superior al del dorado metal. Hay cajas y cajas de esa valiosa sustancia apiladas en la plaza de Bozhou, el mayor mercado mundial de medicina alternativa china.

Bozhou está en mitad de ninguna parte, a tres horas de coche desde la estación ferroviaria más cercana. Pero mide lo que un estadio de fútbol y es ahí, antes de las nueve de la mañana, donde se cuecen los precios de algunas de las sustancias más milagrosas del planeta, siempre según sus vendedores. El extracto de pene de ciervo, por ejemplo, que disuelto en alcohol alivia los tirones de los deportistas. Cornamentas de renos que ayudan a tratar las dolencias torácicas, astillas de madera de agar colonizada por un moho endémico del sureste asiático, salamandras frescas y ranas desecadas. Bozhou es el Wall Street de la medicina alternativa china.

Y también es un problema que está a punto de volverse global, como casi todo lo que ocurre en el gigante asiático. Con excepciones tan honorables como escasas, los productos de la medicina china tradicional son una superstición. No han sido sometidos a los rigores de un ensayo clínico, y las pocas veces que funcionan se explican por el efecto placebo: hay percepciones, como el dolor, que dependen no poco de las creencias del paciente que lo sufre. Lo peor de estos mitos de 2.500 años es, como en nuestro país y cualquier otra parte, que inducen a la gente a abandonar la medicina real para abrazar la farsa de los chamanes, lo que llega a veces a sextuplicar el riesgo de muerte prematura.

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El número de hospitales chinos que ofrecen servicios de medicina tradicional ha crecido de 2.500 (en 2003) a 4.000 (en 2015, último dato disponible), según The Economist. Y el Gobierno chino está subsidiando la enseñanza de esa disciplina no ya dentro de sus (gigantescas) fronteras, sino también en Estados Unidos, Reino Unido y otros sitios. ¿Veremos esa tendencia acelerarse en España? No lo sé, pero yo pondría mi dinero en la casilla del sí. Hay un montón de pasta ahí, muchachos.

Cuesta creer que esta sea la misma China que está dándole cien vueltas a la NASA y a la ESA, las agencias espaciales norteamericana y europea, en una de las líneas de investigación más rompedoras de la historia: la comunicación cuántica, llamada a veces teleportación por influencia de los antiguos episodios de Star Trek. Ya hablaremos de eso.

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