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¿Qué pasaría si los volcanes ‘helados’ de la Antártida entrasen en erupción?

La erupción de numerosos volcanes con pocas décadas de diferencia entre cada una podría provocar un aumento del calentamiento

Vídeo: Harvepino (Shutterstock)

La Antártida está compuesta por unas enormes tierras baldías heladas cubiertas por la mayor capa de hielo del mundo. Esta capa de hielo contiene aproximadamente el 90% del agua dulce del planeta. Actúa como un enorme disipador de calor y su agua de deshielo impulsa la circulación oceánica mundial. Por tanto, su existencia es fundamental para el clima de la Tierra.

Lo que se conoce menos es que la Antártida también alberga varios volcanes activos y forma parte de una inmensa “provincia volcánica” que se extiende a lo largo de miles de kilómetros junto al borde occidental del continente. Aunque la provincia volcánica se conoce y se estudia desde hace décadas, recientemente los científicos han descubierto bajo el hielo unos 100 “nuevos” volcanes usando datos de satélites y un radar que penetra en el hielo para buscar picos escondidos.

Puede que estos volcanes bajo el hielo estén inactivos, pero ¿qué pasaría si los volcanes de la Antártida entrasen en actividad?

Las erupciones produjeron un agujero en la capa de ozono hace 18.000 años

Nos podemos hacer una idea mirando al pasado. Uno de los volcanes de la Antártida, el Monte Takahe, se encuentra cerca del lejano centro de la Capa de Hielo Antártica Occidental. En un nuevo estudio, los científicos relacionan al Takahe con una serie de erupciones ricas en halógenos que consumen ozono que se produjeron hace unos 18.000 años. Estas erupciones, afirman, provocaron un antiguo agujero en el ozono, calentaron el hemisferio sur, lo que hizo que los glaciares se derritiesen, y contribuyeron a que terminase la última edad de hielo.

Este tipo de impacto medioambiental no es frecuente. Para que volviese a ocurrir otra vez, tendría que producirse una serie de erupciones, igual de ricas en halógenos, de uno o más volcanes que actualmente sobresalen por encima del hielo. Es poco probable que se dé este escenario, como muestra el estudio del Takahe, pero no imposible. Es más probable que uno o más de los numerosos volcanes subglaciales, algunos de los cuales se sabe que están activos, entren en erupción en algún momento desconocido en el futuro.

Erupciones bajo el hielo

Debido al enorme espesor del hielo que recubre la superficie, es poco probable que los gases volcánicos llegasen a la atmósfera. Por tanto, una erupción no tendría unos efectos como los que se afirma que tendrían los del Takahe. Sin embargo, los volcanes derretirían cavernas gigantescas en la base del hielo y crearían una inmensa cantidad de agua de deshielo. Como la Capa de Hielo Antártica Occidental está más húmeda que helada hasta su base –imagínense un cubito de hielo sobre una encimera– el agua de deshielo actuaría como un lubricante y podría provocar que el hielo que recubre la superficie se deslizase y se moviese más rápido. No obstante, estos volcanes también pueden estabilizar el hielo porque le pueden proporcionar algo de agarre: imagínense ese mismo cubito de hielo enganchándose en un objeto con bultos.

Un mapa de velocidad de las corrientes de hielo antárticas mientras se mueven hacia el océano.
Un mapa de velocidad de las corrientes de hielo antárticas mientras se mueven hacia el océano.NASA/JPL

En cualquier caso, el volumen de agua generado incluso por un volcán grande sería ínfimo en comparación con el volumen del hielo que recubre la superficie. Por tanto, una única erupción no tendría muchas consecuencias sobre el flujo de hielo. Pero sería muy diferente si varios volcanes entrasen en erupción cerca o debajo de cualquiera de las “corrientes de hielo” importantes de la Antártida Occidental.

Las corrientes de hielo son ríos de hielo que fluyen mucho más rápido que lo que les rodea. Son las zonas a lo largo de las cuales la mayor parte del hielo de la Antártida desemboca en el océano y, por tanto, las fluctuaciones de su velocidad pueden afectar al nivel del mar. Si el “lubricante” adicional creado por múltiples erupciones volcánicas se canalizase por debajo de las corrientes de hielo, el flujo rápido posterior podría verter cantidades inusuales de hielo interior espeso de la Antártida Occidental en el océano, lo que provocaría un aumento de los niveles del mar.

Los volcanes que se encuentran bajo el hielo son probablemente los que hicieron que las antiguas corrientes de hielo fluyesen rápidamente hacia la Plataforma de Hielo de Ross, la plataforma de hielo más grande de la Antártida. Algo parecido podría haber ocurrido hace unos 2.000 años con un pequeño volcán en las Montañas Hudson que se encuentra debajo de la Capa de Hielo Antártica Occidental, y si entrase en erupción otra vez hoy en día podría hacer que el cercano Glaciar Pine Island se acelerase.

El ciclo de retroalimentación entre los volcanes y el hielo derretido

Lo más dramático de todo es que una serie de erupciones podría desestabilizar muchos más volcanes subglaciales. A medida que los volcanes se enfrían y cristalizan, sus cámaras de magma se presurizan y lo único que impide que los gases volcánicos sean expulsados violentamente en una erupción es el peso de la roca que los recubre o, en este caso, varios kilómetros de hielo. Como ese hielo se vuelve mucho más fino, la disminución de la presión puede provocar erupciones. Si hay más erupciones y más hielo derretido, podría fluir incluso más agua de deshielo por debajo de las corrientes de hielo.

Las erupciones de volcanes podrían crear un efecto dominó gracias a una capa de hielo cada vez más fina

El Monte Erebus es uno de los volcanes más activos de la Antártida. Las rocas en primer plano son los restos de algunos volcanes subglaciales más jóvenes. antarcticglaciers.org, proporcionada por el autor

Al volverse más fino, el hielo causaría cada vez más erupciones, lo que podría provocar un efecto descontrolado. Algo parecido ocurrió en Islandia, donde se produjo un aumento de las erupciones volcánicas cuando los glaciares empezaron a retroceder al final de la última edad de hielo.

Por tanto, parece que la mayor amenaza de los numerosos volcanes de la Antártida sería la erupción de varios de ellos con pocas décadas de diferencia entre cada una. Esos volcanes ya sobresalen por encima del hielo y, si sus gases fuesen ricos en halógenos, entonces podría producirse un aumento del calentamiento y un rápido deshielo. Pero, probablemente, las erupciones tendrían que producirse repetidamente durante decenas o centenares de años para tener consecuencias climáticas.

Es más probable que se generen grandes cantidades de agua de deshielo durante las erupciones subglaciales que podrían acelerar las corrientes de hielo de la Antártida Occidental. La erupción, incluso de un único volcán estratégicamente situado cerca de cualquiera de las corrientes de hielo de la Antártida, puede hacer que se viertan al mar importantes cantidades de hielo. Sin embargo, también es probable que el derretimiento del hielo del interior cause más erupciones subglaciales que generen agua de deshielo en una zona más amplia y que pueden provocar un efecto descontrolado sobre el flujo del hielo.

John Smellie es catedrático de vulcanología de la Universidad de Leicester.

John Smellie recibió anteriormente financiación de NERC.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation.

Traducción de News Clips.

The Conversation

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