Paraguay: danza contra el caos
Un proyecto de cooperación cultural española en Los Bañados, un suburbio de desplazados en Asunción castigado por las inundaciones, ayuda a la inclusión social de jóvenes vulnerables y con discapacidad
Miriam González, de 16 años, quiere bailar. Y quiere bailar en serio. Nació en los Bañados de Asunción, donde 120.000 personas se exponen a las inundaciones del río Paraguay cada invierno. Y las inundaciones van en serio también. Las últimas más grandes, en 2014 y 2015, desplazaron a miles de personas que, como la familia de Miriam, se tuvieron que refugiar en pequeñas chabolas con láminas de madera y cinc donadas por el gobierno. Y allí pasaron dos años hasta que pudieron volver a sus casas.
Esta noche hay función y ella baila con sus compañeras de El Elenco en el Juan de Salazar, el decano de los centros culturales de la Cooperación Española En América Latina. Presentan la obra de danza contemporánea Sarambi. Al preguntarle qué significa esa palabra en guaraní, Miriam contesta: “Tendrás que verlo para saber lo que es: un caos, un desorden que no termina de arreglarse”.
La obra está basada en la coreografía y técnica del bailarín paraguayo Leif Firnhaber. Se basa en la expresión individual que surge de la conexión con los otros mediante el movimiento. Entre esos “otros”, está Camila, de 18 años, una de las tres chicas con discapacidad visual que hacen el papel de hechiceras en la obra y marcan el ritmo del orden y el desorden. Son parte del Elenco, las bailarinas top elegidas en los talleres de Alas Abiertas.
Surgidos con el empuje y la dirección de Mercedes Pacheco, profesora de danza y gestora cultural, y con el apoyo de la Cooperación Española, los talleres móviles de Alas Abiertas se imparten desde hace 10 años a niños y jóvenes con diferentes grados de discapacidad o en situación de vulnerabilidad. Se basan en la danza como herramienta poderosa de inclusión social. Actualmente se sostienen con los aportes de los cinco centros donde se imparten. Son la mitad de los que abarcaban antes de la reducción de fondos de ayuda y cooperación.
Miriam entró como becada de la Asociación Mil Solidarios, que fundó el jesuita Francisco Oliva en el barrio del Bañado Sur. Conocido en todo el país como el Pa’i Oliva, es todo un símbolo de la lucha por los derechos de los más pobres. Durante un largo exilio, forzado por la dictadura de Stroessner, puso en marcha proyectos de formación con jóvenes en valores y solidaridad en Argentina, Nicaragua y España, concretamente en Huelva. A su regreso al Paraguay, escogió “no ser una figura decorativa o histórica”, y se fue a vivir a la zona más pobre de Asunción: Los Bañados.
Con ayuda de la Cooperación Española, los talleres móviles de Alas Abiertas se imparten desde hace 10 años a niños y jóvenes con diferentes grados de discapacidad o en situación de vulnerabilidad
En Mil Solidarios, ofrecen acompañamiento, atención y refuerzo escolar de niños y jóvenes. Y también, los talleres de danza de Alas Abiertas. Mil Solidarios sobrevive con la ayuda de una fundación privada y con algunos apoyos adicionales, como los de la Diputación de Huelva, que nunca son suficientes para la atención de más de 500 menores y el programa de reinserción escolar y acompañamiento de 120 madres adolescentes y jóvenes, esta última una de las problemáticas más visibles del Bañado.
Al principio, el profesor de danza de Miriam, Sergio Núñez, no apostaba por ella. “Era una de las más tímidas, muy dependiente de sus amigas cuando asistía a los talleres en Mil Solidarios. Llegó un momento en que sus amigas dejaron de ir, y pensé que Miriam nunca volvería”. Sergio coordina actualmente los talleres de Alas Abiertas que inició junto a Mercedes Pacheco. Para él, trabajar con los niños y jóvenes en situación de riesgo o, especialmente, con los que tienen algún tipo de discapacidad sólo impresiona al principio. “Hasta que suena la música y entonces estamos allí, solo seres humanos unidos a través del ritmo”.
El Bañado Sur
La casa de Miriam, en El Bañado Sur, es de una sola planta, paredes delgadas de ladrillo rojo y techo de cinc y teja. El río no les ha dado tregua. Carol, de 33 años y madre de Miriam y de otro hijo pequeño, señala con el dedo las marcas de las crecidas del río, algunas cerca del techo. Su familia ha vivido durante tres generaciones en esta casa que parece sin acabar. Carol se quedó embarazada de Miriam a los 16 años, la edad de su hija ahora. Los padres ya fallecieron y su marido hace años que no vive con ellas. Ahora Miriam comparte vida con una mujer. Ambas duermen a la entrada de la casa, en una cama estrecha, donde se sienta Miriam entre dos osos de peluche para la entrevista. Al fondo, viven dos familias más de parientes.
En la obra Sarambi, hay un momento en el que Miriam se estira sobre el suelo de perfil, sostenida solo con la palma de la mano y el empeine del pie izquierdo, el resto del cuerpo suspendido. No se mueve. En sus músculos no se percibe la tensión del esfuerzo. Deja la mirada perdida, con un aspecto melancólico. Es la misma que tiene ahora en la entrevista cuando le preguntamos qué siente al bailar con sus compañeras. Entonces vuelve en sí y dice: “La felicidad”, así con artículo y todo, sin matices. La felicidad completa, como si fuera el nombre de una vecina conocida del barrio.
Miriam quiere ser bailarina profesional, pero también quiere estudiar Derecho. Por eso aprovecha la beca que le ofrecen en la asociación del Pa’i Oliva para el refuerzo escolar y la danza. De lo contrario imagina que sus únicas perspectivas serán las de trabajar como limpiadora, como su mamá, Carol. “Yo sé que eso no es nada malo, pero se sufre porque o no te pagan o lo que pagan alcanza para muy poco”.
Carol limpia la planta cuarta del Palacio de Justicia. Trabaja desde las seis de la mañana a las cinco de la tarde. Contratada a través de una empresa de servicios, su sueldo no llega al mínimo legal en el país (algo más de 300 dólares). Sobreviven con menos de 220 dólares. Hacemos cuentas de los gastos de transporte, vestuario, comida (luz todavía no se paga, agua tampoco pero apenas les llega, y el rato que llega toca recogerla en bidones). No salen las cuentas. “Se sobrevive”, dice Carol.
De ese tipo de trabajos en el centro capitalino viven miles de vecinos de los Bañados. Por eso, a pesar de las crecidas del río que los hace salir de sus casas durante meses y años, se resisten a abandonar el lugar. De momento, hay pocas alternativas. Después de tres generaciones poblando los Bañados, dice el Paí Oliva, “lo que aquí se vive no es ni cultura campesina (aunque los primeros pobladores procedían en su mayoría del campo) ni cultura urbana (porque es una zona aislada del resto de la ciudad y a la que esta vive de espaldas). Es otra cosa. Pero lo cierto es que la gente tiene hacia El Bañado un sentimiento muy fuerte: el arraigo”.
Existen algunos planes de realojamiento para unas 2.500 familias que habitan en una zona llamada El Bañado Tacumbú. Hay proyectos que implican elevar el terreno, de modo que quede al mismo nivel que el largo paseo capitalino de La Costanera, colindante con el río. Pero para el resto de las 120.000 personas del Bañado no es un asunto sencillo. Carol, por ejemplo, dice que si les ofrecen una casa, han de saber que esta en la que vive no es suya exclusivamente, la comparte con dos de sus hermanos y sus respectivas familias. Y si les envían muy lejos, no podría costearse los desplazamientos a la capital a su centro de trabajo. La palabra “desalojo” planea como un fantasma sobre muchos sectores de los Bañados.
La danza se usa como una herramienta poderosa de inclusión social en un lugar donde cada año 120.000 personas son amenazadas por la crecida del río
El asunto de la propiedad también es complejo porque, como señala Soraya Bello, coordinadora de Mil Solidarios y colaboradora del Pa’i Oliva, “miles de habitantes se han gastado lo que tenían en elevar el nivel del terreno con escombros para construir sus casas. Casas que de todos modos se inundan, y de las que ni siquiera tienen títulos de propiedad. Pero se han ganado su lugar”. Por eso la comunidad ve como solución viable una defensa costera, similar a las de otras ciudades del cono Sur, una estructura que ayude a contener y drenar las crecidas del río sin que penetre en las casas.
A la salida de la casa de Miriam, el olor a cloaca es constante porque las aguas negras discurren por pequeños canales que han construido los vecinos a los lados de las calles de tierra. Para entrar a las casas se ponen dos tablones de madera a modo de puentecillo.
Y Miriam volvió
Sergio estaba equivocado. Creía que las condiciones precarias en las que vivía Miriam le quitarían el gusanillo de la danza. Ha tenido que refugiarse tres veces en los últimos años por las crecidas del río y no ha dejado de asistir a los ensayos.
El impresionante escenario del Centro Salazar se viste de gala esta noche para el Elenco de Miriam, Camila y sus compañeros de Alas Abiertas. La obra del Sarambi termina cuando la pared del fondo del decorado oscuro se abre al aire libre del patio. Por allí se escapan los bailarines en busca de la armonía con la que seguir danzando sobre “el caos”.
En el público, Carol lucha por contener la emoción. Al terminar, Miriam se le acerca y madre e hija se miran con los ojos brillantes. No pueden irse muy tarde porque no es fácil entrar a Los Bañados de noche.
El Pa’i Oliva suele acabar sus conversaciones con datos para la esperanza. Indica los colegios que hay ya en Los Bañados, o los primeros universitarios que salieron de aquí, aunque muchos quieran irse lejos. Tiene una frase que es una especie de lema propio: “Riendo o llorando, pero siempre caminando”. Miriam añade a la frase “pero siempre bailando”. Ya sea en su casa junto al río o en los refugios sin otra defensa que estos pequeños apoyos de la cooperación y su propia pasión.
Antes de salir al escenario, Miriam siempre es un mar de nervios. Se pega a Camila y a las otras compañeras que no ven. Se mueve junto a ellas y se tranquiliza con la libertad única de los ojos cerrados. Ellas, en medio de toda su fragilidad y contexto precario, son la respuesta más sólida de por qué vale la pena apostar por la cultura como motor de desarrollo a pesar de los escasísimos recursos con que cuentan. Miriam se ve, en el futuro, sobre el escenario de muchos lugares del mundo. ¿Lo que más desea? “Seguir divirtiéndome igual cada vez que bailo con mis compañeras. Y eso…, la felicidad”.
¿Por qué apostar por la cultura y el desarrollo en países como Paraguay?
Y el Salazar
Algunos actores de la cooperación internacional tienden a retirarse de países con rentas medias. ¿Por qué la Cooperación Española sigue apostando por ese tipo de países, particularmente en América Latina?
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pronosticó para Paraguay el segundo mayor crecimiento económico de la región. En los últimos diez años ha habido avances en reducción de la pobreza, pero parte del crecimiento es debido al monocultivo de la soja (que ocupa un 80% de las tierras cultivables según estudios de organizaciones como Oxfam) y la ganadería. Como resultado de ello, miles de campesinos se han visto forzados a dejar sus tierras o a morir por defenderlas, como en la triste masacre de Curuguaty (11 campesinos y 6 policías muertos) que provocó la destitución del entonces presidente Lugo.
La pobreza en Paraguay sigue afectando a más del 22% de la población “eso y que además haya una parte importante de pobreza extrema es lo que da más sentido a la cooperación española en países de renta media, como Paraguay”, dice Cristina Aldama, coordinadora de la Oficina Técnica de Cooperación (OTC). “En zonas periurbanas como los Bañados, en zonas rurales, así como en comunidades indígenas, los índices de pobreza suben aún más y evidencian una gran desigualdad”.
Para ello, se trabaja con las autoridades paraguayas en cuatro ejes prioritarios: sistemas de agua y saneamiento (un proyecto ambicioso que canaliza y acerca el agua corriente en zonas donde nunca lo ha habido); salud (especialmente en la reducción de la mortalidad materna y del cáncer de cuello uterino), gobernabilidad y desarrollo económico.
Fundado tras la muerte de Franco y con el dictador Stroessner en el poder, el centro cultural de España Juan de Salazar es una referencia de la cultura paraguaya e hispánica. Hubo tiempos en los que el público tenía que refugiarse dentro del centro mientras la policía los rodeaba. La actual directora, Eloísa Vaello cuenta que siguen manteniendo una programación cultural muy activa a pesar de contar sólo con 120.000 euros anuales. Antes de la reducción en cooperación, lo hacían con una cantidad cuatro veces mayor.
Uno de los proyectos más importantes que se desarrolló el pasado año fue un recorrido por la región fronteriza del Chaco, con la colaboración de un grupo de investigadores, antropólogos, fotógrafos, entre otros. Su objetivo: dar visibilidad a una zona amenazada por la deforestación después de ser la segunda reserva boscosa más importante de América Latina. El documental que recoge la experiencia se presentará en Casa de América el próximo mes de octubre en Madrid, con el título de Chaco Ra'anga.
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