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Tierra, trágame

Señor Salme

EN SU LIBRO Plegarias atendidas (Anagrama), Truman Capote hacía una feroz y descarnada crónica de la vida de la jet set internacional con la que él mismo se codeaba. El célebre periodista murió antes de su publicación, pero algunos capítulos vieron la luz previamente en una revista estadounidense. A mucha gente no le gustó verse retratada por Capote (1924-1984) y el escritor se granjeó muchas enemistades. A partir de ese momento, empezó su ocaso. Cuando nos vemos en una situación embarazosa —como preguntar por la madre de alguien y que te contesten que se murió hace una semana, o por la pareja de tu contertulio y que te diga que ahora es la pareja de otra persona—, todos desearíamos no estar allí. Preferiríamos que la tierra nos tragase. Pero, cuidado, a veces los deseos se cumplen.

A las siete de la mañana del 8 de agosto del 1982, Fernando Berenguer se dirigía en coche hacia su huerto de naranjos en la partida de la Torre de Benimarmut, perteneciente al municipio de Pedreguer (Alicante). A la altura de los terrenos de Jaume Martí, conocido en el pueblo como El Lirio, le sorprendió una nube de polvo. Entonces se encontró con Vicent Roselló, otro agricultor que huía del lugar y que le indicó que diera marcha atrás a toda velocidad. Ambos pudieron ver cómo la tierra se tragaba cuatro naranjos y se paraba a escasos 10 metros de ellos. Salvaron su vida por segundos. En poco tiempo se había formado un agujero con una boca de 9,5 por 12 metros y una profundidad de más de 50 metros. Esta cavidad se conoce desde entonces como Clot del Lirio (hoyo de Lirio), en homenaje al poseedor del huerto, o Forat de Pedreguer.

La construcción de obras públicas o la sobreexplotación de acuíferos acelera el proceso kárstico.

Lo que Vicent y Fernando presenciaron esa mañana fue un caso espectacular de colapso kárstico. En geología, un karst es el tipo de relieve que se produce por la acción de la erosión sobre minerales que son solubles en agua, como el yeso, la calcita o la dolomía. El nombre hace referencia a la región eslovena de Carso, una meseta de roca caliza al suroeste del país y uno de los centros de referencia para los geólogos que estudian este fenómeno. Lo que probablemente pasó en Pedreguer es que la presencia de acuíferos subterráneos fuera erosionando el terreno poco a poco por el interior sin producir ningún efecto apreciable en la superficie, hasta que finalmente venció y provocó el agujero. Un proceso de miles de años que colapsa en apenas unos segundos. Este fenómeno se repite por todo el mundo. Por ejemplo, los geólogos se las vieron y se las desearon en la construcción del AVE Madrid-Barcelona porque la vía atraviesa zonas con gran riesgo de sufrir este problema. El hundimiento de una dolina (agujero de origen kárstico) en la autovía Logroño-Zaragoza en 2013 también provocó un enorme socavón. Pero nada comparable con el agujero que se formó durante la tormenta tropical Agatha en junio de 2010 y que se tragó un edificio de tres plantas del centro de la Ciudad de Guatemala. Sorprendentemente, no hubo víctimas porque era un centro de oficinas y sucedió durante el fin de semana. Aunque el proceso kárstico es de origen natural, algunas acciones humanas como la sobreexplotación de acuíferos, la construcción excesiva, las obras públicas de gran alcance o el uso de explosivos en minería pueden favorecerlo o acelerarlo. Así que antes de empezar con el pico y la pala es básico conocer muy bien el terreno que pisamos, no sea que al final nos trague la tierra.

Atracción terrenal

Los relieves kársticos también tienen interés desde el punto de vista turístico. Las caprichosas formas que hace la solubilización de los minerales son las responsables de paisajes tan atractivos como la Ciudad Encantada de Cuenca, el Monasterio de Piedra en Zaragoza o el karst de yesos en Sorbas (Almería). También es el causante de los cenotes de aguas cristalinas en el Estado mexicano de Yucatán y otras partes de América. Otros tienen un gran valor arqueológico, como la Sima del Elefante, en Atapuerca (Burgos). El karst favorece la formación de cuevas en las que podemos encontrar restos de nuestros antecesores prehistóricos.

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