Queridas Alba y Alma
AÚN NO les escribo un poema. Déjenme que les escriba una carta. Una carta niña como mis niñas. Una carta que demorarán en leer lo que dura vuestra inocencia. Estoy lejos, muy lejos, aunque estoy en la habitación de al lado. Las personas escriben cartas cuando viajan, pero yo salgo de viaje cuando escribo una carta. Este resultará el viaje más extraño. Volveré sin traerles dulces ni juguetes, solo palabras y palabras. Yo soy una postal en blanco. Cuál país, cuál ciudad, cuál nuevo cielo me espera. Ahora mismo he subido al tren, al barco, al avión. Ahora mismo ya las extraño. ¡Qué gozo el dolor de extrañarlas!
Qué extraño contemplarlas quietas, pero alejándose. Qué extraño contemplar sus cercanas lejanías.
Hijas, he visto mariposas en la cumbre de la Pirámide del Sol, y eran ustedes sobrevolando mi cabeza. Pobre yo que subo lo monumental para creerme alto, mientras lo frágil logra ascenderlo todo. Nada puede vencer esa gracia: mariposas en la cumbre de la Pirámide del Sol. He visto un volcán y un lago y un árbol donde duermen todos los pájaros; he visto atardecer en las isletas, cuyo número son los días del año, he visto atardecer desde el bote en que los amigos vamos, y solo faltó sentarlas en mis piernas para que fuese el paraíso. He visto una ciudad al pie de un cerro y en la cima del cerro una iglesia. No quise entrar. Yo rezo con ustedes en lo hondo. He visto en el Museo del Prado, con la tía Amalia, El jardín de las delicias. Algún día conocerán al Bosco y sentirán lo que su padre siente: lo que siente un general cuando lo atacan desde todos los frentes a la vez; lo que siento cuando al volver del mundo corren a abrazarme. Hijas, un mapa secreto hay en nosotros. Ustedes son mi Ruta de la Seda y mi Camino de Santiago.
Qué bueno levantarme ahora de esta página y ver cómo duermen, cómo respiran. Qué bueno ser el invisible. Jamás tuvo sentido que el nombre de su padre signifique guardián, el que vela; jamás tuvo sentido hasta el instante de contemplarlas así. Qué extraño contemplarlas quietas, pero alejándose. Qué extraño contemplar sus cercanas lejanías. Padezco una irremediable nostalgia por el futuro, mi nostalgia proviene del futuro, nunca del pasado; nostalgia por el futuro en que serán ustedes quienes me cuenten lo que han visto. Desde hoy ya espero por sus palabras. Feliz viaje.
Aún no les escribo un poema. Pero yo sé que me comprende la Poesía. Qué importa la luna, sino pensar que la miramos juntos. Que importan las estrellas, sino el orgullo de enseñarles a nombrarlas. Qué importa escribir, sino el hombre que les dio vida.
Créanle siempre a su madre: papá es un loco. Y las ama.
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