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MIRADOR
Columna
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Caudillos

A estos catalanes hay que hay que ayudarles a protegerse de su presidente

Jorge M. Reverte
Venezuela y Cataluña están ahora mismo en la vanguardia de las nuevas y revolucionarias formas de cambiar las realidades.
Venezuela y Cataluña están ahora mismo en la vanguardia de las nuevas y revolucionarias formas de cambiar las realidades.Ariana Cubillos (AP Photo)

Si el objetivo común está claro, ¿para qué hace falta un Parlamento? Bueno, quizá para cubrir el expediente en una Europa que, actualmente, está muy sensibilizada con las formas de la democracia. Véanse, si no, los casos de Polonia y de Hungría. O la condena de la justa y democrática Asamblea Constituyente de Maduro en Venezuela.

Y eso que todavía aquí no se ha entrado en serio a discutir sobre cuestiones como las mayorías o las minorías, aunque perlas ya se han soltado, como la de la ANC que propugna que se declare la independencia de Cataluña sea cual sea la participación en el posible referéndum del 1 de octubre, aniversario de la proclamación de Franco como jefe del Estado en 1936. Aunque ese es un hecho español.

Venezuela y Cataluña están ahora mismo en la vanguardia de las nuevas y revolucionarias formas de cambiar las realidades de cada una de esas naciones, frente a la reacción que representan Estados Unidos y España, potencias dispuestas a todo con tal de mantener el statu quo. Si hay que pasar por encima de mayorías o minorías políticas, pues se pasa, y si hay que cambiar las leyes mediante la imposición, pues se cambian.

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Nicolás Maduro, como caricatura de Hugo Chávez, va a ser el nuevo referente, como ya lo fueron en su momento Fidel Castro y el Che Guevara, cuyo ejemplo sirvió para alumbrar una sociedad nueva en Cuba. Solo las poderosas fuerzas de la reacción imperialista impidieron que toda América Latina fuera como la isla del Caribe.

Hoy las cosas son diferentes porque a Maduro le apoya casi todo el Ejército venezolano y a Puigdemont le asisten la cúpula de los Mossos y las militancias de ERC y la CUP.

A nadie le tiene que importar el que si el PP hubiera hecho algo parecido en el Parlamento español cuando tenía la mayoría absoluta, se habría montado un escándalo con repercusiones mundiales. Porque esta vez la razón asiste a quienes quieren cambiar la ley a uno y otro lado del Atlántico. Maduro y Puigdemont pueden estar tranquilos con su conciencia, porque representan la licitud de un destino histórico. Democracias aclamativas soñadas por Carl Schmitt.

Carles Puigdemont va a intentar, como ya lo hizo Companys, liquidar la legalidad española, en aras de la causa nacional catalana.

Da igual que lo que hace esté penado por las leyes españolas, y que más de la mitad de los catalanes piense que deben ser mantenidas.

A estos catalanes hay que ayudarles a protegerse de su presidente, su caudillo.

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