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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Sostenibilidad ‘low tech’

La sostenibilidad es el único futuro con futuro. Pero puede ser industrial o preindustrial. El estudio Taller Abierto lo demuestra rehabilitando una vivienda en un pueblo de Soria

Anatxu Zabalbeascoa

Hablan de rehabilitar con sensatez, tratando de aprovechar lo que uno encuentra. Y lo que encontraron fue una casa que el propietario quería derribar. “Estaba convencido de que la mejor opción era tirarla y construir una nueva”. Tras largas conversaciones, los arquitectos lo convencieron de que la mejor opción era rehabilitarla y aprovechar al máximo lo construido. Propusieron conservar y rescatar en la medida de lo posible el carácter de lo que había sido la casa nata de su cliente, donde había pasado sus años de infancia. La sorpresa, para cliente y arquitectos, fue el espacio inesperado que ofreció la pequeña vivienda construida hace siglo y medio.

El estudio de arquitectura madrileño Taller Abierto obtuvo cierta notoriedad hace unos años al ganar un concurso internacional para levantar un prototipo de vivienda sostenible en el archipiélago de las islas Aleutianas, entre Alaska y Rusia. En un contexto muy distinto, el casco histórico de Almazán, en Soria, Nacho Román (Toledo, 1980), Daniel Martínez (Guadalajara, 1980) y Julio Rodríguez (Valencia, 1981) también han sabido trabajar la sostenibilidad con materiales humildes y un presupuesto limitado (460 euros el metro cuadrado).

Así, tras descubrir y sanear todos los elementos estructurales de madera, respetaron los gruesos muros de tapial (y su aislamiento del frío y del calor) y los revocaron de blanco. Los pavimentos de barro cumplen también con esa función de aislamiento, las carpinterías exteriores de madera rehabilitadas y pintadas en un azul en cambio, rinden tributo a la tradición visual del centro histórico de Almazán.

En el interior de la casa, los proyectistas redefinieron una geografía de pequeñas estancias transformándola en espacios más amplios. Consolidaron la estructura con muros de carga de tapia y entramados de madera que se unieron a las recuperada estructura de madera original.

“Una de las decisiones que más condicionaron el proyecto fue la elección y diseño de los materiales cerámicos” explican los proyectistas. Y es que los suelos se convirtieron en puzles. Para cubrirlos eligieron piezas de barro parcialmente gresificado y cerámica clinker para el patio -por su resistencia a las frecuentes heladas que Almazán registra durante el invierno-. Fue necesario adaptar el pavimento a la geometría irregular de las estancias y construir un juego de giros acoplados al trazado irregular de los muros: un puzle para levantar un puente entre tradición y futuro y entre construcción y cuidado medioambiental.

Fotos: Luis Díaz-Díaz

Babelia

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