¿Qué les mueve a salvar vidas?
Son ingenieros, logistas, contables, conductores, jefes e incluso ciudadanos afectados que deciden implicarse en la tarea de ayudar a otros cuando la catástrofe urge a una actuación rápida
¿Qué impulsa a una bióloga, a un exmilitar o a un profesor de física de un pueblo en crisis a remangarse, ponerse manos a la obra, implicarse, ayudar a mejorar la vida de los demás o incluso a salvarla? ¿Cómo acaban los trabajadores humanitarios dedicándose a tal labor? ¿Qué sienten? A aquellos que nos hemos ido encontrando mientras realizábamos los reportajes para este especial les hemos preguntado. Porque solo ellos tienen la respuesta.
Iván Álvarez: “Lo que me llena es que esta gente abra el grifo y tenga agua”
¿Cómo llegó un licenciado en Historia a dedicarse al trabajo humanitario? Iván Álvarez, especialista en agua y saneamiento, es hoy una suerte de freelance del sector humanitario. Durante las inundaciones de Perú, el pasado marzo, apoyó la intervención de Acción contra el Hambre
A Iván Álvarez (Madrid, 1983) le encanta comer y especialmente probar la gastronomía típica de allí donde esté, así que elige un restaurante en Piura (Perú) para realizar la entrevista. En el relato de su vida para desentrañar cómo acabó trabajando como cooperante se remonta a cuando acabó la carrera. "Historia en la Universidad Autónoma de Madrid", especifica. Después, estudió el antiguo Curso de Aptitud Pedagógica (CAP) para ser profesor. Pero al final, acabó trabajando de transportista para pagarse un máster en cooperación en la Universidad de Granada. "En el período de prácticas, buscaban a alguien con formación en Historia para ir a Cuba. Era para mí", cuenta. Pero una amigdalitis le chafó la oportunidad. "Estuve ingresado en el hospital, era de caballo", recuerda de sus días de 2009.
Álvarez, que de joven se definía como "rojo y anticlerical", encontró trabajo en una ONG confesional compuesta por misioneros. Trabajar con ellos cambió su percepción sobre el clero, aclara. "Allí estuve dos años sin cobrar. Vivía en precario en mi casa en Madrid, pero cogí experiencia", asegura. El sueldo se lo ganaba como monitor de campamentos y considera que tuvo "suerte", porque "no todo el mundo se puede permitir currar sin cobrar". Después, trabajó un año en otra organización y acabó volviendo a la primera, solo que con otros planes. "Me vine a América Latina", explica, para identificar proyectos que se podrían llevar a cabo según las necesidades de la gente en diferentes países. Él se pagó los billetes de avión y el alojamiento de su bolsillo; cuatro meses después regresó a España.
En 2013, comenzó un posgrado en WASH (agua, saneamiento e higiene, en inglés) en la Universidad de Alcalá de Henares. "Es el de referencia en España", subraya. "Eso me abrió puertas. Tenía un posgrado y experiencia", añade. En 2014, realizó su primera misión con Acción contra el Hambre para atender en un epidemia de cólera en Sudán del Sur. Un año más tarde, en noviembre de 2015, le volvieron a llamar de la misma ONG para que marchara a Líbano. Allí estuvo un año ayudando a llevar agua a los refugiados y encontró "mucho amigos". "No soporto ciertas opiniones sobre los refugiados y salto cuando la gente dice que vienen a invadirnos, cuando hacen comentarios islamófobos o xenófobos", añade.
—¿Te afecta realizar este trabajo?
—Sí, para bien y para mal.
La vida de Álvarez no solo es nómada, como la de cualquier trabajador humanitario, sino que además, él es una especie de freelance del sector. Sin un contrato estable, trabaja para quien le llame. Para ir a Perú durante las inundaciones el pasado marzo le telefonearon un miércoles para partir el sábado siguiente. En los días que pasó allí, se murió su perra. "Y mientras estaba en Líbano, se suicidó un amigo", se sincera. "El contrapunto es lo que aprendes. Por mi formación, me gusta conocer la historia de los países a los que voy y hablar mucho con la gente", continúa. Eso es lo que más le satisface, dice, el contacto con las personas, a pesar de "las zonas oscuras de la cooperación". "Las organizaciones tienen sus agendas y, a veces, no se corresponden con las necesidades de la gente", aclara. En terreno, en Piura —donde se encuentra— es fácil comprobarlo. Conversa con los lugareños, les escucha, siente sus problemas, como que llevan meses sin beber agua potable, y se implica. "A mí lo que me llena es que esta gente abra el grifo y tenga agua".
Esta entrevista ha sido realizada por ALEJANDRA AGUDO, desde Piura (Perú).