Lo que me gusta de las coincidencias
Los domicilios de algunos fiscales anticorrupción han sido allanados y no se localiza a los asaltantes
Vladimir Nabokov escribió: “Un cierto hombre perdió una vez un gemelo con un diamante en el ancho mar azul, y veinte años más tarde, exactamente el mismo día, un viernes aparentemente, estaba comiendo un pez grande pero no había diamante dentro. Eso es lo que me gusta de las coincidencias”.
Han pasado casi diez días desde que alguien allanó la casa del nuevo Fiscal Jefe Anticorrupción, Alejandro Luzón, justamente mientras tomaba posesión del cargo, y no es posible dejar pasar lo ocurrido, porque lo relatado hasta este momento coincide bastante con el cálculo de coincidencias de Nabokov: la empleada del hogar olvidó echar la llave al abandonar el piso, momento en el que uno o varios ladrones, que pasaban por allí, aprovecharon la ocasión para, mediante el facilísimo método del resbalón, entrar en la vivienda, revolverlo todo y llevarse una colección de relojes y unos cientos de euros.
Los hechos se produjeron en mitad de un gran escándalo que sacudió la carrera fiscal y que llevó a la dimisión del anterior Fiscal jefe Anticorrupción, Manuel Moix, pese a contar con el apoyo del Fiscal General del Estado, José Manuel Maza, y del propio ministro de Justicia, Rafael Catalá. Moix solo estuvo 87 días en el cargo, pero en ese tiempo consiguió convulsionar a sus compañeros hasta extremos desconocidos. Forzado por la presión de prácticamente todas las asociaciones de fiscales del país, Maza terminó nombrando para sustituirle a quien antes había rechazado, Alejandro Luzón, un profesional con gran experiencia y prestigio. La noticia de que su casa había sido allanada justamente cuando estaba tomando posesión produjo estupor e inquietud entre muchos de sus colegas, que interpretaron el suceso como una posible advertencia. Para colmo, el allanamiento de la casa de Luzón no puede considerarse un hecho aislado porque existe constancia, como mínimo, de dos allanamientos anteriores en el domicilio de otro fiscal anticorrupción, en este caso de Murcia, una comunidad autónoma en la que el propio Fiscal Superior denunció acosos y amenazas y en la que el anterior presidente, Pedro Antonio Sánchez, ha sido finalmente procesado por fraude y prevaricación.
Se trata de hechos muy graves que alientan la sospecha y que exigen una investigación prioritaria… y que tenga éxito. No es posible que los fiscales anticorrupción de este país ofrezcan ante la opinión pública una imagen tan expuesta y vulnerable, precisamente cuando acaban de llegar ante los tribunales importantísimas tramas de corrupción económica y política, como la Gurtel o la Púnica. Es impropio de un Estado de Derecho que los domicilios de algunos fiscales anticorrupción sean objeto de asaltos y que ellos mismos reconozcan ser objeto de acoso, sin que se localice a los asaltantes, se identifique y castigue a los acosadores y se restablezca su imagen de autonomía e independencia. Cuanto más se tarde en aclarar qué sucedió en la vivienda del Fiscal Jefe Anticorrupción más se acentuará la debilidad institucional, el principal problema de la democracia española.
El ministro del ramo, Rafael Catalá, no ayuda, en absoluto, a mejorar la imagen institucional de la Justicia. Por el contrario, ha sido reprobado por la mayoría del Congreso de los Diputados, que no confía en su gestión y que considera que incumple con sus obligaciones. Además, el ministro se caracteriza por pronunciarse a menudo sobre temas que exigirían precisamente su total neutralidad, por ejemplo, los relacionados con el ministerio fiscal. El pasado jueves, Catalá se mostró encantado con el ascenso de Guillermo García-Panasco, que ocupará un cargo en la Fiscalía General del Estado, pese a que el Tribunal Supremo anuló esta misma semana su investigación sobre la jueza Victoria Rossell, próxima a Podemos, y le reprendió duramente por vulnerar sus derechos de defensa. Para el ministro, “eso es una anécdota”. ¿Cómo no va a estar dañada la imagen de independencia del ministerio fiscal?
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