El turista chino se convierte en un reto a conquistar para el mercado español
El año pasado 374.000 viajeros del país asiático visitaron España con mucha disposición de gastar
Larry Tse se prepara para traducir las explicaciones de la guía española en el Museo de Prado: la visita va a ser muy rápida. A los 26 turistas chinos que acaban de bajar del autobús les va a dar tiempo a ver las obras maestras de El Greco, Velázquez y Goya. Nada más. Las manillas del reloj marcan el ritmo trepidante del viaje por Portugal y España que realiza este grupo de residentes de Shanghái. Cada minuto cuenta para recorrer casi una decena de ciudades de Lisboa a Barcelona en tan solo 12 días. Es poco tiempo, pero el número turistas chinos aumenta con rapidez y les gusta gastar, por lo que el sector ha empezado a pisar el acelerador para atraer a viajeros como a los que acompaña Tse.
Desde 2004, año en que Pekín autorizó España como destino turístico para sus ciudadanos, lo que facilitó la emisión de visados, el número de visitantes chinos ha saltado de unos 26.000 a los 374.000 del año pasado, según datos de Turespaña y del Instituto Nacional de Estadística (INE).
El incremento ha llevado a personas con el perfil de Tse (ciudadanos de origen chino que llevan años residiendo en España) a embarcarse en el negocio turístico. Tse llegó hace 26 años desde Hong Kong y empezó trabajando en el restaurante de sus padres en Alicante. Luego se hizo traductor de mandarín al español, y convertirse en guía turístico ya le pareció algo natural.
España entró tarde en el mapa del turista chino por falta de vuelos directos y una escasa promoción en el gigante asiático de sus atractivos turísticos, según expertos del Instituto de Investigación sobre el Turismo Internacional de China (COTRI, por sus siglas en inglés), pero ahora intenta recuperar el tiempo perdido con la apertura de nuevas rutas aéreas y con acciones de marketing para atraer a este viajero.
Kai Yang también aprovecha la ola del turismo chino como socio de una agencia de viajes que desde hace seis años organiza tours para estos visitantes por España. Para adaptarse a sus gustos, Kai prepara una selección de restaurantes españoles y chinos en los que acepten programar los almuerzos para las 12.30, la hora en que suelen comer en su país, e incluso en algunos casos pide a los hoteles que no alojen a sus grupos en la cuarta planta, porque el cuatro es considerado en China un número de mala suerte.
Aunque China no figura entre los principales mercados emisores de turistas hacia España, sus viajeros son codiciados por el sector por su potencial de gasto. Mientras un británico gasta de media 911 euros en su visita por el país, uno proveniente del país asiático desembolsa 2.593 euros, según datos del INE. “Los turistas chinos son muchos menos de lo que pueden ser los de Francia, de Alemania o de Reino Unido, pero el gasto que hacen es muy superior”, confirma Antonio de la Morena, portavoz de Turespaña y exrepresentante del organismo público en Pekín y Cantón.
A estos viajeros asiáticos les encantan las compras; ya sea de artículos de moda accesibles en Europa a precios muy por debajo de los de su país o de souvenirs y regalos para familiares y amigos. Compras motivadas también por un factor cultural. En un país de más de 1.300 millones de habitantes en el que los viajes a Europa están restringidos a una parte muy selecta de la sociedad, llevar regalos también se convierte en una señal de status. “Es una manera de lograr prestigio por poder permitirse esos productos”, afirma Minjuan Deng-Westphal, directora de investigación del COTRI.
Los grandes almacenes en España y las tiendas de lujo lo saben y aprovechan. “Hay tiendas que llegan a tener a tres dependientes que hablan mandarín perfectamente”, destaca la guía turística Hong Weng, que cada año realiza hasta 20 viajes con grupos chinos por España y otros países europeos.
La imagen que se tiene de los viajeros chinos suele estar asociada a grupos turísticos grandes formados por personas de mediana edad y que dependen de un guía para comunicarse. Sin embargo, las agencias de viajes y los investigadores del sector señalan un cambio en el perfil de este visitante. Aunque antes eran menos frecuentes, cada vez llegan más jóvenes chinos que hablan inglés y prescinden del viaje organizado, como Liu Qian Qian y En Wong, una pareja de empleados del sector financiero de Shenzhen. Han pasado dos días en Madrid en julio y han visitado el Palacio Real, una parada tradicional. “Pero a mí me encanta el fútbol y también hemos ido al Bernabéu”, dice En.
Mientras tanto, ha terminado el veloz recorrido por el Museo del Prado de la mano del guía-traductor Larry Tse, que logra unos instantes de reposo. Dispone de unos pocos minutos hasta que el grupo haya descansado. “Yo soy un instrumento de comunicación entre dos culturas muy diferentes”, comenta. Ya no tiene tiempo para seguir hablando, no puede retrasarse. Algunos de sus clientes van a conocer el Santiago Bernabéu. Los demás se irán de compras.
Una tendencia mundial
Competir por el turista de China es un fenómeno internacional. Los viajes de ocio de ciudadanos chinos no empezaron hasta los años noventa del siglo pasado, pero “desde entonces el crecimiento del número de viajeros ha sido muy rápido”, afirma Minjuan Deng-Westphal, del Instituto de Investigación sobre el Turismo Internacional de China (COTRI). Tanto que China se convirtió en 2012 en el principal emisor de turistas del mundo –el año pasado 135 millones de chinos visitaron destinos fuera de sus fronteras, mayormente dentro del continente asiático–. La investigadora resalta que menos de un 10% de la población china tiene pasaporte, por lo que los que salen de viaje –sobre todo los que eligen los destinos europeos, más caros que los países vecinos en Asia– tienen una capacidad de gasto muy elevada. “Solo los más ricos que se pueden permitir ese tipo de viaje”, afirma.
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