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Columna
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Subversión y patrimonio

En una sociedad acomodada es difícil apreciar las condiciones para un movimiento insurreccional

Josep Ramoneda
Carles Puigdemont junto a Oriol Junqueras en el Parlamento catalán.
Carles Puigdemont junto a Oriol Junqueras en el Parlamento catalán.Albert Garcia (EL PAÍS)

Para la pequeña historia del proceso independentista catalán ha quedado la idea de que el conseller Baiget fue destituido por poner en duda que se pudiera celebrar el referéndum. Pero en sus declaraciones dijo también que "aceptaría ir a la cárcel pero no poner en juego su patrimonio" y, por tanto, su futuro y el de su familia. Y probablemente este es el nudo del estado actual del problema. Es cierto que el independentismo es el único proyecto subversivo —en el sentido de ruptura del orden Constitucional— que hay en España. Pero el tiempo de las revoluciones pasó y en una sociedad bastante acomodada es difícil apreciar las condiciones para un movimiento insurreccional. Solo con un crecimiento constante de su voto el independentismo puede aspirar a conseguir sus objetivos. Y para ello necesita tiempo (la demografía va su favor) y consolidar su condición de primer proyecto político de la escena catalana, que ahora mismo nadie le disputa.

Puigdemont llegó anunciando que se iría después de culminar el proceso independentista, en un plazo de 18 meses que se ha cumplido esta semana. Eran tiempos en que se daba por superada la etapa referéndum y la hoja de ruta apelaba directamente a la desconexión con España. Puigdemont rectificó la estrategia dando prioridad a lo que más suma y volvió a colocar el derecho a decidir convertido ya en derecho de autodeterminación en el centro de la escena. Es esta su apuesta. Después él se va, sus colegas aspiran a quedarse. No son tiempos heroicos. Pasar de la promesa al referéndum no es fácil. Los obstáculos legales son enormes, el Gobierno español se cuida bien de subrayar los riesgos personales. No olvidemos, sin embargo, una cita de Puigdemont: “Mientras yo sea presidente habrá referéndum”. ¿Y si unas semanas antes del 1 de octubre se da cuenta de que no es posible realizar la consulta? ¿Qué hará? Con esta frase, Puigdemont deja una puerta abierta.

“Mientras yo sea presidente habrá referéndum”, dijo Puigdemont. ¿Y si unas semanas antes del 1 de octubre se da cuenta de que no es posible realizar la consulta?

Mientras, España está con un Gobierno bajo mínimos. Rajoy se limita a comprar tiempo, sin reparar en gastos. Su único proyecto es llegar al final de la legislatura. La historia dice que los presidentes casi nunca acaban bien, parece que a Rajoy le bastaría con irse entre la indiferencia general, si Cataluña no lo estropea. Es probable que consiga impedir el referéndum. Del modo como lo haga dependerán muchas cosas. No dejar votar siempre es feo. Pero se equivoca si piensa que así resuelve el problema. Más temprano que tarde habrá unas elecciones, seguramente ganará Esquerra, y volveremos a empezar. Al cargarse el Estatuto de Maragall, el PP impidió enfriar la cuestión por un par décadas. Impidiendo el referéndum no la enfriará la calentará. Cameron osó y la cuestión escocesa está ahora fuera de la agenda por unos cuantos años.

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