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conferencia bienal de la fao

Cooperación Sur-Sur: la nueva herramienta del colonialismo chino

En la última Conferencia bienal de la FAO se analiza el papel que el gigante asiático está jugando en el desarrollo de África

Dos operarios trabajan en el mantenimiento de una central de energía térmica en Takoradi, Ghana.
Dos operarios trabajan en el mantenimiento de una central de energía térmica en Takoradi, Ghana.Jonathan Ernst (Banco Mundial)
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La cooperación Sur-Sur consiste en “el mutuo intercambio de herramientas de desarrollo, conocimiento, buenas prácticas, políticas, tecnología y recursos entre los países del Sur”. Es decir, un acuerdo recíproco en el que ambas partes obtienen un “beneficio”. Así es como define China su política de ayudas en materia agrícola en África. Al preguntarle a la vicedirectora de la División de Capacidades de Desarrollo en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, Dongxin Feng, cuál es el beneficio que obtiene China en el negocio, responde: “adquiere una gran capacidad de conocimiento y experiencia”.

Así lo entienden en la Organización de la ONU para la alimentación y la agricultura (FAO), que en la última Conferencia bienal celebrada recientemente en Roma presumían del papel del gigante asiático en esta modalidad de cooperación. El embajador chino ante esta agencia, Niu Dun, aseguró que gracias a una inversión de 80 millones de dólares en los últimos años, “China es el principal aportador en este programa”, que se desarrolla bajo el paraguas de la FAO. En este caso se trata más bien de la llamada cooperación triangular, en la que un organismo —en este caso la agencia de la ONU— coordina la relación entre otros dos o más países. El director general de la agencia de las Naciones Unidas, José Graziano da Silva, se permitió bromear para pedir que Pekín siguiera inyectando dinero en estos proyectos.

Son reales, se pueden tocar. Y para dar cuenta de ellos estuvieron representantes de Uganda o Namibia, donde la tecnología china ha modificado la forma de cultivar. Ambos países destacaron la buena acogida de sus respectivos Gobiernos como señal de que la irrupción china era positiva. Namibia agradeció con un vídeo que estos proyectos “han mejorado su seguridad alimentaria”, uno de los principales retos de las Naciones Unidas, que en 2015 se comprometieron a erradicar el hambre como parte de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Estos dos son sólo algunos de los ejemplos de la política china, reflejada en otro vídeo de indisimulado carácter propagandístico. Más de 1.000 expertos mandados a 26 países de África, Asia, el Sur del Pacífico, Latinoamérica o el Caribe, gracias al programa de cooperación de la FAO. Casi el 60% de esta iniciativa está copada por el país asiático. “Somos una nación en desarrollo, que basa su crecimiento en la solidaridad con otros países del Sur”, decía el embajador chino ante un público repleto de connacionales.

Que la segunda economía del mundo en términos absolutos sea o no un país en desarrollo podría ser objeto de debate. Que trate como iguales a socios como Namibia o Uganda parece ya menos creíble. El concepto de la cooperación Sur-Sur nació en la Conferencia de Bandung (Indonesia) en 1955. Se inspiró en el rechazo al colonialismo de los Países No Alineados y estuvo protagonizada por un grupo de países asiáticos y africanos, a los que se unirían dos décadas más tarde los sudamericanos. Era el contexto de la Guerra Fría, algo ha cambiado desde entonces.

China representa una cuarta parte del comercio exterior del África subsahariana

Un informe elaborado por los académicos Kevin Gray y Barry K. Gills, de la Universidad de Sussex y la de Helsinki, respectivamente, da cuenta de que Brasil, Sudáfrica, India y China han abanderado en los últimos años este modelo asistencial. “Existe un patrón de neocolonialismo comercial en la forma en la que China exporta productos básicos e importa materias primas” de los países en desarrollo. Según un estudio del Banco Mundial, este país representa una cuarta parte del comercio exterior del África subsahariana, mientras que las importaciones suponen cerca del 5% debido a las políticas proteccionistas chinas.

“Los receptores han acogido positivamente las aportaciones de la cooperación Sur-Sur como asistencia al desarrollo. Países como China han creado más tarde socios en infraestructuras y parques industriales”, señala también otro estudio de Homi Haras para el Instituto Elcano. El informe destaca también que China no ofrece el presupuesto destinado al desarrollo, por lo que no puede compararse con la actuación de los países occidentales.

Réplicas como Yanbing Zhang, Jing Gu y Yunnan Chen para el Instituto de Estudios para el Desarrollo —un organismo con sede en Reino Unido— sostienen que las críticas a las donaciones de países como China están imbuidas de “la idea de Occidente de que ayudar a los países pobres debe ser una obligación moral”. “China se presenta como un país pobre en desarrollo y por eso no asume una autoridad superior con los demás”, añaden.

Las Naciones Unidas destacan el papel de liderazgo de China en los proyectos bajo su amparo en los últimos años. De los 16 millones de dólares invertidos por todos los países entre 2009 y 2015 a través de la cooperación triangular —con el organismo multinacional como nexo de unión—, más de siete procedieron de China. Cifras incomparables con la ayuda al desarrollo de los países pertenecientes al comité de asistencia de la OCDE, que en 2015 aportaron 131.433 millones de dólares.

Ni siquiera los datos se pueden confrontar con lo invertido en cooperación Sur-Sur por los países latinoamericanos, por ejemplo, muy activos desde la década de los noventa. La diferencia china colabora más con los organismos multinacionales, que sí cuantifican las cantidades invertidas.

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