Niños y perros juegan en parques colonizados por una bacteria potencialmente peligrosa
Un estudio muestra la presencia de 'Clostridium difficile' en una veintena de jardines de Madrid
Las zonas de recreo de la mitad de los parques de Madrid analizados están colonizadas por una bacteria potencialmente peligrosa. En una veintena de muestras de arena de áreas infantiles o para perros, los investigadores encontraron la presencia de Clostridium difficile. En casi la mitad de los casos se trataba de cepas toxigénicas y todas mostraron resistencia a al menos dos antibióticos. Los autores del trabajo no pretenden ser alarmistas pero sí reclamar más vigilancia sobre este microorganismo. Médicos especialistas descartan que los más expuestos, los niños pequeños, puedan desarrollar alguna enfermedad.
Investigadores del Grupo de Control Veterinario de Microorganismos de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) tomaron muestras de tierra de 20 parques de Madrid, Majadahonda y Collado Villalba, otras dos localidades madrileñas, en julio de 2015. Recogieron arena de cuatro puntos de una veintena de zonas para el juego de los niños y otras tantas de áreas reservadas para perros. Tras un meticuloso proceso de filtrado y cultivo, analizaron las 40 muestras.
La bacteria estaba presente en 21 arenas (52,5% de las muestras), en 12 de las caninas y en 9 de las recogidas de las zonas infantiles. Todas mostraron resistencia a dos antibióticos (imipenem y levofloxacino) y algunas a un tercero, a un cuarto y hasta a un quinto grupo de antibióticos. Pero lo peor es que ocho de las muestras pertenecían a ribotipos (una forma de clasificar las distintas cepas) toxicogénicos, capaces de generar al menos una de las tres toxinas de esta bacteria.
Médicos expertos en esta bacteria minimizan el riesgo para los más pequeños
C. difficile es una bacteria con distribución casi universal, aunque es en la tierra donde tiene mayor prevalencia. Por eso no deberían de sorprender los resultados del estudio. En condiciones normales es un comensal, es decir, vive de un organismo pero sin dañarlo o parasitarlo. Pero en otras situaciones, como la de un enfermo tratado con antibióticos, mientras el resto de la flora intestinal mengua, esta bacteria prolifera hasta provocar enfermedades como la colitis pseudomembranosa. Esta afección, que cursa con procesos febriles y diarreicos, puede, en casos excepcionales en pacientes con otra patología y mayores, provocar la muerte. De hecho, sus infecciones parecían restringidas a los hospitales.
"No se trata de dejar de ir al parque con los niños o el perro", dice José Luis Blanco, profesor del departamento de Sanidad Animal de la Facultad Veterinaria de la UCM y uno de los autores del estudio. "Pero sí queríamos llamar la atención sobre la necesidad de una mayor vigilancia del factor ambiental" de esta bacteria como fuente de posibles infecciones.
Uno de los objetivos del trabajo era estudiar si había conexión entre las áreas caninas y las de los niños. Mientras España es puntera en grupos que investigan la C difficile en el entorno clínico, la investigación del flanco ambiental, en particular el animal, necesita más recursos. Los científicos llaman zoonosis a la enfermedad que un animal puede transmitir a un humano (o al revés). Por eso la investigación, publicada en la revista especializada Zoonoses and Public Health, incluye muestras tanto de arenas perrunas como infantiles del mismo parque y con una distancia media entre ellas de menos de 90 metros.
Salvo en uno de los casos, en el resto las bacterias de las zonas infantiles eran diferentes de las reservadas a los perros, por lo que no habría una conexión entre unas y otras. Y eso que este bacilo se reproduce y expande por medio de esporas. En todo caso, Blanco recomienda que tanto las áreas para perros como las humanas estén valladas y también aconseja la limpieza diaria de las arenas, "como se hace en las playas".
Todas las muestras eran resistentes a, al menos, dos antibióticos y algunas lo eran a cinco fármacos diferentes
"Puede sorprender el alto porcentaje, pero era esperable", sostiene Emilio Bouza, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas y Microbiología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y una autoridad en C. difficile. "Si cogemos cualquier tierra con material fecal, lo más probable es que tenga la bacteria", añade. Para Bouza, no relacionado con este trabajo, el estudio también es relevante porque analiza el riesgo de una posible existencia de una zoonosis.
Sin embargo, disipa cualquier alarmismo con algunos datos: "De los 500 episodios de diarrea relacionada con C. difficile que tenemos en el hospital, solo el 5% de las infecciones vienen de fuera". Es decir, el 95% son infecciones nosocomiales, intrahospitalarias. "Y de ese 5%, es muy rara una diarrea en niños", añade. A los más pequeños, por debajo de los dos años, parece que la bacteria no les afecta. De hecho, el equipo de Bouza, que está creando un banco de heces como mejor tratamiento contra la infección por la bacteria, descarta sistemáticamente las de los menores de dos años por su irrelevancia clínica.
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