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Columna
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Honeymoon

Sánchez ha pasado a asumir como propia la agenda política del populismo

Enrique Gil Calvo
Congreso de los Diputados. Reunión entre Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, y Pablo Iglesias, secretario general de Podemos.
Congreso de los Diputados. Reunión entre Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, y Pablo Iglesias, secretario general de Podemos. © ULY MARTIN

Se diría que estamos en plena luna de miel (honeymoon) entre Pedro y Pablo, cuya unión de circunstancias incluso parece contar con la bendición papal (así se interpretó cierto tuit del Vaticano). Es posible que su idilio solo sea flor de un día, como pasó con aquella almibarada imagen del año pasado, cuando pasearon casi cogidos de la mano ante las cámaras de la Carrera de San Jerónimo. Pero lo cierto es que ahora parecen haberse puesto de acuerdo en adoptar una estrategia común al frente de la oposición parlamentaria, cuyo sentido se resume en el eslogan de “desmantelar” la ejecutoria del gobierno Rajoy.

Y esto supone un giro copernicano en los programas de ambas formaciones y en el carácter de sus respectivos líderes. En el caso de Podemos, es evidente que Pablo Iglesias se ha errejonizado, invirtiendo el resultado de Vistalegre II. Allí se enfrentaron dos programas: el reformista de Errejón, predispuesto a pactar con el PSOE acuerdos institucionales de gobierno, frente al rupturista de Iglesias, empeñado en imponer desde el activismo callejero un bloque histórico destituyente, lo que la militancia apoyó optando por la lucha de clases. Pero una vez purgado Podemos de todo errejonismo, ahora resulta que Pablo Iglesias se evade del bloque histórico gramsciano para pactar con el nuevo Sánchez, lo que implica traicionar no sólo a las mareas, a los anticapis y a IU (que ahora se lamenta por su eclipsada visibilidad) sino a las bases del partido, cuyo mandato se ha desnaturalizado.

Por lo que respecto a Pedro Sánchez, es evidente que su flamante alianza con el líder podemista también implica romper con la estrategia del partido socialista y con su propia trayectoria como líder político. Ante todo, ha pasado a asumir como propia la agenda política del populismo, comprometiendo al PSOE con 3 objetivos incompatibles con un partido de gobierno responsable: la antiglobalización (con denuncia autárquica del libre comercio), el plurinacionalismo (fracturando así la soberanía popular) y el antiestablishment (con cordón sanitario excluyente del PP). Es como si se pretendiera incluir al nuevo PSOE en el gramsciano bloque histórico frentepopulista.

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Y esto lo hace un Pedro Sánchez que se comporta como un converso o un reborn en el sentido evangelista del término (así se declaró en su día Bush Jr): alguien que retorna del pasado revestido con una segunda naturaleza. Algo de eso hay, pues el nuevo Sánchez parece liberado de sus anteriores limitaciones y se comporta con una inédita seguridad en sí mismo, como si se sintiera enviado por el destino con el encargo de realizar una misión trascendente: la de redimir al PSOE del pasado pecador que le imputa Podemos. Pero por sus obras los conoceréis, lo que aconseja esperar y ver. Pues todo parece indicar que el noviazgo de Pedro y Pablo es una aventura pasajera que sólo durará el tiempo que se tarde en desmantelar la ejecutoria de Rajoy, estando predestinado a caducar en las próximas elecciones.

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