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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

La calle como espacio de resistencia

El espacio público y la cultura van siempre de la mano

"Ellos dieron su vida por ti", es la manifestación artística realizada en la redoma de la Urbanización La Lagunita (Caracas), donde ciudadanos hicieron un homenaje simbólico a los jóvenes caídos durante las protestas.
"Ellos dieron su vida por ti", es la manifestación artística realizada en la redoma de la Urbanización La Lagunita (Caracas), donde ciudadanos hicieron un homenaje simbólico a los jóvenes caídos durante las protestas. Maria Daniela Viña
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Libreros, lectores, editores, escritores, músicos, pintores… todos ellos se reúnen en el espacio público de nuestras ciudades para crear espacios para el encuentro, el debate y el conocimiento.

Los duros años que están acompañando a Venezuela -de represión, abusos y crisis de todo tipo- han avivado una imaginación colectiva que complementa el estado de desespero, angustia y sufrimiento del pueblo venezolano. Y la cultura es, sin duda, una forma de resistir.

El talento heredado de grandes artistas como Canserbero o la banda ‘Billos Caracas Boys’, artistas como Jesús Rafael Soto y Carlos Cruz Díez, el máximo representante del arte óptico, arquitectos como Carlos Raúl Villanueva y artistas como Armando Julio Reverón son algunos de los referentes venezolanos que, a día de hoy, han dejado huella en los procesos colectivos y artísticos que ‘hacen ciudad’.

La creatividad latinoamericana, en particular la venezolana, está muy presente en la vida citadina; y este hecho no es de extrañar con la trayectoria artística que arrastra el único país junto a Colombia que es Sur y Caribe.

Ante la crisis del papel que Venezuela acumula desde 2014 y consecuentemente, la imposibilidad de ofrecer más títulos a nivel nacional, los escritores, centros de investigación y universidades llevan años [casi] sin actividad, esperando la publicación de sus obras, revistas y libros. Pero, aun así, sigue habiendo pequeños encuentros para el intercambio de cultura y conocimiento en librerías, centros culturales y, sobre todo, en el espacio público, donde tienen cabida los conocidos festivales literarios. Cabe decir que, sorprendentemente, cada feria literaria -dependiendo de su posición dentro del territorio- marca la línea política del usuario visitante.

A modo de ejemplo, la Feria del Libro de Caracas se realiza en espacios culturales de la ciudad, como en el recinto de estilo brutalista ‘Teatro Teresa Carreño’, así como en la fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), siendo estas ferias conocidas como espacios portadores de cultura ‘popular’, no entendiendo el término popular como ‘dirigido a la clase obrera’ sino, como portador de ideología. Por el contrario, El Festival de la Lectura, que tiene lugar principalmente en el municipio de Chacao, es un evento donde se pueden encontrar todo tipo de libros, con variedad de estilos y géneros. Edificios como El Centro Cultural BOD, situado en el mismo municipio, y el Trasnocho Cultural, situado en Baruta, son ambos espacios culturales que también se asocian indirectamente a una cierta posición política.

De todos modos, la escena literaria ya no es lo que era años atrás. Si actualmente las medicinas y la comida son una prioridad en el país, la cultura queda siempre en un segundo plano.

La politización y la polarización en todos los espectros de la sociedad es palpable en las ciudades venezolanas, y esto –en mi opinión- es una de las peores desgracias que puede existir en una sociedad. Y, lamentablemente, esta polarización y politización ha llegado hasta en la cultura.

La política, en sí, no deja de ser un arma de control social y no puede, ni debe, apoderarse de las vidas de cada ciudadano o ciudadana. La política no puede invadir la vida cotidiana del individuo, ni apoderarse del arte, la cultura, la arquitectura, ni por supuesto, de la manera como cada uno habita y vive la ciudad.

Estamos hablando que, en Venezuela, la posición política de cada habitante puede definirse por el lugar donde se compra el pan, donde se sale a 'tomar unos tragos' o donde uno decide pasar el tiempo de ocio.

‘Este lugar es de adecos’ o ‘este lugar es chavista’ son algunas de las expresiones que escucho cada vez que visito la capital. Es decir, la territorialización del espacio es totalmente palpable en la mente de cada venezolano; líneas invisibles delimitan inconscientemente el territorio, estandarizando tanto el espacio como la clase social y política.

Pero, ante los disturbios que está sufriendo el pueblo venezolano por parte de las autoridades y cuerpos militares, esta zonificación y estos límites intangibles se van diluyendo sobre el territorio. La calle ya no es entendida como un peligro ni una barrera sino como espacio de resistencia y lucha colectiva.

El espacio público, ya sean plazas, bulevares, calles y parques, se ha convertido en espacio de organización popular, de encuentro ciudadano y de resistencia donde el arte y la cultura –esos elementos siempre presentes en la mente venezolana- se convierten en los hilos conductores.

Pintadas, esculturas, cantos, composiciones espontáneas, así como iniciativas ciudadanas surgen de manera improvisada y altruista. Los poetas de la calle inundan el transporte público de ritmo, melodías y versos intentando transmitir un sentimiento colectivo. Ya no se trata de hablar de política, de bandos ni de exclusión; se trata de compartir lo que afecta al pueblo venezolano: el hambre, la escasez, la violencia, el abuso, la incultura… no hay adoctrinamiento que pueda con eso.

En estos últimos meses, nuevos artistas, grupos y colectivos han nacido en la calle utilizando el arte y la cultura como arma de combate y rebelión.

Oscar Olivares, al recibir la noticia del fallecimiento de su amigo de la infancia en una protesta en Caracas tras ser golpeado por una bomba lacrimógena por parte de la guardia nacional, decidió expresar su dolor a través de la pintura. De su obra, surgieron otras pinturas digitales que, a través de las redes sociales, se hicieron virales en pocos días. Ahora el joven artista es tildado de ser ‘el pintor de las protestas’ y sus creaciones están presentes en todas las manifestaciones.

Otro ejemplo de creatividad colectiva son los escudos ‘estilo Troya’ de los manifestantes, quienes, a través de pinturas y emblemas escritos en los protectores (hechos de cartón, madera, metal y otros materiales), crean su propia identidad como combatientes contra el sistema.

Desde la espontaneidad, también surgen manifestaciones artísticas anónimas que mezclan arte y tristeza- que también es un sentimiento compartido- como armas de concienciación ciudadana. Un ejemplo es la intervención en la redoma de la Lagunita la cual ejemplifica un cementerio, con la colocación de cruces de madera marcadas con los nombres de los jóvenes fallecidos recientemente en las manifestaciones.

‘Dame Letra’ es otro colectivo nuevo nacido recientemente en las calles de Caracas que busca educar y culturizar tanto a la población como a los represores del régimen. Voluntarios cargan paneles con letras, cada uno posicionándose al inicio de cada marcha, jugando y creando frases que definen el mensaje de la protesta, invitan a un diálogo y una reflexión posterior. Este colectivo fue engendrado por un grupo de amigos, profesionales, artistas y estudiantes que quisieron lanzar un mensaje de ‘crítica política’ con una intención muy clara: la de interpelar a la sociedad y a todos los actores sociales y políticos.

Tal como se ha mencionado, ya no se trata de una lucha de clases, ni de oposición contra gobierno y viceversa, sino de una lucha por la democracia nacida desde abajo. Estas manifestaciones, grupos e individuos son los que ejemplifican la verdadera participación ciudadana venezolana: real y sin política de por medio, defendiendo y luchando por los derechos humanos, el repudio a la represión y la intolerancia a la dictadura.

Lamentablemente, Venezuela es vista y entendida por los medios internacionales como un país donde los partidos políticos se apoderan de la calle y los jóvenes hacen violencia. Pero en realidad, a pesar de que toda lucha social tiene núcleos de violencia, ésta no es el común denominador.

¿Qué quiere decir esto?

Que afortunadamente, cada vez más el discurso de odio y división está teniendo menos eco en el imaginario venezolano.

A día de hoy, ya no es tan importante donde vivas, ni donde compres el pan, ni de qué color vistas… ya que en el espacio público no hay distinción de clases cuando todos luchan por un objetivo común. La mayoría de ciudadanos que sale a la calle rechaza la violencia y desea atraer más voluntades y más voces.

Está demostrado que la cultura y el arte unen a la sociedad, así como lo hace el espacio público. Son elementos que van de la mano y cuya combinación aviva la oportunidad para el disfrute de la ciudad, incita a salir del encierro y agrupa a cada uno de los habitantes de la ciudad, sin distinción y por igual.

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