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Les Fouchardes 2012, un arroyo atraviesa el viñedo

LEANDRE ESCORSELL

PROPÓLEO Y ABEJAS. Los panales cerca del río acompañan al movimiento de las aguas. El viñedo está cerca, vive y recibe agradecido. Flor de tomillo. Hizo calor en 2012, pero el vino es fresco: la abeja reina aventada por miles de alas que se mueven al unísono. Tiene Mark Angeli entre sus manos arcilla y pizarra desmenuzadas, domina las riendas del caballo y sintetiza el secreto de la tierra y de las cepas en su cabeza: sencillez y generosidad, excitación y exuberancia. Es el brillo y misterio de la comprensión en sus ojos. La luz amarilla y blanca del amanecer inunda la vegetación entre las cepas. La ventana del sol atlántico se abre a un mundo de austeridad y astringencia, de plenitud con finas texturas. Sorbete de membrillo con hojas de hierbabuena, coronas de camomila seca, resina y piñas, tierra labrada y sabores de volcán. Profundidad y recogimiento producen en el bebedor la mejor sensación de bienestar.

Mark Angeli, Les Fouchardes 2012

– Vin de France, con 13%. En Thouarcé (Anjou), los viñedos abigarrados de chenin blanc de Angeli se trabajan en biodinámica. Suelos de esquisto, arcilla y cal dan uvas intensas. Fermentación espontánea. El vino se estabiliza solo, pasa por barricas de tres años, no se filtra. Precio: 30 euros.

Sensaciones

– Como esa gota de rocío en el pámpano de la vid: el vino condensa en un mínimo movimiento los sabores esenciales de la uva, el prado verde, el agua y la tierra que se debate entre la pizarra y la arcilla.

A través del cristal

– Bandejas de cerámica irregular en color azul cielo de Habitat. Copas para vino blanco de la serie Quatrophil,

de Stölzle.

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