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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Trump perjudica a los cubanos

La marcha atrás parcial en las relaciones de Washington con La Habana constituye un grave error

Donald Trump, durante el discurso en el que anuncia el cambio de política respecto a Cuba.
Donald Trump, durante el discurso en el que anuncia el cambio de política respecto a Cuba.JOE RAEDLE (AFP)

La marcha atrás parcial anunciada ayer por Donald Trump en el proceso de normalización de relaciones entre EE UU y Cuba puesta en marcha hace 30 meses por su predecesor en la Casa Blanca, Barack Obama, constituye un grave error político y estratégico que no beneficiará a los ciudadanos de ninguno de los dos países y condicionará negativamente futuros nuevos intentos.

Por mucho que se empeñe en presentarla en un triunfo por la lucha de los derechos humanos y las libertades, esta involución auspiciada por Trump no va a conseguir que mejoren las condiciones de vida de quienes viven bajo el régimen castrista. Al contrario, constituye una coartada perfecta para la dictadura cubana y su pretensión de perpetuar el sistema.

Esto lo entendió perfectamente el presidente Obama, quien cuando el 17 de diciembre de 2014 anunciaba el histórico acuerdo de normalización entre Washington y La Habana subrayó la esterilidad de las medidas de presión adoptadas desde 1962. Entre esas medidas absolutamente inútiles para la democratización de la isla la más conocida es el embargo —que solo puede ser revocado por el Congreso y no lo ha sido en los últimos 55 años—, pero también otras a las que quiere volver Trump como, por ejemplo, la limitación de viajes.

Es cierto que durante estos meses de normalización el régimen castrista no ha adoptado medidas reales de apertura, pero esto no puede justificar la vuelta a una estrategia que, durante décadas, se ha revelado inútil.

Dada la ineficacia en términos de democratización cubana de las medidas por las que apuesta Trump hay que buscar la explicación en la cesión ante los sectores más radicales del electorado cubano americano de Florida, Estado clave en el que ganó Trump en las presidenciales. Como buen populista, la prioridad de Trump no está ni en el largo plazo ni el bien del conjunto, sino en contentar a los propios.

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