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CLAVES
Columna
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Diplomacia viril

Ante tamaña jauría varonil, emerge como antagonista el liderazgo de Merkel

Máriam M-Bascuñán
Donald Trump y Emmanuel Macron el pasado 25 de mayo en la Cumbre de la OTAN celebrada en Bruselas.
Donald Trump y Emmanuel Macron el pasado 25 de mayo en la Cumbre de la OTAN celebrada en Bruselas.MANDEL NGAN (AFP PHOTO)

Fue Maquiavelo quien definió la virtù como la cualidad que adornaba al príncipe, nombrando tal ornato en masculino: del latín virtus, deriva a su vez de vir, que significa hombre. Se aludiría con él al conjunto de capacidades que permite a los gobernantes enfrentarse a la diosa Fortuna, tan imprevisible, voluble e irracional como una mujer. Desde su origen, la virtù política refleja una actitud defensiva de la masculinidad surgida del deseo de controlar el mundo. Cuídense de comportamientos “afeminados”, advertía el florentino, otorgando a la virilidad, según cuenta Hanna Pitkin, todos los valores modernos de la política: autonomía, dominio, poder.

Buen aprendiz de ello es nuestro Macron Bonaparte al jactarse de aguantar bajo desbordante testosterona un apretón de manos con Trump: “Así es como uno se hace respetar”. Son las palabras de un antiguo estudiante de Filosofía, quien además describía su encuentro con Erdogan como “franco, directo y viril” (sic), y presumía de firmeza ante el misógino Putin, otro esteta de la glorificación masculina.

El orden global ha entrado en la senda de los tipos fuertes con sus nobles llamadas a los rituales de la hombría. Vuelve la geopolítica dura en tiempos de una soberanía estatal menguante, compensada con aspavientos y muecas que generan un imaginario de control: líderes arteros que se identifican con la nación desde una lógica de género. Hablamos, dice Wendy Brown, de “una política de gestos que parecería estar en el meollo mismo de la masculinidad agraviada”, más preocupada por su falsa fortaleza que por robustecer a la ciudadanía.

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Ante tamaña jauría varonil, emerge como antagonista el liderazgo de Merkel. Aún sorprende que asome como única representante del cosmopolitismo cuando solo ella habla de democracia liberal, refugiados y también (hasta la histriónica espantada de Trump) de cambio climático. Su diplomacia basada en el multilateralismo y la cooperación, antes que en el viril onanismo de las manos apretadas, acompaña a su llamada a la mayoría de edad de Europa. Son las consignas de alguien más preocupado por una ética responsable que por vencer en una pelea de gallos de corral. @MariamMartinezB

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