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Qué mueve a... Apichatpong Weerasethakul

“Con YouTube es fácil dejar de escucharse a uno mismo”

El padre del cine independiente tailandés anuncia que rodará su próxima película en Colombia, interesado por las cicatrices de la colonización española y la violencia que sufrió el continente

El objetivo de las películas de Apichatpong Weerasethakul es: “Explorarme a mí mismo y a la gente que amo, no tiene que ver con la audiencia”
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Cuando al cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul (Bangkok, 1970) le censuraron su película Síndromes y un Siglo, en 2007, obedeció a su manera: “Primero me negué, pero luego accedí porque pensé que podía ser una gran declaración de principios”. Lo que hizo fue "remplazar las escenas censuradas por imágenes negras sin sonido, lo cual causó más impacto, porque de repente, el público se pasaba sentado, durante casi cinco minutos, en la oscuridad, sin entender nada”. Lo recuerda en el exuberante hotel TeaHouse de Phnom Penh (Camboya), donde participó en un ciclo de cine del Instituto Francés, antes de iniciar un recorrido por Latinoamérica.

Weerasethakul, que fue invitado de honor del 57 Festival de Cine de Cartagena (celebrado en marzo pasado), acaba de anunciar que rodará en Colombia, donde se documenta ya para su próxima película, interesado por las cicatrices de la colonización española y la violencia que sufrió el continente. Sus obras –como su nombre– son difíciles de deletrear. En 2010, ganó la Palma de Oro en Cannes con El Tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas. Por eso, bromea con que en Chicago, donde estudió un Máster de Bellas Artes en el Instituto de Arte, le llamaban Joe.

Sus trabajos van más allá de pasar un buen rato. En Síndromes y un Siglo, al dejar las imágenes en negro, “al menos, la persona que compraba la entrada de cine sabía que lo que iba a ver no era una película, era un acto político”. La cinta estaba dedicada a sus padres, los dos médicos de una zona rural de Tailandia, y lo que ofendió de ella al Gobierno tailandés fue la imagen de un monje budista tocando la guitarra, que quería convertirse en DJ y unos doctores que bebían alcohol y se besaban. “Actos humanos”, reivindica el director.

Dice que es el único problema que ha tenido con la censura en su país, pero que hasta hoy existe. “Las autoridades y mucha gente en Tailandia aún ven los medios y el cine como una herramienta de propaganda. Más que para la política, para la propaganda social, para representar su modelo ideológico. Quieren que haya un bueno y un malo, que tenga un mensaje, una moraleja. Por ejemplo, los médicos deberían ayudar a la gente, los monjes no deberían tocar instrumentos, pasa en todos los países en desarrollo, también aquí en Camboya”. En teoría, la libertad de expresión está garantizada en Tailandia en la Constitución de 1997. A veces choca con la Ley de Lesa Majestad. Otro ejemplo: “En los cines de Tailandia, antes de cada película, suena el himno, aparecen las imágenes de la familia real y el público debe ponerse de pie en señal de respeto”. Explica el cineasta que esto es fruto de la influencia de India y de Inglaterra.

No hacerlo podría conducir a penas de cárcel, en función de los establecido en la draconiana Ley de Lesa Majestad del país, que prohíbe las críticas a la familia real. Amnistía Internacional en su informe de 2015-2016 sobre Tailandia cuestiona las detenciones arbitrarias a individuos y la censura a los medios de comunicación, así como las penas de hasta 60 años, que han aumentado por las críticas a la monarquía. Las acusaciones de lesa-majestad, aunque existen desde 1908, se han incrementado desde el golpe militar de 2006 que derrocó al ex primer ministro Thaksin Shinawatra, según esta organización de Derechos Humanos.

Himno, el corto con mensaje

Las autoridades y mucha gente en Tailandia todavía ven los medios y el cine como una herramienta de propaganda

Weerasethakul torea los obstáculos con ironía y elegancia visual. En 2006, realizó el corto Anthem (himno). “Un himno al cine”. En el misterioso vídeo, de cinco minutos, se ve a tres ancianas que realizan un ritual de “purificación audiovisual”. En un plató de televisión, en el que suena música electrónica, aparecen unos jóvenes jugando al tenis sobre una mesa en la que están sentadas las mujeres, que canalizan "la energía a la audiencia para darles una mente clara”.

¿Qué mueve a Weerasethakul? El objetivo de sus películas es: “Explorarme a mí mismo y a la gente que amo, no tiene que ver con la audiencia”. Considera que es su propio viaje. "Porque creo que somos elementos cambiantes a lo largo de la historia. Nada es permanente. Todo es cambiante. Hacer películas es aprender".

El cine de la gente corriente

En sus obras, le gusta usar a gente corriente en vez de actores, "porque no tienen prejuicios". “Los actores profesionales, especialmente en Tailandia, están tan ocupados, aparecen en programas de televisión, en dramas y tienen muchas máscaras, lo que hacen es intentar elegir la máscara apropiada para cada momento, pero los amateurs no la tiene o al menos, colaboramos para construirla juntos”, afirma. Suele elegir “a personas que han tenido experiencias en la vida" que él no ha tenido. “A veces voy andando por la calle y pienso esa es la persona y les doy mi contacto”.

Dice que en sus películas aparece otra Tailandia: “A veces la gente viaja muy rápido, va a las playas, visita algunos sitios de interés pero realmente no llega a conocer el país”. “Me gustaría decirles que sean conscientes de la ilusión, que Tailandia es un paraíso, pero si vives ahí, como en muchos otros sitios, también hay fealdad, pobreza y la gente no es realmente libre. Sé que es lo que pasa en otros países, pero como soy de allí, lo siento como hago personal”.

Lo que más le gusta de su país es la gente: "Estamos juntos en medio de algunos cambios, hasta que no vives allí, no lo entiende [risas]. Y su sentimiento de lo colectivo”. Lo que menos: “El Ejército y la dictadura de los políticos”. Reconoce que es peligroso hablar de ello a un cierto nivel: “Es por eso por lo que en las películas tailandesas nunca aparecen militares, solo en las de propaganda. Así que todo son filmes fantásticos y de fantasmas. “Yo antes también creía, pero ahora intento pensar más de un modo científico. Las supersticiones son bonitas, pero al mismo tiempo evitan que avances. No crecí en una familia religiosa, pero sí en una sociedad que lo era”.

En 1999 creó su incubadora Kick The Machine. Su objetivo, dice, es estar en contacto "con personas honestas en su expresión en el cine”. Le gustaría, además, organizar talleres para que la gente se dé cuenta de su riqueza. "No hay cosas buenas o malas. No podemos decir que Hollywood es bueno o malo, no se trata de eso, se trata de preferencias y cómo escuchar a tus preferencias reales. Con YouTube y todas esas cosas, es tan fácil perderse y dejar de escucharse a uno mismo. Es muy triste”, lanza.

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