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RED DE EXPERTOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más vale prevenir el Zika que curarlo

El virus es un problema de salud que pone el dedo en la llaga de la desigualdad social y de género

Jose Wesley, afectado por microcefalia, duerme en la cama de su madre en Bonito, estado de Pernambuco, Brasil (2016).
Jose Wesley, afectado por microcefalia, duerme en la cama de su madre en Bonito, estado de Pernambuco, Brasil (2016). Felipe Dana (AP Photo)
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El virus del Zika es la epidemia más reciente que de forma virulenta y alarmante azota a diferentes partes del planeta, fundamentalmente a América Latina y el Caribe. Es la más reciente, pero no es la primera ni será la última, así que tomar en cuenta las lecciones aprendidas y estar mejor preparados la próxima es lo más inteligente que podemos hacer

A fines de enero de este año, la OMS anunció que el virus del Zika podría infectar hasta cuatro millones de personas en las Américas, pero se estima que, para cuando acabe esta epidemia, la cifra podría ascender a los 90 millones. La mayoría de estas personas no sabrá ni siquiera que fue infectada. Sin embargo, como revela el estudio recientemente publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Federación Internacional de la Cruz Roja (IFRC) en colaboración con el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), el virus del Zika tiene riesgo de convertirse en una enfermedad endémica con impacto a largo plazo. Aunque puede pasar como invisible para muchos, el peligro está en los efectos a mediano y más largo plazo de la infección: los adultos que desarrollan síndrome de Guillain Barré y otras afectaciones neurológicas y los fetos con trastornos congénitos (microcefalia, entre otros). A pesar de que es de prever que la población de las Américas acabará desarrollando una inmunidad natural, la epidemia tendrá un impacto en salud para esta generación considerable y de larga duración. Aunque las estimaciones actuales solo recogen los casos asociados a microcefalia, hoy existen al menos unos 3.000 bebés con síndrome congénito de Zika confirmado, cifra que podría subir hasta 35.000 según el estudio.

A esto hay que sumar el impacto socio económico de la epidemia. Las proyecciones del estudio estiman un costo de entre 7.000 y 18.000 millones de dólares solo para la región de América Latina y el Caribe, con un impacto mayor sobre las regiones que dependen del turismo como los del Caribe. Los países más afectados en cuanto a número de casos, como Brasil o Colombia, sufrirán sin duda consecuencias aún más importantes en términos absolutos. Además, hay que considerar los efectos que este virus está teniendo en otro tipo de ámbitos como el de la planificación familiar en parejas que estaban tratando de tener hijos o migraciones intranacionales de grupos que dejan sus comunidades en busca de zonas más seguras.

El Zika, como otros muchos virus y enfermedades vinculadas a la pobreza se pueden y se deben eliminar. En este caso, el mosquito del género Aedes también transmite otras enfermedades como dengue y fiebre amarilla. Estos mosquitos proliferan en las barriadas y favelas donde hay poca infraestructura sanitaria, sobrepoblación y agua estancada. Mujeres en situación de pobreza, niños y niñas, así como las personas con discapacidades, son los grupos más afectados por estas enfermedades, así como, evidentemente, las que menos recursos tienen para combatirlas. Así pues, en Brasil y otros países de América Latina donde la desigualdad de ingresos es abismal, las comunidades pobres deberán soportar una parte desproporcionadamente alta de los costes de las epidemias.

Para cuando acabe esta epidemia, la cifra de infectados podría ascender a los 90 millones

A esta desigualdad se une otro tema esencial, asociado a los efectos del virus del Zika sobre los fetos, y particularmente espinoso en países de América Latina: la desigualdad de género y el derecho (o falta de) acceso a la salud reproductiva, incluyendo la posibilidad de terminar un embarazo en caso de malformaciones congénitas debido a la infección. Un estudio indica que en Brasil el 20% —más de medio millón al año— de niños nacen de madres adolescentes (embarazos no planeados) y que en números absolutos la gran parte ocurren en lugares donde hay dengue (y por lo tanto Zika potencialmente). El contexto cultural y religioso en el continente es tan variado como complejo, pero parece evidente que el hecho de tener o no legislación que garantice la posibilidad de interrumpir el embarazo, al conocer por ejemplo las consecuencias del virus del Zika, se ha convertido en un elemento más de desigualdad entre mujeres de distintos países ante las consecuencias derivadas de estas enfermedades. Por ello, en el caso del Zika, las estrategias también deben garantizar el acceso a la salud reproductiva para miles de jóvenes adolescentes y mujeres.

Cualquier estrategia para hacer frente a epidemias como el Zika requerirá tener en cuenta que se trata de una enfermedad de la pobreza pero que, como estamos viendo en Europa o Estados Unidos puede tener consecuencias negativas también en los países más desarrollados. Un ejemplo lo encontramos en Miami, donde las tasas de hostelería se han reducido un 7% según revela el estudio del PNUD y IFRC. Si algo hemos aprendido es que hoy las epidemias, como el mundo en el que vivimos, son globales e invertir allí es tanto como prevenir aquí. Así, mejoras incluso modestas sobre sistemas de saneamiento y atención primaria tendrán un impacto considerable sobre el costo humano de ésta y otras enfermedades infecciosas.

Una vez que la alarma sobre el Zika haya pasado y se convierta en una de las múltiples enfermedades arbovirales en la región, el riesgo real es que el apoyo político y económico se evapore. Como señala el doctor Kevin Bardosh, experto en enfermedades infecciosas, es cada vez más evidente que hay que invertir en un enfoque de Una Salud (o One Health en inglés) que integre la salud humana, animal y de los ecosistemas, y que eche mano de las ciencias sociales para coordinar a los diferentes actores con creatividad, agudeza política y con un sentido de justicia social.

Hoy existen al menos unos 3.000 bebés con síndrome congénito de Zika confirmado, cifra que podría subir hasta 35.000 según el estudio

Como ya abordábamos justo después del brote del ébola en sesiones de expertos de la región sobre respuestas a las epidemias en la región, es necesario construir sólidos mecanismos regionales de detección, gestión y respuesta. Esto requerirá el fortalecimiento de capacidades a nivel nacional y de equipamiento a nivel local que permitan la puesta en marcha de protocolos de respuesta rápidos y eficaces.

La inmediata detección de brotes sospechosos, la lucha contra el mosquito transmisor, el manejo efectivo de la información, los tratamientos actualmente disponibles en los sistemas de salud, el trabajo en las comunidades afectadas y las estrategias de comunicación son factores críticos para una respuesta activa a epidemias y su contención. A este respecto, el virus del Zika ha puesto de manifiesto que existen importantes áreas de trabajo en la región de las Américas para que las instituciones nacionales estén mejor preparadas para responder a futuros nuevos brotes de este u otros virus.

Sabemos bien que esto cuesta dinero y que el esfuerzo debe sostenerse a lo largo del tiempo, pero es sin duda una inversión no solo moral y ética sino también rentable en términos de coste y beneficio. Como enuncia un artículo relacionado publicado por The Economist, si el mundo invirtiera 4.500 millones de dólares (equivalente al 3% de lo que gastan los países ricos en ayuda al desarrollo) en preparación a epidemias, el planeta sería un lugar mucho más seguro. El reciente estudio del PNUD y IFRC con ISGlobal va mas allá, aportando cifras y evidencias de cómo estos recursos podrían servir para reforzar sistemas de salud y su atención a poblaciones afectadas, disminuir el número de víctimas y mejorar la coordinación durante la fase de respuesta a emergencias, y financiar áreas de investigación desatendidas. Y nosotros añadiríamos, un mundo sin enfermedades para los pobres no solo sería más seguro para todas y para todos, sino también más justo y más humano.

Cualquier estrategia para hacer frente a epidemias como el Zika requerirá tener en cuenta que se trata de una enfermedad de la pobreza pero que puede tener consecuencias negativas en los países más desarrollados

Leire Pajín es directora de Desarrollo Global en ISGlobal, centro impulsado por la Obra Social ”la Caixa”, y Ugo Blanco, Asesor Regional para Crisis y Conflicto del PNUD.

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