Refugiados atrapados en la trampa serbia
EN LA ESTACIÓN central de Belgrado, en unos viejos almacenes abandonados, viven cientos de refugiados y migrantes. En el interior, salpicado de improvisados habitáculos y tiendas de campaña, el humo de las hogueras crea un aire denso que irrita las vías respiratorias y los ojos. La tos es la banda sonora constante. A pesar de que el Estado serbio ha construido campos para acoger a estos migrantes, el miedo a ser identificados y devueltos a sus países provoca que miles de ellos prefieran seguir este camino marginal aunque implique intentar sobrevivir en condiciones infrahumanas. El invierno gélido llevó fugazmente su situación a los medios, pero han caído de nuevo en el olvido. La ruta hacia la frontera es peligrosa, con muchos obstáculos y violencia, humillaciones, miedo e incertidumbre. Junto al fuego, un joven paquistaní de 24 años comenta con cierta ironía: “He intentado cruzar 35 veces, todas ellas me han pegado”. Cada semana entran decenas de personas en el país desde Bulgaria buscando una salida hacia la Unión Europea. La mayoría quedan atrapados en la jaula serbia.
pulsa en la fotoUn paquistaní sigue las vías del tren en dirección a la frontera serbo-húngara de Subótica, unos 300 kilómetros al norte de Belgrado.Manu Brabo
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