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Columna
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Un socio responsable

Trump ha rectificado su política exterior en menos de 100 días, antes que cualquier otro presidente

Lluís Bassets
Donald Trump muestra una orden ejecutiva firmada en el Departamento de Interior
Donald Trump muestra una orden ejecutiva firmada en el Departamento de Interior KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

Todos los presidentes rectifican. Especialmente cuando se adentran en el territorio de la política internacional, regido más por los intereses permanentes, especialmente los que vienen determinados por la posición geopolítica de cada país, que por las ideologías y las ocurrencias electorales.

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La rectificación suele llegar ya avanzada la presidencia, fruto de la obstinación de los hechos o a veces de su carácter catastrófico. Bush rectificó dos veces: la primera, tras los atentados del 11-S, cuando declaró la guerra global contra el terror y abrió la agenda de la democracia después de rechazar la construcción de naciones promovida por Clinton; la segunda, tras el Katrina y el fracaso en Irak, cuando preparó los futuros planes de retirada de Oriente Medio que ya puso en práctica Obama. También este último se vio obligado a suavizar sus pretensiones de paz en Oriente Próximo y de apertura al mundo árabe e islámico, especialmente tras el fracaso democrático de las revueltas democráticas de 2011, para terminar recuperando parte de la guerra contra el terror de su predecesor.

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Donald Trump va más aprisa. No ha esperado ni siquiera a culminar los cien días para el golpe de timón a su política exterior, que empezó prorrusa y es ahora prochina, atendió a la ideología alt right (la extrema derecha que se presenta como alternativa y promueve un programa de supremacismo blanco, occidental y cristiano) y ahora cuenta con militares realistas y pragmáticos y empieza escuchar a los veteranos y marginados neocons.

La presidencia de Trump es altamente volátil y escasamente fiable en un momento especialmente peligroso para el planeta

Las razones de Trump son muy distintas de las de sus predecesores. Fundamentalmente hay dos: a pesar de su edad, es un párvulo al que sus asesores tienen que enseñarle las cuatro reglas y las primeras letras en política exterior, como prueban sus declaraciones a Associated Press sobre la OTAN, en las que reconoció que declaró obsoleta la organización "porque no sabía nada". También es un párvulo en cuanto a temperamento y reacciones, motivadas por su narcisismo y su satisfacción personal, como los niños con las caricias y los caramelos. Como consecuencia, la Casa Blanca se ha convertido en un caótico campo de batalla en el que pugnan los grupos ideológicos y de interés republicanos, los distintos departamentos del Gobierno y especialmente el establishment de seguridad y de inteligencia.

Si Trump ha rectificado dentro de sus primeros cien días significa que puede rectificar más veces en los 1.400 que todavía le quedan. Su presidencia es altamente volátil y escasamente fiable en un momento especialmente peligroso para el planeta. Aunque probablemente ya es tarde y el mal está hecho, la mejor rectificación que podría esperarse es el regreso al compromiso y a la responsabilidad sobre el orden multilateral que Trump ha abandonado con su programa, sus declaraciones y sus decisiones. Washington pedía a Pekín en 2005 que China actuara como un socio responsable en la escena internacional. A la vista de los hechos es lo que ahora Xi Jinping pide a Donald Trump en cada una de las numerosas conversaciones que han mantenido, especialmente en referencia a la escalada de tensión nuclear en la península de Corea.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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